Fernando Iwasaki (Lima, 1961) llega a la cita con EL ESPAÑOL con el chubasquero al hombro. Aunque a nivel de vestuario opte por usar la camisa como única armadura, no son pocas las capas que revisten al peruano en su día a día.
Historiador, escritor, gestor cultural, profesor universitario y habitual de la prensa española, Fernando Iwasaki compagina todas sus facetas personales -que han acabado por ser también las profesionales- con la habilidad de un pintor capaz de ocultar los trazos.
La primera de estas capas, la de historiador, fue la que trajo hasta Sevilla a Fernando Iwasaki. Gracias a una beca universitaria, tuvo la oportunidad de pasar un año investigando en el Archivo de Indias. Ahí conoció la realidad de la vida universitaria española, un entorno que décadas después conocería bien gracias a su papel como profesor en la Universidad Loyola, una faceta que, durante esta entrevista, no es difícil de notar.
La charla de Fernando es pausada, reflexiva, y siempre llena de referencias a quienes han sido sus maestros. La literatura, que quizás pueda verse como su segundo amor, ha sido una constante en su vida. Recuerda los poemas que recitaba de memoria a su madre cuando niño, y cómo esos mismos poemas los han mantenido unidos aunque en los últimos tiempos fuese esa misma memoria la que los separaba.
La literatura le ha otorgado un papel señalado en el panorama cultural sevillano. A medio camino entre Perú y España, Fernando Iwasaki sirve como puente entre la literatura del viejo y el nuevo continente. Así lo considera la Asociación Feria del Libro de Sevilla, que este año le otorga el premio Figura del Año por este motivo.
Charlamos mientras nos dirigimos a su clase de 'Comunicación argumentativa'. Conoce a sus alumnos por su nombre y saben en qué lugar de la clase se sientan. No hace falta esperar para darse cuenta de que Fernando encarna a un profesor socrático, que lanza las preguntas adecuadas para que sean sus alumnos quienes den a luz a la lección.
En el papel de preguntado, Iwasaki no tiene problemas en abordar todas y cada una de sus facetas. Hablamos sobre las humanidades y la educación, la memoria y la corrección política, la literatura y la política.
Aún no había recibido un premio sevillano, en su ciudad de acogida. ¿Qué significa?
Me haría ilusión que significara que entonces soy más sevillano todavía, pues ya me sentía así por mi esposa y por mis hijos, por mis años de residencia y por la amistad que me obsequian a diario.
La Feria le premia por ser la "Figura del año". ¿A quién premiaría usted como figura del año?
Ignacio Garmendia o Antonio Rivero Taravillo tienen más méritos que yo para haber sido premiados por la Feria del Libro.
Se le reconoce como "puente entre literaturas de América Latina y España". ¿Qué debe aprender una tradición literaria de la otra?
Es curioso, a la literatura española le haría falta reconocer su tradición americana y a la literatura latinoamericana le vendría de maravilla reconocer sus deudas con la literatura española. Por ejemplo, sin el boom las obras de Muñoz Molina, Luis Landero, Almudena Grandes, Juan Bonilla o Javier Cercas no habrían sido las mismas, de la misma forma que sin Darío, Huidobro, Neruda, Vallejo, Paz y Borges la poesía española no habría evolucionado.
"Los autores latinoamericanos no quieren admitir que leen a los españoles, porque te apostrofan de españolista, de colonialista".
En el caso de América Latina, muchos autores ocultaron sus deudas con Ortega y Unamuno por prejuicios, tal como ahora otros tantos disimulan las influencias de Marías o Vila-Matas. Menos mal que la excepción que confirma la regla la encarnan las escritoras latinoamericanas, quienes sí se reconocen lectoras de Sara Mesa.
Al no reconocer la influencia española en América Latina, ¿se quiere borrar el vínculo colonial?
Es como si a los autores latinoamericanos les diera vergüenza decir que leen a autores españoles. Prefieren decir que leen a un inglés, o a Murakami, que es japonés. En el fondo están leyendo a Vila-Matas, a Manuel Vilas… No lo quieren admitir, porque te apostrofan de españolista, de colonialista. Me parece una gran tontería, porque si disfrutas leyendo a Vila-Matas, ¿por qué no lo dices?
Usted sirve de puente entre continentes, pero... ¿cómo de cerca están España y América?
