Sevilla

Sevilla es tierra de múltiples manjares gastronómicos. Muchos de ellos se envuelven entre dos panes. Y es que el montadito es una de las señas de identidad de la ciudad. La tapa perfecta para comer rápido entre cervezas y amigos, pero no hay por qué renunciar a la excelencia culinaria.

De eso saben mucho en la Bodeguita Antonio Romero, donde sirven cada día cientos de unidades del montadito que más triunfa en el centro de Sevilla y cuya fórmula tratan de replicar otros muchos locales.

Se trata del mítico piripi. Todos los que entran en cualquiera de los tres establecimientos de este negocio, estratégicamente situados en el barrio de El Arenal, saben por dónde empezar. Si el camarero ve a un grupo grande, suele preguntar cuántos van a ser, simplemente por ser práctico.

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La receta parece sencilla, pero no es tan fácil conjuntarla como lo hacen en la Bodeguita Antonio Romero. Lleva lomo de cerdo, beicon, queso, una rodaja de tomate y alioli. Cinco ingredientes que se convierten en un único sabor en el paladar.

No hay que olvidar la importancia del pan elegido, una mini viena andaluza, con la suficiente fortaleza para soportar el peso de todos los ingredientes, una textura crujiente y muy cómoda de masticar. Se devora en menos de un minuto. Así, muchos se quedan con ganas de más y repiten.

Además, es apto para intolerantes a la lactosa. Lo sirven también sin queso y apenas pierde sabor.

Muy concurridos

Pese a contar con tres locales, dos de ellos en la calle Antonia Díaz y otro en Arfe, el más amplio, suele ser difícil encontrar un hueco. Se puede reservar, pero los sevillanos acostumbran a lanzarse a la aventura. Se arman de paciencia para buscar su sitio en la barra o en sus mesas altas. También hay mesas para sentarse a almorzar o cenar tranquilamente.

El negocio fue fundado en 1994 por Antonio Romero y María José, de la que han salido todas las joyas culinarias de la bodega. Su carta es muy variada, también en vinos, más allá de los piripis.

La carrillada, la tortilla de patatas, las tortillitas y pavías de bacalao, sus revueltos y carnes son solo un ejemplo de lo que pueden ofrecer. Además, hay guisos típicos como las espinacas con garbanzos o el pisto y otras recetas menos habituales en los bares sevillanos como la pechuga bechamel. Tampoco conviene irse sin probar su montadito de pringá.

En sus 30 años de trayectoria, estos establecimientos se han ganado un hueco imprescindible en el corazón de los sevillanos. Ya no pueden vivir sin sus tapas y raciones, las cuales ya comienzan a adquirir fama fuera de la ciudad.