Claudia Llosa se siente feliz. Lleva toda la mañana dando entrevistas y viene de dar una rueda de prensa multitudinaria, pero su energía radiante no desaparece en ningún momento de su encuentro con SERIES & MÁS. Con su segunda película, La teta asustada, la peruana consiguió el prestigioso Oso de Oro de la Berlinale y la nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. A sus 44 años la directora ha toreado en algunas de las plazas más grandes del cine, pero Distancia de rescate también es una película especial por muchos motivos. Es su primera adaptación de un texto ajeno (la novela de Samanta Schweblin), su primera incursión en el fantástico, su primera producción para Netflix y su primera película que lucha por hacerse la gloria en el festival hispanohablante más importante del planeta.
Muchos dijeron que la aclamada novela de la escritora argentina era inadaptable. Eso no hizo que Llosa se resistiera a la tentación de contar la historia de una mujer llamada Amanda (María Valverde) pasa las vacaciones en un tranquilo pueblo argentino con su pequeña hija, Nina. Siempre preocupada por el bienestar de su hija, calcula constantemente la "distancia de rescate" necesaria para protegerla en caso de que pase algo. Su encuentro con otra madre (Dolores Fonzi) con la que surge una relación fascinante le hará darse cuenta de que las cosas que la rodean no son como parecen.
¿Cómo te sientes ante la presentación en San Sebastián?
Estoy contenta. Primero porque estoy presentando una película por primera vez en mucho tiempo [su anterior trabajo, No llores, vuela, vio la luz en 2014], en mi lengua y con una gran sensación de libertad. Siento que todo está en su lugar. Vivo en España desde hace años y me siento como en casa. He venido muchas veces a San Sebastián y no deja de impresionarme cada vez que vengo. Estoy muy agradecida con el festival.
Es tu cuarta película, pero la primera vez que adaptas una novela. ¿Qué encontraste en el libro de Samanta Schweblin que te hizo querer adaptarla?
No la leí buscando con esa idea en mente. Verónica Ramiro, una amiga peruana, me pasó la novela y me dijo: “léela, solamente léela”. Me la leí de una sentada y no había pasado la última página cuando me dije que tenía que conocer a esta mujer [Samanta] y hacer esta película. No sabía cómo lo iba a hacer, pero tenía dos cosas muy claras: la voz en off (era algo muy peligroso, pero muy interesante y nunca lo había hecho) y quería sacar a David y Amanda de la habitación. Necesitaba ese movimiento y que ese diálogo hiciera una travesía mayor. Eso fue lo único que le dije a Samanta. Se mostró tan humilde, tan serena y tan inteligente, que pensé que ella tenía el secreto para poder escribir esta película. Y así fue.
Habéis escrito juntas el guion. ¿No te dio vértigo hacerlo con la autora de la novela?
En esa misma reunión le dije que quería hacerlo con ella. Era un riesgo, porque es la autora y siempre conoces historias donde esas colaboraciones no van bien. Tuve una intuición y realmente ha sido una explosión para mí. Hemos escrito 100% online. Somos las dos muy trabajadoras. Es muy bonito encontrarse con alguien que se toma el trabajo con tu mismo rigor. Estábamos, ella con su mate y yo con mi café, sin parar hasta las tres de la tarde. Escribíamos por internet mientras nos veíamos cara a cara.
La maternidad ya ha estado presente en varias de tus películas. Aquí también. ¿Qué te atrapó de Distancia de rescate para seguir explorando este tema?
Porque se nombra algo que todos conocemos y entendemos, seamos madres, padres, hijos. Ese miedo, es terror que explora en la película y que represente ese balance entre, por un lado, darle la libertad a los niños para que se exploren, disfruten, se equivoquen y se conviertan en individuos y, al mismo tiempo, la necesidad de estar cerca para protegerlos. Ese balance es difícil, porque es terrorífico pensar que puedes llegar tarde y estar demasiado lejos, o demasiado cerca, del crecimiento de tu hijo.
Me interesaba contarlo de esa forma, casi fracturada (uno de los temas que más me interesan siempre en el cine), llevado a rastras por esa voz en off que trata de guiarte por un relato que a ratos es confuso. Para mí Distancia de rescate explora ese miedo más reconocible, pero también otro que está menos hablado: el miedo a esa sensación de extrañeza y de no reconocimiento de tu propio hijo, que no es el mismo y no te pertenece. Tenemos esta idea de la maternidad desde el lado de dos mujeres que se reconocen, que son espejos la una de la otra, esa cosa de fascinación y repulsa de la una de la otra, incluso de juicio mutuo. Sienten que la verdad que necesitan comprender para poder ser mejores la tiene la otra. Esa representación de diferentes tipos de maternidad me resultaba muy refrescante.
¿Cómo fue esa búsqueda de dos actrices tan opuestas como Maria y Dolores?
El proceso de casting fue muy difícil porque yo no me sentía con la capacidad de escoger a una actriz sin tener muy claro cuál iba a ser la otra. Tenía que ser una apuesta de dos manos al mismo tiempo. Si cambiabas un detalle, esa sensación de equilibrio y paridad se alteraba. No podía asegurar el papel a Dolores, que fue la primera con la que empecé a hablar, hasta que supiera quién iba a ser Amanda. Para mí María tiene una elegancia, una cosa etérea casi misteriosa. Parece que está aquí y está allá. Eso combinado con un elemento que es muy inusual encontrar en una actriz como es la mezcla de delicadeza y control. Esas dos cosas no suelen ir de la mano. María tenía eso en su energía. Por otro lado, Dolores es la típica con la que quieres pasar más y más tiempo y ser su amiga. Esa energía es algo que es inherente. Se puede actuar, pero no es igual. Ellas dos tienen eso que buscaba, un talento, una potencia visual y una química al conocerse… El proceso entre ellas fue muy parecido a como pasaba en la novela. Hasta no saber que ellas querían hacerlo no me sentí cómoda.
