A primera vista, The Office, Friends, Anatomía de GreySuits y S.W.A.T. son series que no tienen nada en común. No comparten ni género, ni los temas que tratan, el universo en el que se desarrollan o el perfil de sus personajes, sin embargo, todas han atraído a millones de nuevos espectadores cuando han entrado en el catálogo de Netflix. Y lo han hecho varios años (o décadas) después de haberse estrenado en sus canales originales.

La irrupción del streaming marcó una ruptura con las formas convencionales de hacer series y de contar historias, lo que llevó a una sofisticación del público, que abandonó la televisión tradicional.

En los últimos años, lo que se ha estilado son las historias serializadas al máximo, con temporadas cortas y episodios de duración tan indeterminada como faltos de estructura. Las series se estrenan, se ven en un fin de semana y pasamos a otra cosa. Son demasiado efímeras para dejar huella.

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Por razones presupuestarias que han disfrazado de audacia, riesgo y libertad, el cable premium y el streaming han dejado fuera de su sistema las series de temporadas largas, y la gran mayoría, con suerte, solo llegan a los 40 episodios en total divididos en varias entregas cortas que suelen estrenarse completas o en bloques.

Las series en abierto, en cambio, siguen un calendario de emisión semanal de temporadas de 20 episodios que hace que el espectador pase ocho meses con los protagonistas que habitan sus historias, por lo que los verá casi con más frecuencia que a su propia familia y vivirá sus movidas como propias.

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Cuando alguien nos recomienda una serie nueva, si no hay algo en su premisa, creadores o protagonistas que nos resulte irremediablemente irresistible, el instinto será decir que no tenemos tiempo para ver más series. Porque realmente no tenemos tiempo, pero sobre todo ganas, para seguir dándole una oportunidad todo lo que se estrena solo por ver qué tal.

Sin embargo, la reacción es diferente cuando en el catálogo de una plataforma de repente aparecen las X temporadas completas de una serie que vimos hace años y de la que guardamos un buen recuerdo; de una de la que siempre hemos tenido buenas referencias y no pudimos ver en su momento; o de otra que con sus más de 100 episodios en el horizonte nos garantizan que tendremos una buena alternativa a mano cuando más lo necesitemos.

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Porque eso son las series de toda la vida: una amiga en la que siempre puedes confiar. Hay pocas cosas más reconfortantes que darle al play a un episodio con la seguridad de que puedes desconectar, porque sabes lo que vas a encontrar; porque no habrá sorpresas incómodas o escenas perturbadoras que te dejen con el estómago revuelto el resto de la semana.

Darle al play con la tranquilidad de que vamos a pasar un rato con personajes que nos caen bien como para dejarlos entrar en nuestro salón, pero que en realidad queremos como si fueran nuestros hijos. La tranquilidad de que al final del episodio o del arco los conflictos se habrán resuelto, el criminal habrá ido a la cárcel o el villano habrá sido derrotado.

'This is Us'

Estas series nos abren las puertas a un mundo en el que nos sentimos seguros, en el que estamos tan a gusto que es un placer tener veintenas de episodios disponibles, no para acabar la serie enseguida y pasar a la siguiente, sino para que nos hagan compañía durante el mayor tiempo posible.

Da igual lo inteligente que sea un guion, lo revolucionaria de una premisa, el estatus del elenco de actores, qué tan alto sea un presupuesto y lo mucho que luzca en pantalla una ficción de las llamadas "de prestigio", al final, las series de siempre son las que dejan huella de verdad.