La pregunta consiente varias respuestas. En lo gastronómico, en lo político y en lo editorial estamos cerquísima, pues en España ya se come buena comida latinoamericana, el gobierno español es un satélite bolivariano en Europa y sin las multinacionales editoriales españolas no se conocería la literatura latinoamericana contemporánea.
Sin embargo, en lo futbolístico, en los servicios públicos y en lo relativo al Estado del Bienestar estamos a años luz de distancia, pues nuestros clubes no son profesionales, nuestros servicios públicos tratan al ciudadano como súbdito y nuestro Estado del Bienestar es inexistente.
Por qué, entonces, parece que España y el continente tienen que ser dos bandos enfrentados, ¿es real ese sentimiento de revanchismo que a veces se nos transmite? Sobre todo tras los últimos episodios de destrucción de estatuas de Colón y demás...
Los políticos y otras especies que en América Latina reniegan de los vínculos con España o destruyen las estatuas de Colón, son como esos energúmenos que rompen cruces por hermosas plazas sevillanas o que reivindican a la España musulmana porque no se identifican con lo que vino después.
Es decir, que, esos revanchismos y esos resentimientos son la mejor prueba de lo españoles que podemos ser en América Latina. Por supuesto, me refiero a los españoles del linaje del Conde don Julián.
¿Cuánto de política hay en la literatura? ¿Se entiende una literatura sin política?
Todo consiente una lectura política, aunque el autor no haya tenido la menor intención de meterse en ese charco. Pero de la misma manera que todo consiente una lectura esotérica, conspiranoide, borgeana o bética.
Precisamente, Borges se preguntaba qué pasaría si leyésemos el Quijote como si fuera una novela policial. ¿Por qué el narrador no quería acordarse del nombre de aquel lugar de La Mancha? La lectura policial opera así: buscando culpables… ¡Qué coincidencia! La lectura política también busca culpables.
¿Ensucia la labor artística esa lectura política? ¿Hay que hacer siempre esta lectura de la literatura?
No hay imperativo, lo que hay es gente muy interesada en que se haga. Además, es la típica gente que cuando ve que no va a conseguir nada del escritor dicen que no existe el apolítico, y que el apolítico está también haciendo política.
Pero creo que una persona puede leer desde la más absoluta imparcialidad una novela, por ejemplo, sobre la Guerra Civil, y eso que las novelas publicadas sobre la Guerra Civil en los últimos años tienen un sesgo muy definido. Tú lo puedes leer, y no cambiar tu punto de vista. Creo que eso es muy importante, pero no es lo que se considera normal.
¿Cómo definiría la situación política actual?
Andina, caribeña, centroamericana. Nunca se había parecido más a América Latina la política española, pues estamos a un tris de revivir la "guerra cristera mexicana" o el "peronismo" argentino.
Usted es también profesor universitario. ¿Cree que las humanidades ocupan el lugar que deben en la educación española?
No, pero en eso son tan culpables los partidos de la mayoría del gobierno como los partidos de la oposición, pues la demolición de las Humanidades es igual en Andalucía y Cataluña, Madrid y Extremadura o País Vasco y Asturias. Todos se excusan denigrando la memoria, como si los abogados no necesitaran saberse las leyes, los médicos las patologías y los ingenieros las fórmulas.
Por otro lado, las Humanidades sirven para deliberar, argumentar, mediar e imaginar escenarios futuros. Sin ellas, seremos más pobres de espíritu. Es decir, menos humanos.
Queremos enfrentar el estudio memorístico y el desarrollo del pensamiento crítico, como si hubiera una educación de primera y de segunda, ¿no?
No creo que haya una educación de primera y de segunda. Lo que creo es que hay profesores que tienen una coherencia personal mucho más acusada que otros. Porque me consta que hay muchos maestros que van a Cataluña a enseñar, y escuchan, por ejemplo, que ha habido un rey catalán, y se quedan callados.
Dirán, "pues vivo aquí, y no quiero que me persigan". Esa persona podría estar presionada. Pero en Andalucía no tenemos ninguna presión, y parece que el sistema nos insta a defender tonterías, cosas que son completamente absurdas.
¿Cuál cree que es el futuro de las humanidades, y qué futuro nos espera a nosotros si se dejan las humanidades de lado?
Mi yerno es un biofísico alemán que enseña e investiga en la ETH de Zúrich. Sin embargo, estudió 6 años de latín en secundaria y bachillerato. Comencemos reconociendo que, en España, ni siquiera los alumnos que eligen itinerarios de Humanidades estudian latín más de 2 años.
