Qué no daría yo por empezar de nuevo. El público sevillano, como el calor, reconquistó la ciudad tras años de agotamiento, pandemia y lluvia (también gracias a ACDC). Todo es cíclico, incluida la formación de bullas el día del Corpus Christi. Como una ola la campana de los niños carráncanos anunciaba el inicio del cortejo. Una suerte la de estos pequeños que iban al principio de la procesión, antes de que el sol apriete. Fueron los primeros en salir y en regresar a la Catedral.

Ante tanta representación (muchos son quienes desean acompañar a Dios por las calles de Sevilla) aparecía sobre su paso la Madre Angelita, a quien elevó a los altares en 2003 el Papa que todos los años la espera junto a la puerta del convento de la Encarnación. Ese mismo año salió por las calles dormida, pero desde 2010 es el primero de los pasos de la procesión, aunque desde muchas décadas antes Santa Ángela de la Cruz ya ocupaba un lugar de honor en los corazones de los sevillanos. Algo se nos fue contigo Madre. Mirando al frente, la madre de los pobres nos hace recordar aquello de que la caridad nos abre las puertas del cielo.

A continuación, las santas trianeras parecían conversar sobre lo que les ha dicho la luna. Aunque el jueves, entre las tres campanitas que asoman a la fachada de la miniatura de la Giralda sonaban ecos de amnistía. "No ha cambiado tanto la vida desde el siglo XVIII" me pareció escuchar entre tanto tilín. Aunque al final, como siempre sucede con las olas, todo regresa. "Mira, mira, siguen igual que entonces" decía Justa a Rufina mientras contemplaban al público que apenas comentaba las declaraciones del Congreso. Aquí estamos a otra cosa: es jueves de Corpus. La política de ahora, como la de entonces, solo retroalimenta a sus protagonistas. Las personas con halo de santidad están por encima de todo eso. El pueblo, si llega a fin de mes, también. Y de momento por aquí parece que lo único que ha cambiado es el número de forasteros que forman parte del público.

Tras ellas llegaron San Isidoro y San Leandro, vestidos de obispos, con telas de plata. Si hubiera tenido un termómetro seguro que la temperatura de sus vestimentas había crecido varios grados desde que salieron de la Seo hispalense hasta que hicieron su entrada. Cosas de metales. Pobres sevillanos. Con este calor ¡Ay Madre!

San Fernando, ese hombre que tomó la ciudad en 1248, fue un hito decisivo en el proceso de expansión política y territorial de la Corona de Castilla durante el siglo XIII. El otro día observaba preocupado con su mano izquierda la situación del mundo: "La que está cayendo en Europa". Con la mano derecha, ayudado por Lovera, señalaba hacia Jerusalén cuando giraba desde el Salvador a Villegas (sudeste). El mundo de ahora no es tan diferente al de entonces. Aunque en aquellos tiempos más que separar se hacía piña, y además no había sillas durante el recorrido.

La Inmaculada sigue dulce y en silencio sobre su paso, con las manos unidas y una expresión eterna. La Señora sigue callada, sin querer tomar partido en las conversaciones de los otros santos del cortejo, celebrando, nueve años después, el cuarto centenario del Voto Concepcionista.

El Niño Jesús de Martínez Montañés disfrutaba como lo hacen los niños en la playa, o en las sillas del Corpus, mientras sus padres intentan explicar el porqué de las cosas. La plata de la Custodia Chica, como la de Arfe, brillaban con gran resplandor, como lo hace el sol sobre el mar a última hora de la tarde.

Como una ola se nos fue el Corpus. En doce meses volverá. Rocío también brillaba. La niña que llegaba tarde a casa nos dejó hace ahora 18 años. Sirvan estas letras como homenaje a la artista chipionera. Al final, bien. Como todos los años en breve regresaremos a la orilla. Como las olas...