No había más tela disponible que las lentejuelas. Es la primera percepción de las alfombra roja de los Grammy Latino de Sevilla. Azul marino, fucsia o dorado; la elección del color obedecía al atrevimiento de los portadores (en vestidos y trajes de chaqueta), como también a su criterio quedaba elegir el sabor de montadito favorito, una opción entre tantas de una gastronomía sevillana que artistas de ambos lados del Atlántico elogiaban. Círculos y círculos para evitar el tabú: ¿y Rosalía y Rauw Alejandro?
¿De qué se habla en una alfombra roja? Del amor. El que se rompe de tanto usarlo, quizá, como anunciaba Rosalía en el arranque de la gala. De Rocío Jurado -de Manuel Alejandro- hay letras y letras, pero ninguna tan oportuna: ese "crujío frío y seco" que rompió una mañana encontró su mejor eco en un pasillo del Fibes de Sevilla, donde la consigna para los equipos de la artista catalana y Rauw Alejandro fue que no coincidieran. Bajo ninguna circunstancia.
Ni foto ni saludo visible. A Rosalía ni se la vislumbró: directa al photocall. Mientras, empezaban a verse los primeros homenajes a Sevilla. Una invitada con un traje de flamenca, otras con algunas coquetas flores en el pelo; de pronto, una chaquetilla torera.
Era Diana Navarro. Rojo andaluz. Otros volantes asomaron y se preveía sutileza hasta que llegó Lola Índigo, que llegó casi velada y dispuesta a hacer obvio su mensaje: "Vengo de morado nazareno. Quiero hacer un homenaje a la Semana Santa". Sin anestesia.
Fueron los momentos más evidentes en una ristra de homenajes a Andalucía, que contó una noche más con sus grandes embajadores y pareció en algún momento casi estallar de orgullo.
"¡Nos faltan los Oscar!, apuntaba Vicky Martín Berrocal, derrochando elegancia junto con Eva González, ambas con diseños de la primera; Sergio Ramos, feliz como entrando en una feria; Manuel Carrasco o Pablo Alborán pletóricos por "jugar en casa"...
También se detuvo Antonio Banderas, dando pistas del alegato de orgullo que arrojaría en el arranque: "pelearemos para que los Grammy vuelvan a Andalucía"; Niña Pastori no quedó atrás, asegurando que es siempre bueno que se viva como se vive en el sur, mientras saboreaba aún la coincidencia de la gala con el Día Mundial del Flamenco.
Si José Saramago bromeó al ganar el Nobel de Literatura diciendo que los portugueses habían crecido "tres centímetros" por el orgullo, en el Fibes parecía que se andaba sobre plataformas.
Y los visitantes extranjeros, ¿qué opinaban de todo esto? "He tomado cañas, he comido montaditos, mejillones..." respondía el mexicano León Leiden, nominado a Mejor Nuevo Artista, a la pregunta estrella: ¿y Sevilla, qué le ha parecido?
Todos parecen haber probado el mini bocado. "¿Qué tal estos días en la ciudad?", se afanaba la prensa desde la barrera. "La gastronomía es espectacular", respondía Carlos Baute.
Tanto se repetía la respuesta que las preguntas intentaban adivinar ya la variedad del montadito, picada la curiosidad como estaba. "Los mejores, los piripi (lomo, bacon, tomate y una salsa secreta)", respondía Omar Montes, enfundado en una chaqueta de lentejuelas. Estallaba la euforia.
Pero pese a la alegría, cada poco alguien volvía a ponerse de puntillas. "¿Es Rauw?", se preguntaba. No lo era. Pasaban y pasaban vestidos con colas que precisaban de al menos dos ayudantes. Y nada. Preguntar sobre el elefante en la habitación era además complicado, porque uno podía llevarse un regaño.
"Solo preguntáis tonterías, ¿a qué viene eso?", espetaba el relaciones públicas del artista, escuchando una entrevista a otro cantante en la que se le preguntaba si veía con más posibilidades de llevarse premios a Rosalía o Rauw.
Encontronazo aparte, cuando llegó el momento, casi ya al final de las cuatro horas de paseos, el puertorriqueño entraba con una exhalación. También se pudo ver la nuca de Fonsi, Juanes o algunas influencers como María Pombo. A Shakira ni siquiera se la intuyó. La suya era ya otra historia, y jamás duró una flor dos primaveras.