La casa de papel no fue sólo un fenómeno global, sino que también marcó un punto de inflexión para la ficción televisiva en España, logrando cuestionar el término frontera desde todos los ángulos, todo ello a través de Netflix. A pesar de no ser una serie original de la plataforma, sería esta la que llevaría la producción de Álex Pina y Esther Martínez Lobato hasta lo más alto.
Después de este éxito inconmensurable, era cuestión de tiempo que la serie regresara y, a pesar de tener un final cerrado, se planteó traer de vuelta este universo a través de uno de sus personajes.
El elegido fue Berlín, que aunque fuera uno de los más despreciables de la ficción, también era uno de los más queridos entre los fans. Y era una buena idea aferrarse a él para intentar prolongar el éxito en el tiempo con algo más que la versión coreana.
Aunque esta serie precuela rehuya del presente, no debemos olvidar que Berlín (al que interpreta Pedro Alonso) se presentó como el líder del primer atraco de La casa de papel. Su función era asegurarse de que el plan fuera un éxito, sin importar el precio a pagar, y aunque era la personificación de todo lo abominable de la sociedad, su trayectoria en la serie le hizo ganarse el corazón del público y siguió en la serie hasta su final.
Es cierto que hay muchos otros personajes que podrían haber tenido un spin-off, pero ninguno de ellos generó el mismo amor-odio con los espectadores como lo hizo Berlín, que dio razones de sobra para odiarlo. Por eso, Netflix siguió adelante con la precuela que lleva su nombre, que se estrena el 29 de diciembre y viaja al pasado para dar a conocer sus orígenes.
Primeros atracos
Siendo conscientes de lo trascendental que había sido Berlín para una gran parte de los espectadores, los creadores de La casa de papel quisieron resucitarle de alguna manera, a pesar de que diera su vida por los atracadores en el final de la segunda temporada. Y traerle de vuelta a través de los flashbacks fue una gran idea, aunque no pareció suficiente para profundizar en el pasado del personaje.
Por ello, Berlín regresa en esta serie precuela que lleva su nombre y que se ambienta en el pasado, cuando en el mejor momento de su vida, planeó robar una colección de joyas por valor de 44 millones de euros. O más concretamente, hacerlas desaparecer delante de los ojos de los vigilantes.
Diferentes pero iguales
Para poder llevar a cabo esta gran hazaña y poner a prueba su ingenio, Berlín contará con la ayuda de un grupo de secuaces que, aunque quieran parecerse al icónico grupo que todos recordamos, se quedan más bien en un calco sin alma de lo que fueron los protagonistas de La casa de papel.
Es imposible no acordarse del Profesor al ver a Damián (Tristán Ulloa), de Tokio al ver a Cameron (Begoña Vargas) o pensar en Rio al ver a Keila (Michelle Jenner) y a Roi (Julio Peña), y aunque no fuera la intención y sea un producto ligero y entretenido, Berlín acaba yéndose por otros derroteros y termina siendo como un pasatiempo de revista donde los espectadores se ven obligados a encontrar las 7 diferencias entre la serie original y el spin-off.
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Quizá el esfuerzo creativo se palpe a través del colorido que impregna todo o en la manera en la que se elimina el tono reivindicativo y social -que, por cierto, fue lo enganchó a otros muchos espectadores-, pero en ocasiones un guionista o director tiene que saber cuándo es un buen momento para poner punto y final. O, al menos, cuándo empieza a notarse a la legua que la prioridad son los números antes que una buena historia.
Cuando se trata de una serie como La casa de papel, que bebe del éxito de un fenómeno televisivo sin parangón, resulta muy complicado huir de la nostalgia y de la presión y exigencia que obliga a generar más éxito. Y por eso hay que reconocer que el papel de Berlín como serie era complicado, y que es todo un logro que conserve la esencia de la serie de atracos disfrutona que fue su predecesora. Pero también cae en un terreno pantanoso: viajar al pasado para idealizarlo y romantizarlo o utilizarlo para blanquear el presente de un personaje repugnante.
El peligro de idealizar
Es posible que muchos espectadores sientan curiosidad por la persona que fue Berlín antes de sacrificarse por el equipo y convertirse en mártir. Pero también habrá otros que verán el spin-off sin olvidar que en La casa de papel, Berlín amenazó con matar a una rehén embarazada, traicionó a Tokio y llegó a violar a una de las rehenes durante el primer atraco.
Es cierto que nadie ha negado que Berlín sea alguien misógino, narcisista e incluso un psicópata despreciable. Pero por eso mismo es casi peligroso hablar de su pasado desde el romanticismo, porque esta visión colorida y el hecho de que tenga sentimientos o se enamorase profundamente en París no justifica el tipo de persona en la que se convirtió después.
Es una lástima, pero la sensación que da Berlín es que se ha escrito para alargar el éxito de la serie original y para blanquear las acciones que cometió su protagonista. Y es una prueba de que los creadores no han captado bien el mensaje de la audiencia. Porque a los espectadores nos fascinan los villanos o antagonistas simplemente por estar bien escritos tal y como son. Y no queremos que los creadores intenten respaldar sus actos para hacerles parecer menos miserables.