Muchas veces se nos olvida. Gracias a Dios existe la memoria selectiva que hace que pasado un tiempo desaparezcan los recuerdos negativos de nuestros cerebros. Hace cuatro años estábamos a un día de que el Congreso de los Diputados aprobase prolongar el estado de alarma por quinta vez. Fue un 20 de mayo de 2020 y todavía se necesitaría un mes más de espera antes de que llegáramos a esa “nueva normalidad” (que afortunadamente ya se ha quedado vieja). “Ser capaz de olvidar es la base de la cordura. Recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura” (Jack London).

La rutina de aquellos días hizo que apenas nos queden recuerdos de los tiempos sin romería (2020 y 2021) en los que la Virgen del Rocío permaneció el día de su festividad en Almonte. Romería de ausencias, de streaming, sin carretas ni colores por la Aldea.

En Sevilla daba miedo andar por la Campana o Tetuán sin cruzarte con nadie, volver del periódico en moto sin tráfico por la Barqueta o Torneo, o adentrarse en las calles del barrio de Santa Cruz. Tiempos en los que pasamos de aplaudir en los balcones a los gritos de “queremos test” ¿Recuerdas cuándo un día sí y otro también se anunciaban cierres o traspasos de locales?¿Y las clases de los niños? Menos mal que había Internet. No todo es malo en las redes.

En lugar de patinetes, las calles se llenaron de carritos de la compra. Los canastos y las cuerdas volvieron a los balcones, y las monjas de San Leandro se hicieron virales jugando al baloncesto en un patio.

El cartel de Fiestas Mayores que presentó Fernando Vaquero aquel año (2020) se anunciaba desde un patio. ‘En un patio sevillano caben todas las primaveras’, era el lema. Y nos quedamos dos años sin celebraciones. El de la próxima edición de la Feria del Puerto -que se celebra del 5 al 10 de junio- también se localiza en un patio ¡Ay madre! Menos mal que se ve la noria a lo lejos a través de una puerta. Hay esperanza en la obra de Nuria Barrera. Como la hubo en aquellos tiempos.

“Cuando esto acabe, vuelve al bar donde tomaste la penúltima para tomarte la primera”, decía una acción de Cruzcampo de aquella época. Y así fue, aunque en muchos de los establecimientos ahora tengamos que reservar. Hubo un antes y un después al Covid. Y no solo porque en ocasiones se nos escape un bostezo sin llevarnos la mano a la boca (ventaja de usar mascarilla).

Cuatro años después me gusta recibir los rayos de sol al salir a la calle, saludar a los amigos al pasar, comprar algo en el quiosco, dar un abrazo en un cumpleaños, celebrar la vida en cualquier evento que se presente, ir al trabajo por la Avenida esquivando turistas -aunque esto último no me encante tanto-, o incluso el sonido de las sirenas en las protestas de la Plaza Nueva. “Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza” (Vicente Blasco Ibáñez).

Por fin regresaron las colas al Alcázar, la Catedral recupera la cifra histórica de visitas de antes de la pandemia, los bares y las calles se llenan. Cada vez hay más voces en contra de tanto turismo en nuestras calles. Antes, como ahora, se encuentran pendientes de regulación (aquí y en medio mundo). Pero parece que no hubiésemos aprendido nada de aquello. “El que no sale nunca de su tierra está lleno de prejuicios” (Carlo Goldoni).

El Covid nos cambió la vida. Siempre estaré agradecido a los sanitarios y a todos aquellos que hicieron posible que nos quedáramos con lo mejor de aquellos años y siempre en la memoria los que ya no están. Memoria histórica. Nunca olvidaré aquel Réquiem de Mozart en la Catedral interpretado por la orquesta y coro de la Universidad de Sevilla en el funeral por las víctimas sevillanas de la pandemia. Fue un jueves, 4 de junio de 2020. Hace ahora casi 4 años. Como decía el cardenal Amigo “nunca nos faltará la luz de la esperanza”, así fue y continúa siendo. Celebremos el día a día. Verdaderamente, muchas veces parece que se nos olvida.