Acaba de empezar una nueva edición del Festival de Cannes. No es una cualquiera. Cannes vuelve después de un año de ausencia. Un año en el que los cines han pasado su peor crisis. Donde han tenido que permanecer cerrados más de 12 meses. Por eso el regreso de Cannes es por todo lo alto, pero por eso, ahora más que nunca, la apuesta del certamen debe ser proteger y mantener las salas de cine.
En todo este tiempo las plataformas han salido a nuestro auxilio. Nos han proporcionado series y películas en lo más duro del encierro, y esto también ha provocado que el cambio en las formas de consumo que ya se intuía se haya potenciado. Las ventanas, férreas y demasiado largas, han volado. Ya es impensable que una película deba esperar meses para pasar de un cine a internet. Hasta en Francia han cedido y bajado a 12 meses.
Esta pandemia ha dejado claro que no podemos vivir sin ficción. Sin historias. Las hemos necesitado más que nunca. Y por eso este era el año en el que Cannes y Netflix deberían haberse sentado a hablar. Cuando Thierry Fremaux anunció la Sección Oficial de este año, todos nos quedamos con ganas de que Netflix hubiera llevado algún proyecto. Jane Campion, la única mujer ganadora de la Palma de Oro en toda su historia, hubiera sido perfecta. O el Blonde de Andrew Dominik con Ana de Armas como Marilyn Monroe.
Fremaux y su incontinencia verbal dejó claro que es porque no habían aceptado las normas que se pusieron desde aquel año en el que la plataforma compitió por primera vez: si quieres competir por la Palma de Oro debes comprometerte a estrenar en salas francesas. Netflix no ha aceptado. Y da rabia, porque no nos engañemos, Netflix y Cannes están condenados a entenderse. Creo que este era el año perfecto para sentarse en la mesa a comenzar una conversación que será larga, que tendrá mucho de negociación y que a los dos les hará moverse de sus posiciones.
Netflix podría haber cedido este año. Haber entendido que Cannes significa el regreso del cine más independiente y autoral y haber dejado que alguna de sus películas estuviera fuera de concurso. Pero no lo ha hecho y ha vuelto a tensar una cuerda que el año pasado parecía un poquito más ligera, ya que el filme de Spike Lee hubiera participado fuera de concurso si el certamen se hubiera celebrado. En la rueda de prensa del jurado, el propio cineasta ha insistido en que "el cine y las plataformas pueden coexistir", aludiendo a que "también se dijo que la televisión iba a matar al cine".
Este gesto de la plataforma hubiera sido un acercamiento, un reconocimiento a que el cine independiente necesita las salas, que hay que promoverlas, pero que en su modelo de negocio no es lo primordial. Pero lo que no puede pretender Cannes es que mientras otros cedan, su posición se mantenga inamovible. Ellos tienen que empezar a ver la forma de encajar a Netflix. El festival más prestigioso del mundo no puede no tener la Roma de Alfonso Cuarón. No puede permitir que lo nuevo de Scorsese compita por la Palma de Oro. Deben buscar fórmulas.
Netflix podría haber cedido este año y haber dejado que alguna de sus películas estuviera fuera de concurso
Y Cannes no puede ponerle puertas a un campo que es inabarcable y que este año ha acelerado su cambio de forma exponencial. En EEUU se ha demostrado que las grandes producciones se quieren ver en salas de cine. Los estrenos a la vez en salas y plataformas de filmes como Godzilla Vs Kong no han hecho mella en la taquilla.
Ahora mismo, si Netflix decidiera estrenar una película en salas francesas para competir a la Palma de Oro, hasta doce meses después del estreno comercial no la podría tener en su plataforma. No nos engañemos, esto es inviable para una compañía que vive de captar suscriptores. ¿Cómo les explicas a los usuarios franceses que ellos van a tener que esperar 12 meses -ojo, que hasta hace nada eran 36 meses- para ver una película que en el resto del mundo todos han visto?, ¿cómo les cuentas que en el resto de países Mank se ha podido ver en cines y luego en Netflix?
Francia protege su excepción cultural, y Cannes es el emblema de esto. Me parece una posición que hay que aplaudir. El arte debe estar por encima del negocio, pero los marcos evolucionan, y a veces hay que adaptarse. Por supuesto que Cannes debe seguir exigiendo a Netflix unas condiciones, las mismas que tienen el resto de filmes, pero quizás estas condiciones son tan inasumibles que dinamitan cualquier posible acercamiento entre dos partes que, tarde o temprano, deben entenderse por el bien de todos los cinéfilos del mundo.