• Esta crítica de la serie 'El inocente' de Netflix se ha elaborado tras ver los tres primeros episodios y no contiene spoilers.
Algo tiene Oriol Paulo que todo lo que toca se convierte en oro. Nunca he entrado especialmente en su cine, pero ahí están El Cuerpo y, sobre todo, Contratiempo y Durante la tormenta. Todas han sido un éxito. Las dos últimas, además, fueron absolutos fenómenos en China, consiguiendo unas taquillas en el mercado asiático que ya quisieran muchas superproducciones de Hollywood. Todas ellas apostaban por el thriller como fórmula, pero para retorcerlo gracias a giros y sorpresas.
En El inocente, su primera miniserie para Netflix, no renuncia a ese estilo, sino que lo lleva a su máxima expresión. Con la base de la novela de Harlan Coben, Paulo construye un puzzle con el que tiene una máxima primordial, jugar con el espectador y que él sepa que están jugando con él. Sorprenderle, descolocarle y que quiera participar en adivinar qué va a ocurrir a continuación.
El inocente va de frente en su propuesta, ese puzzle está desde la propia estructura de la serie, con episodios independientes que muchas veces parece que no tienen nada que ver entre sí, pero que irán todos uniéndose como una tela de araña. Es una serie que está llena de trampas, de giros y requiebros, pero que es honesta en eso. Viene a engañarte. Quiere que no sepas por dónde te viene el aire.
Parte de una premisa relativamente sencilla, un joven que pasa en la cárcel un tiempo por matar de forma accidental a un chico en una pelea. Pero eso es sólo la punta del iceberg, porque a partir de ahí comienzan a ocurrir miles de cosas. No es una exageración. Pocas veces uno acude a un primer episodio en el que pasen tantas cosas, y todas locas. Hay tantas revelaciones, tantos giros y tantas informaciones que parece que hayan condensado varios episodios.
Hay cosas que no funcionan en El inocente. Empezando por esos monólogos iniciales que abren cada capítulo. Está claro que son una apuesta del director, pero son forzados, engolados, utilizan una segunda persona que nadie utilizaría y que chirría. Es curioso porque se la juegan a empezar con el recurso más controvertido y artificial. Una vez pasa el susto lo que llega es una batería de revelaciones que harán que el público se olviden de eso.
Es El inocente una serie para hacer un maratón. Está concebida para que la gente se enganche y tiene todos los ingredientes para convertirse en la nueva adicción del público. Lo positivo es que es consciente de ello y va a saco. Es tan loca, tan desprejuiciada en sus giros, incluso tan artificial a veces, que uno no puede dejar de mirar, siempre quiere saber qué ocurre después. Y ese es su gran mérito, porque hemos visto otras muchas producciones de la plataforma que pretendían lo mismo y nunca lo lograban.
Si hubiera que comparar con otra serie podríamos hacerlo con The Sinner. No en su planteamiento, sino en cómo deciden que lo principal es agarrar al espectador y no soltarle. Tener claro que para ello van a hacer todas las trampas, pero dejando claro que las van a hacer. No podemos acusar de tramposo a quien desde el primer momento nos lo está avisando.
Oriol Paulo se ha convertido en una apuesta segura, y ahora habrá que ver si lo que consiguió con sus películas lo vuelve a lograr con esta serie para Netflix. El inocente es un producto perfecto para la plataforma, que lo que quiere son ficciones que enganche a la gente, las devoren y pasen a la siguiente. Y esta se ajusta a esa definición como un guante.
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