La andadura taurina de David de Miranda ha sido un camino de rosas y espinas. Le dio la alternativa José Tomás, abrió la puerta grande de las Ventas, triunfó en la pasada feria de abril se Sevilla...

Pero también estuvo a punto de quedarse postrado de por vida en una silla de ruedas hace seis años y hace cuatro, la pandemia le cortó en seco sus aspiraciones. Sin embargo, el torero de Trigueros nunca desfalleció y el karma de la vida le ha compensado con este 1 de agosto, que nunca olvidará.

Se ha sentido libre; ha toreado, por momentos, a placer en una tarde de ensueño encerrándose con seis toros en su plaza y ha podido indultar a un magnífico ejemplar como ha sido Barba Verde del ganadero, su apoderado y empresario José Luis Pereda.

Pero también poder llamar con un aldabonazo fuerte a las puertas del sistema y de esas grandes ferias. Hasta siete orejas ha cortado tras imprimir seis faenas distintas, con su valentía, poder, quietud como pilares fundamentales, y culminarlas con seis cañonazos de su espada.

Eso sí, la tarde pareció que se partió en dos. Una primera con tres excelentes animales de Santi Domecq, Loreto Charro y ese Barba Verde, y una segunda más desfondada.

De ahí que se fuera a la puerta de toriles a rematar su gesta con un ramillete de vibrantes verónicas y a brindar al público, entregado hasta la médula, a ese último ejemplar de Domínguez Camacho, más soso en sus embestidas y que nunca terminó de entregarse.

Con el recuerdo de Tabarro en la memoria, al que le cortó dos orejas en la Maestranza, el primero de Santi Domecq, muy tocado y escaso de pitones, embistió con clase en primer lugar al quite por tafalleras y después en su muleta, sobre todo por el derecho. Sin embargo, en una de las tandas le echó mano dándole una voltereta muy fea, que afortunadamente se quedó en un susto.

El segundo de Loreto Charro, de bonita estampa, se lo brindó al torero Juan José Padilla, quien pidió permiso para salir al ruedo. El animal derrochó clase desde el quite por saltilleras y David se repuso pasándoselo muy cerca con un soberbio inicio de faena por el pitón izquierdo, llevándose al animal hasta el final de la cadera.

Las primeras tandas fueron de mano baja y ligazón y al final del trasteo apostó por las cercanías hasta poner al público en pie en un ajustadísimo final por bernadinas por lo civil o lo criminal. Tras una estocada hasta la bola, le cortó las dos orejas.

Durante faena del tercero se juntaron los astros y las estrellas. Se lo brindó precisamente a su dueño, al ganadero José Luis Pereda, que escogió para pordedante lo mejor de la Dehesilla, tanto que volverá con vida a su finca. De preciosas hechuras y gran trapío, el animal dio un excelente juego por su entrega, fondo y clase.

Siempre quiso embestir con todo hasta el final, rebosándose en cada muletazo y pidiéndole sitio al torero. Este se entendió con él y fluyó una vibrante faena por ambos pitones bajo los acordes de la marcha Mi Amargura. Por un momento, parecía que iba a salir un palio por allí.

Hubo momentos mágicos de excelso toreo con la figura más desmayada y otros en las que David imprimió su toreo más encimista. No obstante, Barba Verde puso a todo el mundo se puso de acuerdo para hacer volar el pañuelo naranja y dejar en la retina una de las imágenes más bonitas de la Fiesta: un toro ganándose una segunda vida por su bravura.

A partir de ahí la tarde fue a menos. El cuarto de Victorino Martín no fue un barrabás, pero tuvo muchas teclas y nunca quiso entregarse, y el quinto de Villamarta fue otro toro deslucido, que se vino abajo pronto y con el que David se fajó en terrenos comprometidos.

En definitiva, una tarde de reivindicación y de golpe a las puertas de esas ferias, donde año tras año siempre se ve más de lo mismo. Y cuidado porque el aficionado, ese que paga religiosamente, puede llegar a cansarse. Abran paso a ese torero de Trigueros, que empezó a tocar los tambores de guerra hace mucho tiempo.