Otra buena corrida de El Parralejo mantiene el listón ganadero en la feria de Sevilla. Si era difícil superar la gran tarde que dieron el martes los toros de Santiago Domecq, mantenerlo tampoco era fácil.
Hasta cuatro toros han embestido con franqueza del hierro onubense, pero con 'Oloroso' Miguel Ángel Perera ha conseguido entre lágrimas tocar la gloria cuando va a cumplir 20 años de alternativa: abrir la Puerta del Príncipe por primera vez tras rozarla varias.
No lo tenía nada fácil, apartado de los grandes carteles de la feria, se la jugaba todo en esta tarde de preferia, en la que ha peleado para que todo se le volviese de cara. Sobre todo cuando vio aparecer por chiqueros la de ese 'Oloroso', un cinqueño que con esas hechuras no tenía más remedio que embestir.
Y tan bien lo hizo que fue premiado con la vuelta al ruedo, el mismo honor que debería haber recibido ayer 'Tabarro' de Santiago Domecq. Perera ya advirtió en el capote y en el peto, donde lo dejó muy entero, de que el toro era de lío y que tenía en la mano abrir el ansiado umbral al haber cortado una oreja del primero tras una faena muy solvente ante un toro que nunca quiso entregarse.
Por tanto, no dejó que se le amontonaran las ideas por su buena técnica y experiencia y lo citó de rodillas en los medios con un trazo con el que consiguió atemperar su embestida, intentándolo llevar cosido a la muleta en cada serie. Perera le bajó la mano para que rompiera la faena y lo hizo sobre la diestra con unas tandas rotundas en la que el animal también fue a más.
Remató el trasteo con bernadinas y un largo pase de pecho hasta la hombrera, previo a una estocada muy efectiva, que precedió a los dos pañuelos blancos y al azul.
La actitud de Borja Jiménez
Borja Jiménez se ha quedado con las ganas de acompañar a Perera en su salida a hombros. Con una poderosa actitud durante toda la tarde, el de Espartinas sí dejó claro el buen momento en el que se encuentra.
A su primero le cortó una oreja tras lucirse con el capote por verónicas y chicuelinas y con un quite con el que reprendió a Perera con mucha hondura, la misma que tuvo en la muleta.
Muy encajado y tirando de la embestida dibujó muletazos muy meritorios y muy de verdad y un toreo caro al natural rematándolos detrás de la cadera. Con el sexto se fue a portagayola, pero no consiguió su objetivo a pesar de inventarse una faena ante un toro de muy poco compromiso.
Quien se sintió incomprendido en su única tarde en la Maestranza fue Paco Ureña. Tras una faena de mérito y una gran estocada no consiguió conectar con el público. El quinto fue el que menos sirvió de la corrida, sin humillación, y poco pudo hacer con ese silencio que tanto cuesta superar cuando Perera ya tenía en la mano el ansiado umbral.