Han pasado más de treinta años desde que Cuando Harry encontró a Sally se convirtió en una de las comedias románticas más populares y respetadas de la historia mientras intentaba responder a una de las grandes preguntas del género: ¿pueden ser amigos de verdad un hombre y una mujer? La historia de amor entre Meg Ryan y Billy Cristal es uno de los grandes referentes de la adaptación de la popular obra de teatro de Guillem Clua con la que Netflix quiere derretir los corazones de sus espectadores y, de paso, hacer historia: Smiley es una de las primeras comedias románticas de la ficción española que se centra en la comunidad LGTBI.
Carlos Cuevas y Miki Esparbé han sido los elegidos para interpretar a Álex y Bruno, los personajes sobre los que está construida la telaraña de historias de amor que ha diseñado Clua, nominado recientemente al Goya por el guion de Los renglones torcidos de Dios, con una adaptación que tiene algo de Love Actually y de su heredera más cercana en nuestra ficción, Barcelona, noche de invierno.
La decisión de contar con actores que no son gays para personajes que sí lo son fue criticada por Brays Efe, que lamentaba que tanto Smiley como Bosé habían dado la espalda al colectivo que pretenden representar en pantalla. SERIES & MÁS habló de eso con Cuevas y Esparbé, pero también de su amistad en la vida real, los lugares comunes que no pueden faltar en cualquier comedia romántica, la relación con Clua en la adaptación de una obra que él mismo ha definido como "la historia más importante de mi vida" o los peligros de internet en la vida de los actores.
En toda comedia romántica el momento en el que la pareja se conoce es una parte fundamental de cualquier romance. ¿Cómo y cuándo se conocen Carlos y Miki en la vida real?
Miki: ¿Te puedes creer que no me acuerdo?
Carlos: Yo sí, exactamente. Te conocí en un concierto del Primavera Sound mientras sonaba The Jungle.
Miki: Uhhh… gran concierto, además.
Carlos: ¡Conciertazo! Yo iba con una colega y ahí fue donde pasó. “Hola, Miki. Hola, Carlos. ¿Que tal? Encantado? Mucho gusto.
Miki: Hubiera dicho que nos conocíamos de antes. Perdón.
Carlos: 2015 o 2016 , creo que fue. The Jungle. Un conciertazo espectacular.
La comedia romántica depende mucho de la química de su pareja protagonista. ¿Vosotros hicisteis pruebas juntos antes de que Guillem Clua os dijera que ibais a ser Álex y Bruno?
Miki: Con Smiley hubo un proceso de selección bastante grande, tuvimos que pasar muchas rondas y hacer varios casting. Hicimos pruebas con otros actores. De hecho, Carlos y yo no coincidimos hasta la fase final del proceso. Es verdad que con una historia como Smiley es muy importante tener química. Aquí tuvimos la suerte de poder rodar una historia de amor con una persona que ya conoces y a la que ya tenías cariño. Carlos y yo somos amigos, tenemos un sentido del humor muy parecido y eso se notaba en el día a día. Había muchas secuencias que entendíamos igual sin haberlas comentado antes entre nosotros. Eso facilita mucho las cosas cuando ruedas. Encima lo hicimos con Guillem, que llevaba diez años trabajando con este texto. Él sabe perfectamente que hay algunas líneas que son casi, casi una partitura donde las notas tienen que sonar de una forma concreta. Para nosotros fue un placer poder participar con algo así.
¿Se puede trabajar la química entre dos actores o es algo que se tiene o no se tiene?
Carlos: Mira, a favor de nuestro oficio, diré que sí. En el caso de Smiley da la casualidad de que Carlos y Miki eran amigos antes de que les dieran este proyecto, cosa que suma para muchas cosas, pero yo he llegado a tener muchísima química con gente con la que no había relación previa alguna. Hay algo de nuestro oficio que va de esto, del pacto ficcional y de decir “hola, soy tal y tú eres tal, y ahora vamos a trabajar juntos”. Sí que es verdad que los gustos de cada uno pueden influir también. Esa conexión previa con Miki ha ayudado mucho a la hora de vender bromas y encarar secuencias. Si con tu compañero hablas otro idioma, a veces es más complicado.
