Sevilla

Kerman Calvo ha sido uno de los ponentes principales en el XV Congreso Español de Sociología, que se ha celebrado en la Universidad Pablo de Olavide desde el jueves y que termina este sábado.

Como experto en diversidad sexual, este Doctor en Sociología por la Universidad de Essex señala algunos de los problemas que sigue acusando el colectivo LGTBI. Según apunta, la condición sexual sigue siendo un "factor condicionante" en cuanto a salidas laborales y hábitos de vida, pese a al carácter tolerante generalizado de España.

Sobre Sevilla, confirma la percepción de que es una sociedad "amigable" con el colectivo LGTBI, con tradición desde los años 70. Todo ello, a pesar de que el "carácter conservador" de algunos de sus grupos sociales haya generado algunos "conflictos", que, en cualquier caso, señala como minoritarios.

- ¿Cómo se interpreta desde la sociología el comportamiento de la sociedad ante la diversidad sexual? 

- La sociología está muy atenta a los avances en en el sistema de valores. Estudia cómo los ciudadanos valoramos cualquier  forma de diversidad. Ha estado muy atenta a cómo cualquier ciudadano en cualquier país empieza a procesar el hecho de que la sexualidad y el género es complejo. La sociología no tiene en sí misma una opinión. Va rastreando y observando que la gran mayoría de las sociedades del mundo, aunque hay excepciones, cada vez son más tolerantes y más abiertas a la realidad diversa. 

- ¿Sigue siendo la orientación sexual y la identidad de género un factor condicionante en la vida de las personas?

- Sí, lo es. Hay mucha gente todavía que se siente violentada o reacciona negativamente a la diversidad. Está claro que, en la medida que sigue existiendo una amenaza, que a veces es muy violenta pero a veces no, existe un rechazo o hay un estigma. Por lo tanto, la orientación sexual y la identidad de género condicionan muchos aspectos de la vida de la persona. Desde la propensión al suicidio, las carreras que se eligen o la ciudad en la que se quiere vivir. Lo es más cuando el estigma es más intenso. Lo es menos cuando las sociedades están más acostumbrados al hecho diverso. Condiciona desde las decisiones de consumo, donde se viaja, a qué modelo de familia se prefiere, cómo se reparten las tareas domésticas y hasta cómo se vota.

- ¿Se puede decir entonces que las personas homosexuales y con una identidad de género diferenciada de su sexo nunca terminan de ser completamente libres? 

- Se ha avanzado mucho. Hay personas que quizás sí que se sientan completamente libres. Sí que es cierto que ninguna sociedad del mundo reconoce la plena igualdad. Hay entornos donde es más fácil vivir que en otros. Los países africanos o del Oriente Medio son los países más hostiles a las personas LGTBI. Es muy complicado ser completamente libre, porque sigue existiendo aún en las sociedades más tolerantes, una minoría de en torno al 20 o 25 por ciento de la población que se siente todavía muy violentada. Es un sentimiento que se viene alentando por los partidos de extrema derecha que lo potencian. Todavía hay mucho por hacer.

- Un 20 por ciento de hostilidad es mucho, ¿no?

- Se ha evolucionado mucho. En países como España, entre un 60 y un 75 por ciento de la población muestra un apoyo absoluto a la diversidad sexual genérica. Lo que ocurre es que las resistencias cada vez son más militantes. Ocurre también con las personas extranjeras. Quién está en contra modernidad lo hace cada vez de manera más ruidosa. Es un fenómeno que está ahí, que todos lo vemos en el comportamiento político del día a día y que las personas LGTBI tienen que sufrir directamente.

- ¿Cómo se distribuyen las personas LGTBI en cuanto al voto?

- La gran mayoría de las personas LGTBI votan a partidos de izquierda. En casi todos los países occidentales. Cuanto más jovenes son, tienen un compromiso más decidido. Se puede entender fácilmente porque son los jóvenes los que casi siempre están más expuestos al bullying y a las violencias. Cuando se llega a determinada edad hacia determinada posición laboral, quizá encuentras maneras de protegerte. Entonces es verdad que en en torno al 20 por ciento del colectivo LGTBI vota a la derecha. No es una realidad absoluta, pero sí hay personas, sobre todo hombres gays de determinada edad, que son más conservadores. Como todos los hombres en general lo son más que las mujeres.

