“No es una serie. En realidad es una película de ocho horas”. Desde el auge de la televisión de pago en la primera década del siglo XXI y las plataformas en la segunda, hemos escuchado una variación de esas mismas palabras una y otra vez en boca de directores y guionistas. A veces surgen de los mismos espectadores y críticos, que consideran que cuando una serie rompe los esquemas formales más clásicos del medio (durante las últimas semanas, Euphoria) en realidad están haciendo cine. Sería interesante saber qué piensa al respecto Shonda Rhimes.
Tras una década centrada en la transición de ABC a Netflix, en convencer a Ellen Pompeo de que siga al frente de Anatomía de Grey y en la supervisión de producciones ajenas como Los Bridgerton, la reina de la televisión ha vuelto a sentarse ante el ordenador para crear su primera serie desde Scandal. Después de ver los seis primeros episodios (de un total de nueve) de ¿Quién es Anna?, la conclusión es clara: diez años son demasiados sin Shonda.
Hay una razón por la que se convirtió en la primera persona en ocupar las tres franjas de un prime time en la televisión estadounidense. A pesar de no tener el aura de genio de otros creadores, la afroamericana es una autora en toda regla que entiende el medio mejor que nadie y en cuyo diccionario no aparecen términos como complejos, vergüenza y pretensiones.
Quien avisa no es traidor, dice el refranero español. “Toda esta historia es totalmente cierta, salvo las partes que son totalmente inventadas”. Los espectadores deberán recordar esas palabras a lo largo de los increíbles nueve episodios de una miniserie que lleva a la pantalla uno de los escándalos más intrigantes que han sacudido a la alta sociedad neoyorquina en los últimos años.
¿Quién es Anna? desenmaraña la compleja historia de ascenso y caída de una supuesta heredera alemana que fue detenida por estafar a algunos de los miembros más selectos y esnobs de la Gran Manzana. Nuestra guía a través del misterio es Vivian, una periodista que intenta resarcirse de un escándalo que estuvo a punto de acabar con su prometedora carrera. El personaje funciona como un trasunto de Jessica Pressler, la periodista que descifró el enigma de Anna Delvey (¿o deberíamos decir Anna Sorokin?) y escribió el artículo que ha servido a Shonda de inspiración para su esperada vuelta a la televisión. Pressler también fue la escritora que descubrió al mundo el suceso que inspiró la película Estafadoras de Wall Street. En la vida real fue ese artículo y no la investigación sobre Anna la que le devolvió su credibilidad, pero la guionista jamás iba a renunciar a ese conflicto tan potente.
Rhimes se enfrenta a la fascinante historia de Delvey / Sorokin como lo haría un periodista. ¿Quién es en realidad Anna? ¿Cómo estuvo a punto de convencer a algunas de las organizaciones financieras más importantes para que le financiara sus sueños de grandeza? ¿Cuándo se cae su castillo de naipes y se revela la verdad? ¿Por qué nadie fue capaz de darse cuenta de que su historia no se sostenía? Todas las preguntas llevan al mismo punto de partida: el modus operandi y la personalidad de una chica de 26 años que consiguió lo imposible, encontrar su hueco en los círculos más elitistas de la ciudad más elitista del planeta, a pesar de cometer tres pecados capitales: ser mujer, joven y no pertenecer a ese lugar.
Un consejo para los más curiosos e impacientes: que nadie busque en Wikipedia la historia real antes de terminar los nueve episodios de ¿Quién es Anna? Puede que sus episodios sean innecesariamente largos (su duración va de los 59 a los 75 minutos), pero el ritmo frenético, los constantes giros de la investigación y la inteligente dosificación de la información hacen que los capítulos pasen en un suspiro. Una de las razones del éxito es, precisamente, cómo Rhimes y su equipo abrazan los ingredientes más básicos y efectivos del medio televisivo.
La miniserie no es una de esas producciones de Netflix que ponen límite a nuestra paciencia y confían demasiado en que no abandonaremos el barco porque tenemos toda la temporada disponible. En cada episodio, Vivian entrevista a una de las víctimas de la estafa de Anna mientras esta se resiste desde prisión a aclarar las grandes dudas del caso. La reclusa le exige a la periodista, por ejemplo, que le traiga bragas de 50 dólares, pero sigue liberando la información con cuentagotas hasta un episodio final en el que por fin entenderemos cómo estuvo a punto de salirse con la suya.
El giro más sorprendente e intrigante de un caso lleno de ellos llega en el carácter de Anna Delvey. En un cambio de registro radical respecto a la Ruth Langmore de Ozark (el personaje que mejor dice improperios de la televisión junto al Logan Roy de Brian Cox en Succession y que podría darle en septiembre su tercer Emmy) o la apocada protagonista de The Assistant, Julia Garner se confirma como una de las actrices más interesantes y versátiles de su generación gracias a un personaje que rompe con cualquier expectativa de la audiencia.
Sería fácil asumir que Anna se abrió camino en un mundo hostil a base de un encanto y una aparente inocencia que consiguieron que todos lo que estaban a su alrededor no fueran conscientes de sus ambiciones. No es el caso: la supuesta heredera es caprichosa, impertinente y, por momentos, desagradable. Sobre el papel es incomprensible que engañara a su pareja, sus amigos y benefactores. En manos de Julia Garner y sus múltiples recursos (el acento alemán, su carácter distante, su habilidad para manipular) la audiencia se convierte en una más de sus víctimas.
¿Quién es Anna? podría haberse resentido cuando la historia se centra en la embarazada Vivian y su relación con su pareja, sus compañeros en la redacción o el abogado que lleva el caso de Anna, pero el guion consigue que Vivian sea un personaje, sino tan misterioso como la acusada del crimen, sí suficientemente interesante y humano como para ser más que el simple peaje a pagar para descubrir la verdad detrás del escándalo. La más que notable Anna Chlumsky, en su primer gran personaje desde el final de Veep, hace el resto.
A falta de ver los tres episodios que nos ayuden a tener la imagen completa de quién es Anna en realidad, el regreso a televisión de Shonda Rhimes es un adictivo thriller que recuerda a las mejores temporadas de Scandal sin ser absorbido por los estridentes recursos de la serie protagonizada por Kerry Washington. La reina de la televisión lo ha vuelto a hacer.
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