Lo que nos espera es un futuro donde nadie entenderá -por ejemplo- qué representan las pinturas del Museo del Prado y aparecerá un ministro que propondrá venderlas para poder pagar nuestras pensiones.
La realidad es que cada vez tendremos menos base para valorar una obra...
Eso me parece terrible, perder el carácter contemporáneo de los más jóvenes. Es decir, es muy posible que la generación de tu abuela, o tu bisabuela, haya compartido lecturas conmigo. No ocurre lo mismo con los jóvenes de ahora, que ignoran casi todo.
"Dicen, "qué horror, ser obligado a votar", pero la democracia no es gratis. Nos cuesta muchísimo mantenerla".
Pero no solo vamos a tener menos base para valorar una obra, sino también para valorar lo que dice un candidato político. No le vamos a entender. Eso es lo que me parece más preocupante: que los políticos hablen sobre cosas que la gente no entiende, por falta de conocimiento y de información.
Si no entienden el mensaje político, ¿qué motiva el voto entonces?
(Largo silencio). La presión de votar por los bloques. Me da mucha pena, en América Latina por lo menos votar es obligatorio. Si no votas, no renuevas el pasaporte, ni el DNI, o te prohíben salir al extranjero. Dicen, "qué horror, ser obligado a votar", pero la democracia no es gratis. Nos cuesta muchísimo mantenerla, y hay muchos chiringuitos democráticos.
Yo creo que hay niveles dentro de los que votamos, e igual que a mí no se me ocurre no votar, hay gente que no tiene ningún problema. Dicen que están jartos de votar. No debería ser así de ninguna de manera.
Usted se presenta como lector que escribe. ¿Se puede ser escritor sin referencias?
Para mí, eso sería imposible, pues sólo la arrogancia y la vanidad podrían explicar por qué algunos autores aseguran que no leen a nadie para no contaminar su estilo. ¿Se puede ser torero sin haber visto torear? No. ¿Se puede ser chef sin haber probado bocado? Tampoco.
¿Se puede ser músico sin haber escuchado música? Menos. ¿Quién que no haya pateado alguna vez un balón a portería, no ha soñado con hacer una jugada inspirada por Pelé o Maradona? Por eso, presumir de ser poeta sin leer poesía o de ser novelista sin leer novelas es de farsantes o de tontos del culo.
Usted es historiador y hablar de historia en España es complicado sin caer en el señalamiento de bandos o partidos. ¿Cómo cree que debe resolverse el problema existente en España en torno a la memoria histórica? Parece que aún no cicatriza la herida de la Guerra Civil sobre todo tras la proliferación de partidos más extremos.
Estamos ante un tema muy complicado, pero que marca otra diferencia con respecto a América Latina, donde casi todos los países hispanoamericanos han abierto procesos de paz, perdón, memoria y reconciliación. Lo que ocurre es que allá, instituciones como la Iglesia o las universidades (públicas y privadas) son mediadoras y se les reconoce poder de interlocución. Algo impensable en España.
Por lo tanto, en lo que respecta a la memoria de la Guerra Civil, creo que ahora mismo se trata de un problema sin solución, pero con el que debemos aprender a convivir, como si se tratara de una enfermedad crónica. ¿Pudo evitarse? Quizá, pero para eso quien debería haber propuesto la búsqueda de restos en cunetas y fosas comunes debería haber sido José María Aznar cuando disfrutó de una mayoría absoluta.
Y por eso me atrevo a decir que el PNV debería liderar el proceso de memoria de los años de plomo del terrorismo de ETA, pues si no lo hace quedará como el PP o Vox ante la ley de memoria histórica.
Usted está a caballo entre la historia y la literatura. Y también entre España y Perú. ¿Cree que ambas cuestiones se complementan? ¿Le gusta vivir en ese medio camino entre un lado y otro?
Me gusta ser alguien que habita en esa zonas de pliegues y resquebrajaduras, pues me siento peruano y español, andino y andaluz, europeo y latinoamericano, oriental y occidental. Y no se trata de estar a caballo, sino de ser a caballo. Pienso en Pablo de Tarso, aquel ciudadano romano que nació en Persia, en una antigua colonia griega poblada por judíos. Hoy la humanidad se parece más a San Pablo que a San Pedro.
Pero a pesar de que la humanidad es más Pablo de Tarso, continúan los conflictos interculturales...