Aquí tenemos también a un niño, muy misterioso, y una niña, muy frágil ¿Cómo se les dirige para sacar exactamente lo que quieres de ellos?
Siempre me da mucho vértigo trabajar con niños, porque sé que es un proceso muy frágil. Hace falta una paciencia y un tempo que no es fácil por la dinámica de un rodaje. Para mí era muy importante la voz en off, pero también la gestualidad del niño. Podíamos utilizar un niño para la voz y otro para la pantalla, pero yo no quería eso. Emilio [Vodanovich] tiene una cualidad en la voz que es muy difícil de trabajar. La presencia escénica o la espontaneidad es algo que se puede trabajar, pero dialogar, ser preciso y poder interpretar con la voz es algo más inusual. Luego tuve la suerte de contar con María Laura Berch, una coach de niños, que se encarga de ellos mientras yo estaba con los actores adultos. Tiene un talento increíble para mantenerlos en el universo de las escenas antes y después de rodar.
Es la segunda película que haces con Mark Johnson, productor ganador del Oscar de Rain Man que recientemente trabajó en Better Call Saul y Breaking Bad. ¿Cuál es el origen de esta relación?
Conocí a Mark cuando fuimos a Los Ángeles con La teta asustada. Lucho, el premio de mi papá, era amigo de él y me lo presentó. Tuvimos muy buen rollo desde el principio y él participó en eventos con académicos de Hollywood. Fue muy bonito. Fue Mark quien me propuso para que yo fuera miembro de la Academia. En No llores, vuela fue una especie de padrino. Realmente no produjo la película en sí misma, pero me echó una mano con los actores y para poder acceder a la gente que yo quería. Cuando acabó la película me pidió que pensara en él cuando fuera a hacer su siguiente película. A mí me gusta esperar para hablar con los productores. Quiero poner en pie la historia yo antes. De vez en cuando me llamaba por teléfono para ver qué estaba haciendo, y le dije que quería adaptar esta novela.
Tom [Williams, su socio] se la leyó inmediatamente y me dijo que era la persona perfecta para adaptar la novela, que tenía que hacerla en castellano y que me iba a ayudar a producirla. Y así fue. Los dos tienen una presencia increíble. Tomo estuvo en toda la preproducción y Mark no se perdió un día en todo el rodaje. Aparecía antes que todo el mundo con una presencia silenciosa que me era muy útil. Cuando vieron la película por primera vez me hicieron sugerencias que no estaban en el guion y que ayudaron a ordenar la película. La llegada de Amanda, por ejemplo. Tienen un ojo clínico, algo que viene de toda experiencia, que me hizo sentir muy privilegiada. Ojalá quieran seguir produciendo mis películas.
Los animales tienen apariciones clave en la película. ¿Cómo se sacan emociones casi humanas de ellos en un rodaje?
Me encantan los animales en pantalla. Me gusta que irrumpan en la historia casi como monstruos. Teníamos esta idea de centauro. Lo estuvimos mirando con Oscar [Faura, el director de fotografía]. Luego hoy en día hay una logística en torno al rodaje con animales. Hay una persona que se asegura de que todo vaya en orden. Tanto los animales como la naturaleza son casi un personaje más. Sé que es difícil trabajar con ellos, también para los actores, pero hay algo en ellos que envuelve y expande el universo de la película. En este caso tenemos a un caballo que también representa lo material: Carola descuidó a su hijo para cuidar a su caballo, que representa lo capital.
El sonido también es una parte fundamental de la película, desde la primera escena.
El sonido fue un espacio muy interesante a nivel de la naturaleza. Estábamos trabajando con Fabiola [Ordoyo, la diseñadora de sonido] y Natalie Holt [la encargada de la música que hizo este año la partitura de Loki], pero luego también incluí a Jamie Oliver, un amigo músico peruano que trabaja en lo experimental con instrumentos que crean silencio, ruidos de pájaros… Yo le iba pidiendo cosas, aunque él no tenía relación alguna con el cine. No era música, pero sí creaba sonidos que evocaban un lado más emocional en la parte final de la película. El sonido fue otro elemento fundamental en Distancia de rescate porque todo se fusiona.
Esta ha sido tu primera experiencia en el fantástico. ¿Te ves haciendo una película así en el futuro?
Yo no veía Distancia de rescate así, para mí era una película sobre los horrores de la vida cotidiana. Está anclada en lo real. Lo que me interesa de este relato especialmente es que todo se puede explicar desde lo real, y al mismo tiempo se puede explicar desde el género, con un punto de vista más esotérico y espiritual. Quería jugar con el género, pero trascenderlo. En el terror más puro lo siniestro suele venir de fuera y ser externo al protagonista. En este caso es un proceso totalmente inverso, porque es interno y real. Me interesa mucho lo fantástico, lo extraño. Siempre ha habido algo inusual y extraño en mis películas. Algo que he encontrado aquí y que me gustaría explorar es la idea de jugar con la tensión cuando parece que no ocurre nada.
'Distancia de rescate' llegará a Netflix el 13 de octubre. En cines se podrá ver una semana antes.
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