41 episodios, 5 partes y 4 años después, La casa de papel ha llegado a su fin. El mayor fenómeno mundial en la historia de la ficción española se ha despedido envuelto en un halo de secretismo y expectación. Hasta el día de su llegada a la plataforma, la prensa no ha tenido acceso a los cinco episodios que cerrarán, al menos hasta nueva orden, una revolucionaria creación de Álex Pina y su productora Vancouver Media que dio sus primeros pasos en Atresmedia antes de convertirse en uno de los mayores éxitos en la historia de Netflix. En SERIES & MÁS ya hemos visto la traca final y queremos compartir nuestras primeras impresiones sin spoilers.
Muchos se lamentaron de que la producción alargara aún más su desenlace cuando el servicio de streaming anunció que los diez últimos episodios de la serie llegarían divididos en dos tandas de cinco capítulos. Tras cruzar la línea de meta del plan preparado por la sala de guionistas coordinada por Javier Gómez Santander, queda claro que fue una decisión que también tenía sentido desde un punto de vista narrativo, no solo estratégico y comercial. También ha sido un alivio comprobar cómo en este segundo volumen han vuelto todos los ingredientes que llevaron a la banda del Profesor a convertirse en un referente mundial.
Lo confieso: no era demasiado optimista al respecto. La primera parte de la quinta temporada se olvidó del suspense y pasó a ser una serie de acción ensordecedora que dejó en un segundo plano los personajes, giros de guion y conflictos en favor de una sucesión de tiroteos y explosiones que resultaba casi insoportable. Cuando La casa de papel decidió ponerse dramática otra vez de nueve, fue para despedir a su narradora. La serie sacrificó a Úrsula Corberó para recordar a la audiencia el peligro de muerte que persigue a la banda de ladrones. El problema es que Tokio llegó agotada como personaje y el impacto de su (supuesto, la producción ha jugado al despiste en la promo del final) adiós no fue comparable, ni mucho menos, a la salida de Alba Flores y Nairobi. La respuesta al adiós de ambos personajes en las redes sociales dejaron claro quién importaba realmente a los fans.
Toda esta introducción es necesaria para subrayar la sorpresa del gran sabor que deja el clímax de La casa de papel. La serie recupera su prodigiosa habilidad para plantear una adrenalínica y constante huida adelante. Da igual que la mayoría de las cosas que veamos en pantalla no tengan demasiada lógica a estas alturas de la función. Lo que importa de verdad es que el mago ejecute bien sus trucos.
El mejor ejemplo es Alicia Sierra, un personaje que en manos de una eléctrica Najwa Nimri parece sacado de las páginas de un cómic. La última vez que la vimos, ella misma había asistido en su propio parto usando un palo selfie mientras su némesis ejercía de testigo de excepción. Los cinco episodios finales de la serie transcurren en cuestión de horas mientras la inspectora debería estar postrada en una cama, recuperándose del parto de su hija Victoria. ¿Es eso lo que debería pasar? Sí. ¿Preferimos ver a Nimri en su dinámica de amienemigos con el Profesor? Por supuesto. La dinámica entre Sierra y el Profesor es uno de los grandes hallazgos en este gran final.
El mundo está obsesionado con Berlín (su spin-off a modo de precuela llegará en 2023 a Netflix) y durante tres temporadas la audiencia ha sido testigo de cómo los guionistas han recurrido a todo tipo de recursos para mantener al fantástico Pedro Alonso en sus tramas. Apuesto a que algún día, cuando el fenómeno de La casa de papel se haya convertido en algo nostálgico y se pueda hablar de la serie en otros términos, Álex Pina reconocerá cuánto lamentaron haber matado al personaje en el último episodio de su paso por Antena 3.
A veces su permanencia en la serie ha sido un lastre, pero momentos como ese estupendo flashback del atraco con Patrick Criado que acabó siendo lo mejor de ese primer volumen de la parte 5 justificaban la cabezonería de los guionistas con el personaje. Berlín vuelve a jugar un papel destacado en el gran final, pero en el momento de la verdad el foco se redirige a la verdadera estrella de la función.
El reciente Ondas a Álvaro Morte ya puso en valor la fantástica interpretación de un actor que ha sabido estar a la altura de uno de esos personajes que marcan para siempre una carrera. No se entiende la fascinación por esta historia sin un protagonista que se acerca más de lo que parece a la fina línea que separa la figura del héroe de la del antihéroe. Desde el arranque de la serie en 2007, Sergio Marquina, el Profesor, ha sido una especie de cruce de Lupin, Danny Ocean y Jack Bauer. Sin embargo, en uno de los momentos finales de la ficción se ha revelado como una respuesta española a Walter White. Y hasta ahí podemos leer.
Tampoco podemos olvidarnos de la imprescindible aportación de Itziar Ituño y Fernando Cayo, dos actores que quedaron a un lado en el juego mediático en favor de Morte y Nimri y que, sin embargo, han sido una fuente constante de humanidad y grandes momentos. La casa de papel hubiera sido una serie mucho más aburrida sin los latigazos del Coronel Tamayo (el gran villano que necesitaba esta historia) y mucho menos humana sin el compromiso de Lisboa. En una serie que en su ecuador se perdió de forma innecesaria y farragosa en un entuerto de dramas románticos de interés desigual, la relación entre el Profesor y la inspectora de la Policía que puso patas arriba su vida por amor ha sido la constante emocional a la que aferrarnos durante estos años.
Después de cinco temporadas, nos hemos acostumbrado ya al espectacular trabajo de unos directores (liderados por Jesús Colmenar) y un equipo técnico y creativo que han llegado a cimas pocas veces alcanzadas por la ficción española. Y eso incluye a nuestros famosos thrillers en la gran pantalla. Hay decisiones cuestionables (la selección musical del gran momento del clímax es tan efectiva como previsible), pero rara vez los problemas de la serie han llegado detrás de las cámaras. Sería injusto no acordarse de ellos en su despedida.
La casa de papel se ha despedido haciendo justicia a su legado. Sin ser perfectos, estos cinco episodios nos han ayudado a recordar por qué nos enamoramos de ella en primer lugar. Hasta la vista, Profesor.
Todas las temporadas de 'La Casa de Papel' se pueden ver en exclusiva en Netflix.
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