"La temporada 6 es la mejor de todas". Con estas palabras describió Steven Knight, el creador de Peaky Blinders, el capítulo final de la serie británica más popular de los últimos años. Ahora que ha llegado completa a Netflix podréis comprobar por vosotros mismos si la afirmación era cierta, de todas formas podemos contar con que siga siendo imprescindible, aunque no esté a la altura de las expectativas creadas.
Antes de cualquier otra cosa, y aprovechando que la temporada da inicio con esto, es justo reconocer el acierto con el que incluyeron en la ficción la triste noticia de la muerte Helen McCrory, la actriz que interpretó durante cinco temporadas a la inolvidable Polly. La serie supo rendirle tributo al que fue uno de sus mejores personajes con mucho cariño, respeto y admiración en una conmovedora secuencia. Era un vacío imposible de llenar, pero encontraron la forma de mantener vivo su legado durante toda la temporada.
En cuanto al conjunto, la entrega fue algo irregular y la estrategia de esa alianza entre Tommy, Laura McKee, Oswald Mosley y Jack Nelson algo confusa. Lo fue tanto en lo referente a los objetivos de cada uno como de aquello para lo que se supone que los otros tres eran necesarios, pero como en las cinco anteriores, supo jugar con la tensión, la atmósfera y los giros. Esos saltos imposibles propios de quien siempre lee la partida como un un juego de vida o muerte en el que los movimientos del adversario forman parte del plan que le ayudará a vencer. No en vano, Tommy Shelby nunca come ni duerme, porque no tiene tiempo que perder.
Y eso es algo que se hace mucho más evidente en esta entrega en la que más que nunca absolutamente todo gira a su alrededor. Desde la primera escena lo vemos ir de un lado al otro, a pie, en caballo, en coche y en avión. Se encarga personalmente hasta del más mínimo detalle, algo que está justificado narrativamente porque solo confía en sí mismo y, en esta entrega, además, tiene una cuenta contrarreloj. La única vez que se ausenta de una reunión es porque necesita ir personalmente a las montañas a buscar a alguien que pueda ayudarlo a levantar una maldición.
Casualmente, o no, esa ausencia obligada nos deja uno de los mejores momentos de toda la temporada. La escena en la que se conocen Diana y Ada en el tercer episodio es divertida y emocionante. Está repleta de diálogos inteligentes en un duelo irresistible y memorable que nos hace desear que hubiera muchas más escenas entre ellas. O imaginar la oportunidad perdida de poner a la prometida de Oswald Mosley en la misma habitación con Alfie Solomon. A la temporada le habría sentado bien que algunos personajes secundarios tuvieran algo más en juego o, al menos, algo de vida propia lejos de la órbita de Tommy.
A pesar de que no es la temporada más intensa ni la más sorprendente de la serie, nunca pierde el estilo visual y la atmósfera que la hacen tan adictiva y magnética, porque ver Peaky Blinders siempre es una buena experiencia. Sin embargo, saber de antemano que no este no sería un final definitivo (la historia continuará en una película), ha jugado en su contra. Lo que debería haber sido un cierre memorable queda deslucido por una inevitable sensación: que después de ver un último plano que debería haber sido épico podría aparecer una cartela de "X años más tarde".
'Peaky Blinders' está disponible en Netflix.
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