Sevilla acumula unas semanas de intensas e incesantes lluvias. Los cielos despejados a los que los sevillanos están habituados se han tornado en un gris constante, y dan la sensación de persistir en su presencia. Sin embargo, la situación no acaba aquí, ya que después de las precipitaciones, llegará el frío.
La borrasca Jara, que ofreció sus últimos escollos el pasado martes en la capital, no supone el fin de las precipitaciones. Un frente bautizado como Konrad entrará en juego en la madrugada del miércoles al jueves.
Vendrá acompañado de tormentas hasta en un 95 por ciento y de precipitaciones abundanates, en especial en la mañana del jueves, momento en el que se esperan lluvias de hasta cinco litros por metro cuadrado.
Sin embargo, cuando la lluvia por fin dé una tregua a la ciudad de Sevilla, se prevé una bajada significativa de las temperaturas. Tanto es así que, para el sábado, momento en el que el sol espera ser el protagonista de la jornada, las temperaturas mínimas se situarán en 5 grados, según las predicciones de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
El domingo, por su parte, jornada en la que tampoco se prevén precipitaciones, la temperatura mínima se mantiene baja para la fecha del año, y es que solo aumenta un grado respecto al día anterior, tal y como muestran las gráficas de Aemet.
¿Por qué?
Después de que se produzcan precipitaciones, las temperaturas suelen sufrir un descenso por varios motivos. El principal es la evaporación. Cuando el agua de lluvia cae sobre superficies calientes, parte de esta agua se evapora nuevamente, y para hacerlo necesita absorber calor del suelo y del aire. Este proceso reduce la temperatura ambiental de manera notable.
Además, muchas veces la lluvia llega con frentes fríos o masas de aire más frescas, lo que provoca un reemplazo del aire cálido que estaba en la zona. El resultado es un descenso adicional en la temperatura, ya que el aire frío desplaza al caliente.
Por último, otro factor es la reducción de la radiación solar. Durante y después de la lluvia, las nubes bloquean la luz del sol, lo que evita que el suelo siga calentándose y mantiene el ambiente fresco.