El ganadero Santiago Domecq embarcó desde tierras jerezanas hacia la Maestranza un corridón de toros, un manantial de bravura, clase, belleza y armonía. Tanto que un martes y con media plaza ha conseguido calentar la feria, poner el listón por las nubes y sacar en volandas a David de Miranda por la otra puerta de Sevilla, la de cuadrillas, con un lote de ensueño.
La presencia del torero de Trigueros -del pueblo llegaron cuatro autobuses- sobre el albero maestrante se había hecho esperar. Estaba anunciado en 2020 tras su rotundo triunfo en Madrid, pero la pandemia rompió sus expectativas y también la empresa, quien no atendió sus peticiones en los dos siguientes años.
Pero como lo que está pa´uno está pa´uno, 'Diestro' y un gran 'Tabarro', al que para este último algunos paisanos pidieron incluso el indulto, nacieron para regalarle la gloria a David en forma de embestidas, totalmente merecidas por los altibajos en su trayectoria, profesional y personal, desde aquel certamen de 'Huelva busca un torero' y por lo buena persona que es... porque todo influye.
Muy dispuesto y con su honesto toreo por delante con ese quinto, por momentos, hizo vibrar a los tendidos con su concepto valiente y vertical y por la grandeza del animal, que le iba a su vez abriendo los caminos a David. Aunque también en otros faltó cierta fluidez.
La faena fue in crescendo con algunos muletazos más asentados, desmayados, encajados, templados y profundos que arrancaron sinceros oles a los presentes y esa sensación de alegrarte por el prójimo. En este caso por David, que tenía delante a uno de los toros de la feria en unos terrenos donde tampoco era fácil estar ante tal borrachera de bravura.
Presionando al palco para que sacara el pañuelo naranja (el del indulto) y como 'Tabarro' no dejaba de embestir sin abrir la boca, amagó rajándose hacia las tablas, al pasarse de faena, pero más bien por cierto hartazgo. Ya con la plaza entregada, de Miranda se volcó en sus lomos en un segundo intento, que salió con un fuerte golpe aunque el pitón no llegó a calar, soñando con coger con fuerza las dos orejas.
Así fue aunque al presidente también le faltó cierta fluidez en sus ideas - cosa que José Luque Teruel no nos tiene acostumbrados por lo buen aficionado que es- porque cuando sacó el segundo pañuelo blanco ya con las mulillas arrastrando al astado, gran parte del público esperaba el azul y su merecida vuelta al ruedo. Son decisiones que hay que tomar en pocos segundos, pero esta nunca llegó y 'Tabarro' fue un animal que debería haber muerto con esos honores.
El primero de su lote también fue un gran ejemplar. Sin mucho lucimiento en el capote, excepto en los ajustadísimos quites, le abrió el trasteo de muleta con unos mandones y exigentes muletazos con rodilla en tierra que presagiaban un lío gordo por como se movía el percal.
Hubo momentos de mucha quietud y de gran brillantez, pero en su conjunto fue una faena algo desigual, que tampoco pudo rubricar con la espada y tuvo que utilizar el descabello. Eso le privó posiblemente de un triunfo mayor.
[Tarde fría de Domingo de Resurrección en Sevilla a pesar de las orejas de Castella y Roca Rey]
Al primero ya le cortó a una oreja José Garrido, que lo recibió a portagayola y lo lanceó con mucho gusto a la verónica ganándole terreno. Con la muleta siempre controló la embestida, con las manos muy bajas, hasta que el animal se cansó de embestir, y le cortó una merecida oreja tras una gran estocada.
El cuarto, que se arrancó desde lejos al caballo, quizás fue más informal aunque también pareció haberse dolido tras ese puyazo trasero. Garrido intentó abrirle los caminos, pero le ocurrió lo mismo que otras tardes: tiene un bonito mensaje, pero no termina de trasladarlo.
Leo Valadez quizás ligó con la más fea. El bonito colorado tercero no humilló casi nunca y tras lucirse en un vistoso quite por zapopinas, con la muleta se llevó un susto importante por la voltereta que sufrió.
El sexto fue otro toro importante, de dulces y nobles embestidas. Valadez estuvo correcto y templado, aunque aquello no terminó de explotar, y en una tarde así es de tirar la moneda.
Y finalmente también de alegrías por David, porque le puede servir para enderezar su temporada, y por Ignacia, su madre, que habrá paladeado su triunfo tanto como él. Y, por supuesto, por Santiago Domecq porque ahora no sé qué excusa van a poner las figuras para no apuntarse a la del ganadero jerezano. Dicen que los toros se parecen a sus dueños y desde luego hoy han dado su mejor versión.