Este tema es complejo y se tiene que analizar por países. España en ese sentido es uno de los países más atrasados de Europa. Es el país de los ocho apellidos cristianos, porque de ahí sale la limpieza de sangre, que es un concepto que, felizmente, ha desaparecido. En España demostrar la pureza era esencial. Por eso es que aquí es más lento aprender idiomas, o tener una inmersión en otras culturas.
Pero España en los últimos años ha cambiado muchísimo, aunque esos cambios solo los puede comprender la generación de tus abuelos. Tú has nacido ya en esta situación donde te parecen normales muchas cosas, como si hubieran existido toda la vida. Pero no: aquí ha habido mucha resistencia a muchas cosas, y la verdad es que a mí me llama la atención cómo hemos interiorizado de manera muy veloz cambios que son brutales desde el punto de vista de la tradición española.
De ahí la importancia de la memoria…
¡Pero es que la memoria es esencial! Yo no entiendo cómo esta gente de los ministerios sataniza la memoria, cuando sin memoria un médico no te puede diagnosticar.
Le he escuchado en diversas ocasiones hablar sobre este tema... ¿Cree que hacer una revisión de obras en clave ideológica actual es perder esa memoria que recoge la literatura?
Las revisiones ideológicas son inevitables, pero felizmente las ideologías tienen fecha de caducidad. ¿Alguien se imaginaba en la revolucionaria década de los 60, que la Cancelación Cultural condenaría todo lo que aquellos revolucionarios reivindicaban? No obstante, lo que salva a la literatura es la existencia de los clásicos. Por lo tanto, no me preocupan esas revisiones, porque sé que todos seremos olvidados menos los clásicos, que son los únicos que cuentan.
¿Cómo definiría un clásico?
Italo Calvino, en 'Por qué leer los clásicos', inicia diciendo que un clásico es aquel autor cuya lectura no acaba nunca. Regresas muchas veces a él, y leyéndolo descubres cosas que nunca te habrías imaginado. Eso hace que un autor como Cervantes, Darío, o Italo Calvino estén siempre recomendados.
Me parece que un clásico es aquel que no pasa de moda porque te permite que, por su definición de las cosas, te apropies de esos conceptos, en el buen sentido de la expresión. Me parece que los clásicos son los que han leído aquello que tú también deberías haber leído, y con ellos puedes conversar de alguna manera.
¿Se atrevería a decirme un título que cree que se convertirá en clásico?
Un libro como tal, no, pero sí autores. Roberto Bolaños será un clásico. La mexicana Cristina Rivera Garza no sé si se convertirá en una clásica, pero sí que está cerca.
Y sobre lo "políticamente correcto"... ¿se ha autocensurado usted alguna vez?
No. Y, más bien, considero un reto literario del máximo nivel, caminar por la cuerda floja del humor para desafiar a los modernos inquisidores. Pero insisto en el humor, porque a través de la solemnidad y la severidad no vamos a conseguir nada.
"Mi nieto se llama Liam Iwasaki Scholz. No hay rastros del Perú o de España en su nombre, pero se desliza por los toboganes de Zürich al grito de '¡Mucho Betis!'".
Cervantes creó a un caballero enloquecido por las novelas de caballerías, en una época en la que la Inquisición perseguía a los alumbrados y a las beatas que enloquecieron leyendo mística y vidas de santos. Me interesa tender mi cuerda floja humorística del siglo XXI, tal como Cervantes tendió la suya durante los años tenebrosos de la Contrarreforma.
Una de las frases que le escuché recientemente es que los nombres esconden una historia familiar. ¿Qué esconde un nombre como Fernando Iwasaki Cauti?
Una historia de migraciones que permitieron que en Lima se encontraran hombres y mujeres procedentes de Japón, Ecuador, Perú e Italia; pero esa historia no se ha detenido, porque ha enriquecido su mestizaje en Sevilla y encima se ha ramificado por el centro de Europa, donde mi nieto se llama Liam Iwasaki Scholz. No hay rastros del Perú o de España en su nombre, pero se desliza por los toboganes de Zürich al grito de “¡Mucho Betis!”.
Ha probado casi todos los géneros, como se ve en su último libro publicado, 'Célula Padre'. ¿En cuál de ellos hay más verdad de quién es Fernando?
Como 'Célula Padre' es una “biopsia literaria”, por fuerza debo estar más presente en sus páginas. Si hubiera sido una antología de relatos, sólo habría ADN de mis cuentos; pero 'Célula Padre' tiene ensayos, artículos, crónicas, microrrelatos, capítulos de novela y críticas de fútbol, toros y flamenco. Por eso es una biopsia.