Nunca me he sentido presionado para hablar de mi vida privada por interpretar a X personaje (...) La necesidad de representación de una parte no puede pasar por encima del derecho de intimidad de los actores.
Guillem ha hablado de que ésta es la historia de amor más importante de su vida. ¿Cómo ha sido el proceso de plasmar algo tan cercano para él, tenías libertad para probar cosas o tenía muy claro lo que quería de vosotros?
Miki: Guillem decidió no obligarse todo el rato a ser muy fiel y estar encorsetado con lo que había sido Smiley en el teatro. Al abrir la historia a una serie de ocho capítulos, con varias tramas a la vez, iba a ser diferente sí o sí. No olvidemos que está nuestra trama, pero también contamos la historia de dos chicas, la trama de una pareja heterosexual que son los mejores amigos de Bruno, el reencuentro de dos personas en la tercera edad que habían sido muy amigos cuando eran jóvenes… Esa diversidad también era importante y Guillem quería sumar con la serie, no restar.
Carlos: Yo me sentí muy libre. Él nos ha dejado construir a nuestro Álex y nuestro Bruno. La verdad es que han pasado muchos actores por Smiley, aunque lo estrenaran Ramón Pujol y Albert Triola. Lo hicieron genial, pero luego en cada ciudad los personajes han ido mutando con los actores. Guillem ya sabía lo que era que cada actor se hiciera con el personaje, así que nos daba libertad aunque él tuviera muy afinados a los personajes. Que Smiley sea tan importante para Guillem ha sido un apoyo, no una losa. No he sentido el aliento del creador aquí como algo malo en ningún momento.
Miki: Ha sido un trabajo de equipo. Guillema sabía lo que quería en todo momento, pero todo el mundo tenía espacio para poder sugerir cosas y opinar. Los directores David Martín Porras y Marta Pahissa, nosotros… era un proceso muy abierto. A veces Guillem compraba, a veces no, pero todo era muy orgánico.
Hay algo en Smiley de Algo para recordar, una película en la que su pareja protagonista no se ve por primera vez hasta el final. Aquí Álex y Bruno no llegan a tanto, porque en el segundo capítulo hay una cita muy larga que es donde se construye la conexión entre los personajes y con los espectadores. ¿Cómo fue rodar esa cita?
Miki: Eso es interesante, porque ese capítulo en concreto es muy, muy fiel a la obra de teatro. Guillem tenía muy depurada esa secuencia. Teníamos muy claro que esa escena era fundamental para la historia. Había que hilar muy fino y fue un proceso muy intenso. Durante el rodaje tuvimos unos días de parón por el COVID y Carlos y yo estuvimos haciendo videollamadas desde casa para pasar prácticamente todo el capítulo, un día tras otro. Necesitábamos tenerlo muy en la punta de la lengua para estar listos y poder jugar todo lo que apareciera a partir de entonces.
Carlos: También es verdad que ya habíamos hecho los deberes de antes porque eran las del escenas que hicimos juntos en el casting. Ahí tuvimos que hacer la parte de la cita en la que él se ofende, sale fuera, yo voy detrás y volvemos a entrar en el bar.
Miki (susurrando): Spoilers, spoilers, spoilers, spoilers…
Carlos (ríe): Perdona, perdona.
No hemos hablado con Brays Efe personalmente. Somos conscientes que ese debate puede estar ahí. Es muy legítimo, obviamente, que haya gente del colectivo que quiera que haya personajes protagonistas del colectivo
Álex y Bruno discuten todo el rato, como en tantas otras comedias románticas. ¿De dónde créeis que viene este lugar común del género?
Miki: No es algo imprescindible, pero sí es bastante común que los personajes de comedia romántica no acostumbran a contar o a ser transparentes con aquello que les pasa. Tú como espectador tienes una posición privilegiada en la que ves como sienten de verdad, porque se dejan ver con amigos, con su círculo íntimo, pero no de cara a la persona que les gusta. Eso te coloca en ese lugar de “por favor, que se digan que se aman” y por eso siempre funciona tan bien.
