• Esta crítica de la serie de Netflix 'Sombra y hueso' se ha elaborado tras ver los dos primeros episodios y no contiene spoilers.
Cuando una película o una serie funciona, el resto es dedica a intentar imitar ese éxito. Lo hemos visto hasta la saciedad. En todos los sitios. En España todavía sufrimos las consecuencias del humor costumbrista que puso de moda Ocho apellidos vascos, y en Hollywood todavía siguen buscando sagas fantásticas con la que encontrar un nuevo fenómeno de masas, una franquicia que explotar hasta dejarla seca.
Quien ahora busca su saga fantástica son las plataformas, que tras el éxito de Juego de Tronos se lanzaron de cabeza a buscar a su sustituta. De momento siguen buscando. Por mucho que nos lo vendan, ni The Witcher en Netflix, ni La materia oscura en HBO, han estado a la altura. Tan pronto han llegado como se han olvidado, y aunque hayan sido renovadas, ni de lejos se acercan al ruido mediático de la saga de George R.R. Martin.
Esto ya había ocurrido en el cine. Después del éxito de El señor de los anillos, Crepúsculo y Harry Potter se intentó adaptar todas las sagas posibles. Eragorn, Divergente, El corredor del laberinto, Cazadores de sombras… todas fueron un fracaso estrepitoso. Porque detrás de ellas no había alma, ni un creador que se quisiera dejar la piel en la adaptación, ni tampoco tenían detrás libros tan potentes -no en el caso de Crepúsculo, cuyo libro original era igual de malo que sus películas- como los que habían triunfado.
Y eso es lo que está pasando en los últimos años. No hay una sustituta de Juego de Tronos porque Juego de Tronos es una entre un millón. Su materia prima era buena, y el trabajo de adaptación de Benioff y Weiss un prodigio que mantenía la esencia separándose lo justo. Se arriesgaron con el tono, salvaje, violento. Lleno de sexo, de sangre y de suciedad, algo que la dirigía a un público demasiado adulto. Y sin embargo reventó cualquier expectativa.
El resto de aproximaciones han fallado. Y lo vuelve a hacer Sombra y Hueso, que adapta el universo creado por la escritora Leigh Bardugo en no una, sino dos de sus franquicias. Porque si puedes arrastrar a los fans de dos fenómenos diferentes, por qué contentarse con uno. La nueva apuesta de Netflix por conseguir una franquicia (y necesita una porque los niños de Stranger Things ya son unos bigardos que podrán conducir un coche en vez de montar en bicicleta) es otro tiro fallido.
Seamos sinceros. No es un fiasco tan grande como The Witcher, en la que todo parecía una parodia de este tipo de producciones. Aquí hay un buen diseño de producción, no es una serie fea, y tiene todos los elementos para que un público adolescente que no pida más que un rato de desconexión entre, pero es todo tan formulaico, tan impersonal que uno puede confundir esta saga con otras tantas. Los mismos elementos, protagonistas jóvenes -un amigo y una amiga de la infancia que desde el principio sabemos que se enamorarán-. Se intuye un triángulo amoroso. Un mundo imaginario -en este caso que bebe de la rusa zarista lo que le otorga algo de diferenciación- en el que hay una amenaza -unas criaturas que bien podrían ser dragones, espectros o cualquier otra cosa que ya hemos visto-.
Tengo la sensación de que ya la he visto mil veces: con esos flashbacks de la infancia de los protagonistas, esa historia de amor potencial que suena a rancia, un líder que tiene toda la pinta de esconder secretos oscuros -pobre Ben Barnes-, y la típica historia de la don nadie que tiene un misterioso poder que la convertirá en la heroína. Porque en todas estas historias si no tienes poderes, dones o algo sobrenatural no eres nadie. No hay nadie interesante por ser normal. Todo tiene que ser pretendidamente fantástico.
Sombra y hueso tiene dos problemas. Los dos los hemos visto en otros muchos intentos de sagas fantásticas. El primero es que es confusa. Si no eres fan de los libros prepárate para no entender nada. No se hace ningún esfuerzo porque entiendas su imaginario, ni su mundo ni su mitología. Uno empieza a escuchar nombres de territorios y frases como “yo soy una vendaval”, a gente echar conjuros “infernis”, o como todos se quedan paralizados cuando la protagonista se descubre como una “invocadora del sol”. Pero no conocemos las normas que rigen este universo, por lo que todo suena bastante ridículo. Sólo consigo entender lo que hacen los cartógrafos en esta misión. Tampoco ayuda esa segunda línea narrativa metida con calzador para introducir a los personajes de la otra saga, Seis de Cuervos.
La segunda pega es su indefinición. No quiere ser una serie salvaje como Juego de Tronos, así que siempre se queda a medio gas. En la violencia, en sus escenas de acción, en su tensión sexual… todo es como para adolescentes timoratos en vez de abrazar una historia más adulta y oscura. Lo que queda es una serie correcta, sin personalidad. Hecha con piloto automático para enganchar a los jóvenes. Habrá que ver si la jugada funciona, porque el problema es que esta Sombra y Hueso ya la habíamos visto antes.
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