Aunque dividir la temporada final de The Crown en dos partes es un movimiento puramente estratégico, narrativamente ha demostrado ser una decisión acertada, porque la muerte de Diana de Gales marcó un punto de inflexión en la vida privada y la imagen pública de la monarquía británica y marca también el de esta sexta entrega.
En cuanto empieza Guillermomanía, el primer episodio de esta segunda parte, queda claro que el corte está justificado desde el punto de vista narrativo y también del práctico, porque consigue que la transición entre los actores que interpretan a los príncipes Guillermo y Enrique sea fluida.
En 1997, cuando murió su madre, los príncipes tenían 15 y 13 años respectivamente. En la primera parte de esta sexta temporada la serie debía reforzar la idea de que en ese momento eran unos niños, y aunque cuando comienza el quinto episodio solo han pasado unas semanas desde aquel triste suceso, era necesario que otros actores (Ed McVey y Luther Ford) tomaran el relevo porque en los episodios restantes deben interpretarles en su etapa universitaria.
Si alguien ha decidido esperar para ver la temporada completa en maratón o empieza a ver esta segunda parte tras haber acabado la primera recientemente, puede que sienta un poco de confusión con el cambio de actores de un episodio a otro, porque en un primer momento pensará que ha habido un salto temporal. Sin embargo, la narración despeja cualquier duda rápidamente.
Esta segunda parte pone su foco principalmente en dos personajes: la reina Isabel II y el príncipe Guillermo. También tiene cierto protagonismo Tony Blair, aunque siempre lo hace en contraposición a la monarca y no como ente independiente. Como telón de fondo, el eterno debate que cuestiona la existencia de la monarquía en general, y la británica en particular, que tras la muerte de Lady Di fue más cuestionada que nunca.
Un debate que Morgan resuelve demostrando, como siempre ha hecho, una gran admiración y respeto por la figura de Isabel II. Porque a pesar de las críticas públicas que se le han hecho a la serie de Netflix, en seis temporadas su creador no ha hecho otra cosa que intentar humanizar a la familia real.
Principalmente a la monarca, a quien le reconoce el sacrificio personal que hizo desde que se vio obligada a acceder el trono, el honor y orgullo con el que ha cumplido su deber y su disposición a adaptarse a los cambios. Al menos a algunos. Y de esos a los que más le convienen, aunque ante los ojos de Morgan eso no le reste ni una pizca de integridad.
A pesar de que están relegados a un segundo plano, la serie también encuentra espacio para darle momentos íntimos y emotivos al príncipe Felipe y al príncipe Carlos, que en su caso, a diferencia de Blair, no orbitan alrededor de Isabel II sino del príncipe Guillermo.
Esas escenas que imaginan esas conversaciones íntimas que supuestamente ocurrieron a puerta cerrada, y cuyo contenido exacto solo conocen las dos personas que estuviesen involucradas, siempre han sido lo más excelso de The Crown.
Ya sea una audiencia de Isabel II con el primer ministro de turno, esas en las que ella consigue ganarse su respeto en contra de cualquier prejuicio; una discusión entre padre e hijo que trasciende toda jerarquía monárquica; o una charla como la de cualquier abuela con su nieto, en esos momentos la serie siempre consigue que nos olvidemos de los absurdos privilegios que disfruta la Familia Real. Y ese es su mayor mérito.
Si sois de los que disfrutáis más con la parte política o la historia centrada en Isabel II, en esta segunda parte os reconciliaréis con la serie. Si conforme la narración se ha ido acercando a este siglo y os gusta la parte más de prensa del corazón, tendréis una buena dosis, porque la serie reconstruye toda la relación del príncipe Guillermo y Kate Middleton desde un supuesto encuentro casual en 1996. Y sugiere alguna maquinación por parte de Carole (Eve Best), la madre de la actual princesa de Gales.
Yo pertenezco al primer grupo. Si como para mí vuestros momentos favoritos son los que comparten la reina y su hermana Margarita, os gustará y conmoverá especialmente el episodio 6x08, titulado Ritz, el mejor de la temporada. Porque The Crown siempre es mejor cuando se centra en Isabel II. Además, incluye escenas de ambas en 1945 y Viola Prettejohn como versión joven de Claire Foy es tan perfecta que parece irreal.
A falta de ver el último episodio, porque Netflix solo adelanto cinco a la prensa española, este fue, para mí, el punto álgido de esta entrega. Y fue tan especial y memorable que justifica la existencia de toda la temporada.
La parte 2 de la temporada final de 'The Crown' está disponible en Netflix.