Carlos: Guillem Clua decía que si Álex y Bruno dijeran lo que piensan de verdad, en lugar de una serie, Smiley sería un corto. De hecho, va de eso, de dos personas que no se atreven a hablar, que vienen de mundos tan diferentes que no se atreven a contarse a sí mismos por temor a ser juzgados.
Miki: También tienen mucho dolor acumulado, malas experiencias, inseguridades asociadas a quién eres o a quién dejas de ser. Si me muestro al 100%, es que estoy confiando en alguien de nuevo. Había mucha tela que cortar y mucha terapia detrás, en realidad.
¿Cuál es esa relación con la comedia romántica? En los 90 y primeros años de los 2000 fue su última edad dorada, pero el género casi desapareció cuando tú empezaste a ir al cine, Carlos.
Carlos: La verdad es que no es mi género predilecto ni es el que más he visto en la vida. Hicimos mucha documentación cuando nos dieron Smiley. Guillem tenía clarísimos los referentes: Cuando Harry encontró a Sally, el cine de Woody Allen… La comedia romántica tiene su propio código, no hay espacio para el costumbrismo como tal. Hay cosas que funcionan solo en este tipo de películas. Smiley precisamente juega a explotar estos códigos que funcionan y que son convención: la pantalla partida, los encuentros accidentales, las casualidades… Hay cosas que has visto ya en otras películas, pero es que claramente son homenajes al género.
Miki: Creo que esa es una de las virtudes de Smiley. Como Guillem es tan fan del género, los espectadores pueden encontrar todo el rato guiños a estas películas, incluso también a los propios clichés de esas películas. Está desde la comedia romántica clásica, que aparece mencionada directamente a través del cine de Howard Hawks, hasta cosas más recientes de nuestra generación como 500 días juntos y Alta fidelidad. Son estructuras clásicas y muy similares, pero traídas a esta historia.
Aunque no llegaba a dar nombres concretos, Brays Efe se lamentaba hace unas semanas de que tanto Bosé como Smiley habían fichado a actores que no son gays para interpretar personajes que sí lo son. ¿Cómo vivisteis estos comentarios? ¿Habéis llegado a hablar con él?
Miki: No hemos hablado con él personalmente. Somos conscientes que ese debate puede estar ahí. Es muy legítimo, obviamente, que haya gente del colectivo que quiera que haya personajes protagonistas del colectivo. Con Smiley solo queríamos contar esta historia de la mejor manera posible. Como hablábamos antes, pasamos muchísimos castings y Guillem fue el que decidió que quería que nosotros hiciéramos la serie. Carlos y yo hemos tratado de ser muy respetuosos, entregando nuestro talento, nuestras ganas y nuestra ilusión para hacer llegar esta historia al público.
Carlos: Además, es que Smiley es una serie profundamente diversa, tanto en la ficción como en el rodaje. Tenemos actores, actrices, gente del equipo técnico… que sí están en el colectivo. La comunidad LGTBI está muy representada en la serie.
Kit Connor, el protagonista de Hearstopper, fue obligado a salir del armario como bisexual. Muchos espectadores le exigían en redes sociales que revelara su orientación sexual. Carlos, ¿has vivido algo parecido después de estar años interpretando a Pol, un personaje icónico para la representación LGTBI en la ficción española, en Merlí y en Sapere Aude?
Carlos: La verdad es que no. Nunca me he sentido presionado para hablar de mi vida privada por interpretar a X personaje. A mí no me ha sucedido. Estoy al corriente de lo que pasó con el prota de Heartstopper y es un claro ejemplo de que la necesidad de representación de una parte no puede pasar por encima del derecho de intimidad de los actores. Este chaval se ha llevado un susto que no se tenía que llevar. Supongo que todo el mundo va a aprender de esto y a partir de ahora se hará todo mejor y con cuidado, acompañando a la gente, no presionándola.
Internet ha cambiado las reglas del juego. Hace poco se hizo viral una carta larguísima de una fan de Chris Evans donde le criticaba por echarse novia.
Miki: ¡Toma!
Carlos: Tenemos vidas más allá de las pantallas. Nosotros trabajamos con la ficción y es a lo que nos deberíamos ceñir.