
Las infraestructuras que regulan el paso del Guadalquivir por la capital.
El arma secreta de Sevilla contra la catástrofe de una inundación: se construyó hace un siglo y no falla desde los 60
La capital andaluza siempre ha estado amenazada por las riadas que provocaban los desbordamientos del río Guadalquivir.
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Sevilla siempre ha vivido pendiente del Guadalquivir, un río que le ha dado vida y prosperidad, pero que también ha sido un desafío constante para la ciudad con sus temibles inundaciones.
A lo largo de su historia, las crecidas del río han amenazado la ciudad de manera recurrente, hasta que en 1961, la capital andaluza inició una serie de obras para poner fin a este problema que tanto preocupaba a los sevillanos.
Ese año, la rotura de la presa del Tamarguillo provocó una gran inundación en varias zonas de la ciudad, dejando consecuencias muy graves en sus barrios. Este desastre dejó claro lo urgente que era implementar un plan definitivo para controlar el curso del río y evitar futuras tragedias.
El puente de Triana durante una riada del Guadalquivir.
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Estas intervenciones protegieron las zonas cercanas al río, y sus afluentes, que durante siglos estuvieron expuestas a la posibilidad de sufrir riadas tan devastadoras como la que se vivió en esa época.
Sin embargo, ahora, esa amenaza ha vuelto a resurgir a raíz de las intensas lluvias de los últimos días, que han llenado los embalses de la provincia, provocando una gran crecida del río que atraviesa la capital hispalense.
Las dudas aparecen de nuevo, ya que se prevé una crecida de 5 metros de altura. Y es que embalses como El Gergal o El Agrio, que ya se encontraban a plena capacidad, se han visto obligados a liberar agua para evitar desbordamientos, lo que ha generado una alerta roja en la zona.
Ante esta situación, el Ayuntamiento decidió cerrar por primera vez las compuertas del Parque Vega de Triana, que aguantan hasta 8 metros de altura, y desalojar algunas áreas cercanas al río.
La alameda de Hércules durante una riada del Guadalquivir.
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Año 1948. pic.twitter.com/RuP9wmBIfQ
No obstante, a pesar del repentino aumento del caudal, Sevilla parece seguir estando protegida gracias a las infraestructuras que, aunque desconocidas para muchos, fueron construidas hace ya casi un siglo, fuera de la ciudad.
Y es que el Guadalquivir no siempre ha sido como lo conocemos a día de hoy. Durante siglos, su escasa pendiente y los numerosos meandros a lo largo de su curso favorecían las crecidas y anegaciones en la ciudad.
Cortas del Guadalquivir
Ante esta situación, desde el siglo XVIII, se han hecho cambios en el cauce del río que han ayudado a reducir el riesgo de inundaciones. Sin embargo, a pesar de todos esos trabajos, no fue hasta el siglo XX cuando llegó la verdadera solución: las cortas del Guadalquivir.
En 1926 se construyó la Corta de Tablada, un canal artificial que enderezó el cauce y mejoró el drenaje del río. Aunque este proyecto se ideó en 1859, se retrasó por varias razones, hasta que finalmente se llevó a cabo para facilitar la navegación y reducir el peligro de crecidas.
Basílica del Patrocinio y antiguos puentes del mismo nombre sobre la corta de la vega de Triana.
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Año ¿? pic.twitter.com/wMSHJ66LgA
En 1951 se finalizó la Corta de la Vega de Triana, que eliminó el brazo de los Gordales, creando una isla entre Tablada y Triana, y permitió la construcción de una dársena con esclusas para regular el flujo de agua. Gracias a este sistema, Sevilla pudo controlar mejor el nivel del río y evitar nuevas inundaciones.
La última gran obra se realizó en 1982, con la Corta de la Cartuja, que alejó definitivamente el cauce del centro de la ciudad. Esta intervención permitió que Sevilla ganara un nuevo espacio en la isla de La Cartuja, que más tarde se convertiría en la sede de la Exposición Universal de 1992.
Desde entonces, el sistema ha funcionado perfectamente y a pesar de las intensas lluvias que han sorprendido a la ciudad, Sevilla ha logrado mantenerse a salvo de las riadas que en el pasado eran tan comunes.
Hoy, la ciudad sigue confiando en unas infraestructuras que, casi un siglo después de su construcción, continúan protegiéndola de los peligros que tantos dolores de cabeza dieron por desgracia a sus antepasados.