Aunque cada vez haya más variedad de fuentes de entretenimiento en el audiovisual, lo cierto es que la representación en pantalla no ha evolucionado al mismo ritmo. Puede que haya quien piense que se trata de una mal llamada ‘discriminación positiva’ lo que se está haciendo en muchas series o películas al incluir cada vez más personajes racializados o del colectivo LGTBIQ+ en el centro de la narrativa, pero lo cierto es que, después de muchísimos años, siguen faltando referentes en pantalla. Y nunca serán suficientes.
Concretamente, si nos fijamos en la representación de personas gordas o de talla grande que hay en pantalla, lo cierto es que, en el caso de que la encontremos entre la escasez, suele perpetuar estereotipos realmente dañinos para cualquier tipo de públicos. Y la gran mayoría de las veces se cae en ridiculizar a estos personajes por su peso o en hacer que adelgacen para alcanzar la felicidad. Especialmente si son mujeres.
Sin embargo, los días de la infrarrepresentación se han terminado y empiezan a llegar personajes dispuestos a derribar estas barreras y a cuestionar la forma en la que se les trataba en las historias hasta ahora. Un ejemplo reciente es el de Penelope Featherington (Nicola Coughlan) en Los Bridgerton, que prueba que las chicas gordas tienen derecho a protagonizar sus propias narrativas y también un romance a gran escala.
‘Los Bridgerton’ como referente
Aunque es cierto que fue criticada por perpetuar la gordofobia en sus anteriores temporadas, Los Bridgerton ha sabido reconducir su camino y redimirse, aprovechando su altavoz para dejarle a las personas más jóvenes un espejo en el que poder reflejarse sin miedo.
Algunas generaciones crecieron viendo a Bridget Jones obsesionarse mirando la cifra de la báscula, pero poco a poco la suerte -o el hartazgo- nos empieza a traer otros ejemplos en los que no da tanto pavor mirarse como el de Kat en Euphoria u otros quizá menos conocidos como el de Rae en My Mad Fat Diary -que ojalá se pudiera ver en streaming-.
Y ahora tenemos la suerte de recibir con los brazos abiertos a personajes como Penelope, que mientras interpela a las nuevas generaciones, también se dirige a la niña interior de aquellas espectadoras que alguna vez sintieron que no merecían ser protagonistas de su propia historia ni mucho menos encontrar el amor.
El personaje que buscábamos
Aunque parezca que vivamos en una época de florecimiento en cuanto a una representación más diversa, lo cierto es que cuesta encontrar personajes como el de Penelope, que habita un cuerpo que no suele ser el que encontramos al buscar dentro del género romance. Habría que rebuscar muchísimo y muy a fondo, y acabaríamos marchándonos prácticamente con las manos vacías. Por eso, que un gigante como Los Bridgerton o como Netflix apuesten por ella como la dueña de su propia historia es algo muy inspirador y que se debe reivindicar.
Normalmente, las mujeres gordas suelen aparecer en pantalla como figuras trágicas que tienen vidas miserables por culpa de su peso y cuya personalidad viene definida por el hecho de ser gordas. Siempre marcando el hecho de que deben sentirse culpables o miserables a costa de su cuerpo o, en el mejor de los casos, siendo relegadas a ser la amiga divertida sin más cometido narrativo que ese.
No obstante, a través de la evolución de Penelope en la tercera temporada de Los Bridgerton, se evita caer en los estereotipos mencionados. También desde la perspectiva de Colin, a quien no le importa la visión que tiene la sociedad de ella, sólo la que tiene él.
Y el romance que queríamos
A diferencia de otras comedias románticas que sí que perpetúan los tropos mencionados, el personaje de Penelope no se ve condicionado por el hecho de tener que bajar de peso o para que Colin se fije en ella. Es cierto que se somete a una especie de cambio de imagen, pero esto no tiene nada que ver con la machacada costumbre de mostrar a la típica chica tímida con gafas que se ve obligada y engatusada para ponerse un vestido ajustado. O con lo que decían los libros de la propia hija de los Featherington. En realidad, los cambios que hace la protagonista son un reflejo del control que tiene sobre sí misma.
Por otro lado, el desarrollo de la relación que comparte con Colin también rehúye de la costumbre. Después de tantos años escuchando hasta la saciedad la cantinela de que los cuerpos disidentes o no normativos no son dignos de amor, vemos a Penelope sintiéndose empoderada, sexy, deseada y feliz. Y esto puede servir para recordarnos que las mujeres gordas también pueden enamorarse -y acostarse- con hombres atractivos y sentir que son las dueñas del mundo por un ratito.
Y aunque es cierto que la escena del carruaje ha vuelto locas a muchas espectadoras, sólo ha sido un aperitivo de lo que está por llegar. Con apenas sus cuatro primeros episodios, ya podemos darnos por satisfechos con lo que se ha visto de la temporada 3 hasta ahora. Se puede decir que Penelope Featherington ya es historia de la televisión. Le damos las gracias por poner una piedra más en el camino.