Hay que reconocer que la vuelta al cole da pereza. Da igual qué tipo de alumno seas o fueras en su momento, cuando los anuncios nos lo recuerdan y el universo decide boicotear nuestra paz mental, la rabia nos invade, sabiendo que es cuestión de tiempo que toque sumirse de nuevo en la rutina. Pues algo parecido me ocurre con Élite, que cada vez que anuncia me obliga a lanzar al aire una pregunta: ¿qué más les queda por contar?

Aunque parezca mentira y cueste asumirlo, la gente ha acudido a la serie en masa desde que se estrenó en 2018 y ha sido un éxito incontestable de audiencias, coronándose como una de las series más vistas de Netflix junto a La casa de papel.

Como parece ser el único criterio que tiene en cuenta la plataforma a la hora de renovar sus producciones, la serie siguió adelante y parece haber encontrado el momento de parar y poner fin a una fórmula que se agotó con la tercera entrega, un lugar que podría haber sido el ideal para dar con un final a la altura.

Después del estreno de la temporada 7, que ya está disponible en streaming, y según reveló EL ESPAÑOL en exclusiva, la serie se despedirá definitivamente con la temporada 8, poniendo el broche final a un fenómeno evidente y que no sólo viene de un simple golpe de suerte.

Sus creadores Carlos Montero, Darío Madrona y Jaime Vaca conocen las inquietudes de la juventud de ahora, y supieron aprovechar su destreza como guionistas para reflejarlas, entremedias de abundantes escenas de sexo y un desfile de cuerpos normativos.

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Hace falta tener talento para seguir generando interés con tan poca sustancia a estas alturas, porque a pesar de que la serie es consciente de las normas del juego, también ha sido lo suficientemente entretenida como para enganchar a su público, que le ha jurado fidelidad a lo largo de estos últimos cinco años. 

En la nueva entrega, Omar (Omar Ayuso) lleva una nueva vida en la universidad y lejos de Las Encinas, pero no consigue pasar página. La culpa que siente por la muerte de Samuel y el sufrimiento de aquella etapa siguen muy presentes y le han llevado a hacer terapia. Gracias a unas prácticas, decide volver al colegio donde ocurrió todo para enfrentarse a sus fantasmas cara a cara.

A través del viaje y de los ojos de Omar descubriremos que el resto de alumnos también están batallando en silencio con sus propios infiernos. Porque la temporada 7 de Élite aborda la salud mental y cómo la mayoría de nosotros la descuida por miedo o desconocimiento.

Aunque es cierto que el regreso es interesante de Omar Ayuso por intentar evocar el espíritu de los inicios de la serie, y que la serie busca sorprender con la potentísima -y bizarra- incorporación de Maribel Verdú a la trama, ninguno de los dos son una razón suficiente para generar suficiente curiosidad por la trama de esta temporada.

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Ambos lo intentan y acaparan la atención, o al menos en los tres primeros episodios que nos han dado a los medios, pero no son suficiente razón ni aportan la profundidad que buscarías para convencerte de querer seguir adelante. 

Tampoco Mirela Balic como Chloe, que aunque sí que cumple dando vida al personaje más extravagante y arrebatador de esta entrega, acaba quedándose en un intento de replicar a Lucrecia, viviendo del recuerdo que fue el personaje al que interpretó Danna Paola. 

Y aunque sí que es digno reconocer que Élite sabe cómo interpelar al espectador con sus temas sociales, aunque lo haga a grandes rasgos y pasando muy por encima de ellos en algunos casos, sigue desaprovechando el poco aire fresco que había dejado entrar.

Otro ejemplo de ello es el personaje de Eric, que en realidad es una oportunidad perdida de mostrar que el activismo político puede ser algo positivo y capaz de remover o cambiar un poco las cosas. Algo necesario, especialmente entre el sector de la población más juvenil al que va dirigida la serie, que suele mostrar desinterés ante este tipo de inquietudes. 

Al final, la serie se ha adaptado a los cambios, siendo flexible en su historia y sabiendo qué tipo de producto quiere ser, pero también ha terminado siendo como aquel compañero de clase que se sentaba en la última fila y que se ha quedado sin ideas para llamar la atención del resto de estudiantes.