- En cuánto a las carreras laborales y trabajos, ¿por qué sectores se decantan más?

- Las personas que tienen clara su orientación sexual o identidad de género desde que son jóvenes tratan de buscar carreras o salidas profesionales que tengan salidas claras y les puedan brindar independencia financiera lo antes posible. Sobre todo si creen que su entorno familiar es hostil. Sí que hay investigación de hogares formados por mujeres que demuestran que ya desde el principio pensaron en estudiar carreras de ciencias o de gran impacto laboral que les permitieran rápidamente encontrar una salida laboral. Cuanto más amable es tu entorno ese efecto se desvanece. Si te va a apoyar a lo largo de la vida, pues estudio lo que me apetezca, ya sea filosofía o artes.

- ¿Y hay techo de cristal para el colectivo LGTBI?

- Se sabe menos de ese fenómeno. Muchas personas no tienen que revelar su orientación sexual en el trabajo. Existen muchos datos que confirman que las personas LGTBI revelan menos su condición en el entorno laboral que en el entorno privado. Les es más fácil a la mayoría confesarlo a su amigo. El armario es duro y produce angustia, pero el techo de cristal se desdibuja. Quienes más sufren son las personas trans. Por desgracia, tienen una incorporación laboral mucho peor. Es muy difícil encontrar personas trans en en buenas posiciones laborales. Las tasas de desempleo en las mujeres trans rondan el 45%. Hay excepciones, pero ya les gustaría estar pensando en el techo de cristal. No están todavía en la batalla de acceder al mercado laboral.

- ¿Está claro entonces cuál es el colectivo más desfavorecido?

- Sobre todo las mujeres trans. Las personas trans utilizan un concepto que viene del inglés. Se llama ‘passing’. Es como ‘pasar por’ o ‘parecer’. Hay muchos hombres trans que lo tienen. Es decir, no se les nota a no ser que lo digan explícitamente. Sin embargo, las mujeres trans en su mayoría tienen menos ‘passing’. Se enfrentan al estigma. A veces el miedo viene desde casa y puede ser irracional. En un estudio que hicimos hace poco en la Universidad de Salamanca identificamos que buscan menos empleo. Están menos pendientes de las ofertas y a veces no van a las entrevistas. Hay un proceso como de sabotaje interno que todavía hay que explorar y comprender mejor. Explica que, por desgracia, la incorporación laboral de las mujeres trans, sea una asignatura pendiente.

- ¿En qué punto está España?

- Ha habido alguna tensión por la cuestión de la autodeterminación del género. Más allá de eso, España es un país puntero en en el reconocimiento de derechos a las personas LGTBI. En los indicadores internacionales, España sube y baja un poquito, pero siempre, siempre está entre los diez países más avanzados y a veces está entre los cinco mejores. España es una sociedad tolerante, mucho más que la gran mayoría de las sociedades del mundo y ha hecho avances legislativos muy importantes. Italia está a hora y media en avión y su realidad no tiene nada que ver con la española. Incluso Portugal, que no es una una sociedad tan dura con las personas LGTBI como Italia, pero su sociedad no ha avanzado tanto como la española. Este es un país muy tolerante y muy abierto, con independencia de que hay problemas severos que hay que abordar. Está Hazte oír como un movimiento antigénero. Están las políticas de muchos centros.

- ¿Qué ha supuesto la Ley Trans para el colectivo?

- Ha supuesto un cambio fundamental para las personas trans en lo que tiene que ver con la modificación de su inscripción registrada. También se estará notando probablemente en muchos quirófanos, porque la ley prohíbe cirugías de intervención sobre el sexo a personas menores de 12 años. Es decir, por ejemplo, hay personas intersex, personas que nacen con rasgos sexuales diferenciados. Por ejemplo, si el bebé tenía una vulva y un pene saliente, pues por ejemplo se podía cambiar. Eso ya no se puede hacer. Ya veremos cómo se desarrolla la ley, porque tiene un montón de deseos a los que las administraciones tendrán que reaccionar. Necesita ser acompañada de políticas que la desarrollen.