En 'Célula padre' recoge textos que iban a ser efímeros. ¿Cree que es más libre cuando lo que escribe no va a perdurar?
No, pero porque yo tengo una idea de los libros que me gustaría publicar. Y uno es un libro de presentaciones de escritores. Siempre me piden que presente a alguien, y algunas veces, lo reconozco, presento a gente que admiro mucho, o a la que quiero, o a la que admiro y quiero.
Pero también presento a autores a los que no conozco, y que me parece que es importante apoyar. Por distintas razones. A mí me parece esencial que quienes hemos tenido la oportunidad de ser más visibles, presentemos a quienes no son tan visibles, o que recién aparecen. Entonces, esos libros de presentaciones se nutren de todo eso.
No me siento más libre porque los textos sean efímeros, porque yo tengo un plan. Y ese plan es que, si todos esos escritos de presentaciones están juntos, quizás signifiquen algo. Por eso para mí no hay nada efímero.
Precisamente, una de las cualidades que más se repite al escuchar a alguien hablar de usted es su generosidad. ¿De dónde nace?
Yo llegué a Sevilla sin que nadie me conociera. Y yo sé qué personas confiaron en mí, y me dieron oportunidades, no siendo yo solo un desconocido, sino un extranjero. Y esas personas son de carne y hueso: el poeta José Miguel Ullán, que trabajaba en 'Cambio 16'; el periodista Antonio Alférez, Abelardo Linares, editor, poeta y librero de viejo. Y también, por qué no, la gente que en su momento dirigió el 'Diario 16' de Andalucía, o 'ABC de Sevilla', que poco a poco te iban a ofreciendo esa alternativa.
Por eso yo siento que no sería quien soy si no hubiera existido una especie de círculo virtuoso de generosidad. Y ya que yo a esas personas, aparte de estarles muy agradecido, no puedo darles nada, creo que una forma de corresponder a esa generosidad es aplicándola yo.
Muchas veces he pensado que esto es una cosa que tiene que haber, personas que ayuden a los que son desconocidos a darse a conocer. Es el caso, por ejemplo, de Irene Reyes-Noguerol, a la que presenté cuando publicó su primer libro de cuentos. No te quiero dar más nombres, porque va a parecer que me estoy poniendo una medalla, pero es algo de lo que estoy muy satisfecho.
Ya que acaba de empezar la Feria del Libro, le pido algunas recomendaciones. Por ejemplo, ¿algún libro para comprender la España de hoy?
'El infinito en un junco' refleja muy bien la existencia de unos lectores que necesitaban la aparición de una autora como Irene Vallejo, capaz de sobreponerse a mil adversidades con tal de ser feliz a través de la lectura. Ese libro bellísimo cuenta dos historias, como sugería Piglia: la del libro desde que nació como papiro y la de la lectora que desde niña sufrió el acoso de los ignaros energúmenos.
Una lectora que tampoco fue entendida por una universidad que le cerró las puertas. Una lectora que escribía columnas de temas clásicos en el periódico de su ciudad. Una lectora infinita que empezó a urdir su junco mientras acompañaba a su niño enfermo en eternas noches de hospital. Lo mejor de España lo representa Irene Vallejo y la legión de lectores que desde España la han convertido en una referencia global de amor a la lectura.
Dígame un libro que piensa leer a su nieto.
El 'Manual de zoología fantástica' de Borges, porque a mi nieto ya lo inicié en las 3 "B": Borges, los Beatles y el Betis.
Dígame un libro para comprenderle a usted.
'La Cartuja de Parma' de Stendhal. Cuando era joven me creía Fabrizio del Dongo, pero ahora me conformaría con ser el Conde Mosca.
Por último, ¿cómo ve el futuro de los escritores en España? ¿Qué le diría a un joven escritor que va a iniciarse en este mundo?
Como no existe el epígrafe de "escritor" para Hacienda, a ese joven escritor español le sugeriría que se diera de alta como autónomo en el epígrafe de escayolista o carpintero, pues así podrá desgravar el tóner de la impresora o hasta un nuevo ordenador, gastos que Hacienda rechaza cuando uno se da de alta, por ejemplo, como periodista. Qué raro que para Hacienda no existan los escritores, existiendo tantos premios, ¿no?