- ¿Ha generado la Ley Trans una reacción negativa en la sociedad?

- Está claro que hay un sector, creo que minoritario, que ha visto como una amenaza la autodeterminación del género. Lo hemos visto en Twitter, en el Parlamento, en la postura de Carmen Calvo. Luego hay personas que, en fraude de ley, tratan un poco de subvertir la norma. Honestamente, es un fenómeno muy marginal. Después del ruido mediático, al final la población trans es muy pequeña. Es una realidad que afecta a pocas personas, con muchos problemas. Ni siquiera el 1 por ciento de la población es trans. Casi todas las personas trans quieren reasignarse quirúrgicamente y hormonarse. El número de personas que quieren cambiarse el género sin pasar por quirófano no es tanto. Sin embargo, había una necesidad un poco simbólica de despatologizar la transexualidad. Eso es lo que explica que casos como el de los militares en Melilla no haya tenido mayor recorrido. Es un poco el argumento muy parecido al de las denuncias falsas.

- Sevilla da la sensación de ser una ciudad muy abierta con la diversidad sexual. ¿Es así?

- Es una ciudad abierta y amable, pero también conservadora. No por su estructura social, sino por la enorme división de clases y de barrios. No es una ciudad particularmente hostil contra el colectivo LGTBI. Ha habido incidentes, como ha habido siempre, pero es una ciudad que ha albergado una zona LGTBI en la Alameda. Ha habido organizaciones desde finales de los años 70 e iniciativas culturales muy interesantes. En general, todo el mundo considera Sevilla como un entorno muy amigable. También se generan conflictos debido al carácter conservador de algunos de los grupos sociales que viven en la ciudad.

- ¿Cuáles son las ciudades más abiertas en España?

- El litoral siempre ha sido más abierto que el interior. Barcelona claramente ha sido siempre una ciudad muy puntera en comprender la complejidad de la diversidad, ya no solo aceptar que tengas un vecino gay, sino en aceptar que tus hijos sean personas no binarias, por ejemplo. Madrid por el propio tamaño de la ciudad, el País Vasco también ha sido siempre una una comunidad muy abierta. Allí las asociaciones tienen buena interlocución con todos los niveles de gobierno y los niveles de agresiones son muy bajos. Barcelona y Madrid destacan, pero todo el litoral en general es más amable con la diversidad que las ciudades de interior.

- ¿Y como está Andalucía?

- Por ejemplo, está Torremolinos, que es un espacio muy pionero para la conformación del espacio lúdico. Cádiz también fue un centro importante para las mujeres trans. Todo el litoral andaluz, desde luego, comparte las características. Es cierto que hay algunos litorales que no son muy aperturistas. Murcia tiene litoral y no es la región más abierta, pero en general las cuencas costeras son muy abiertas por su exposición al turismo, entre otros factores.

- ¿Qué significado tienen hoy las fiestas del Orgullo?

- Hay dos mensajes. Por un lado, el de la sociedad general, como una celebración de la realidad diversa y de lo estupendo que es vivir sin restricciones morales. Sin embargo, el activismo está recuperando una versión más propia de los años 70 y 80, más politizada. La sociedad en general no está tan expuesta, pero es cierto que las amenazas al colectivo LGTBI son más intensas que hace diez años en la medida que hay partidos de extrema derecha en las instituciones, el activismo tiene la percepción de que debe volver a movilizarse.

- ¿Por dónde se puede seguir avanzando en cuanto a políticas públicas?

- Hay que ilegalizar de una vez las terapias de conversión. Luego está la dimensión social, sobre todo de las personas trans y de las mujeres trans. Su incorporación laboral, su relación con la atención primaria. Y luego está el problema creciente de las violencias. Es una realidad que se está manifestando con crudeza en muchas ciudades. Está claro que se necesitan políticas claras para atajar las muestras de odio. Aunque los incidentes en su conjunto quizá no hayan explotado en número, son a veces cada vez más violentos y con consecuencias más dañinas.