Acercándose ya la fecha de las vacaciones, hoy he venido desde Sevilla a Marbella para asistir a una cena benéfica del Rotary Club. Para dejar terminado lo más importante en el bufete, ayer terminé a las once de la noche. Y aunque lo mejor hubiera sido no cenar para descansar dado el madrugón a que nos obligaba tomar un tren a las ocho, sin embargó cené con mi esposa en un restaurante cercano más que por comer por tener un rato de asueto.

Al cenar a esas horas, no cogí el sueño pronto y me quedé leyendo hasta tarde, con lo cual dormí muy poco. Entre unas cosas y otras, llegamos a Marbella sobre las doce. Pensábamos ir a la playa, bañarnos, tomar el sol y comer en un restaurante en la zona.

Sin embargo, decidimos ir a la piscina, tomar unas costillas exquisitas con una sangría refrescante y tomar el sol en un jacuzzi. Al entrar en éste y disfrutar de las vistas del cielo en una séptima planta, música envolvente dirigida por un DJ, acompañado por dos italianas rubias veinteañeras, con una gran piscina delante en la que chapoteaban algunos niños con sus padres, pensé: ahora sí estoy descansando.

De ese modo, dejé pasar el tiempo pulsando el botón que accionaba el jacuzzi cada vez que se apagaba para que las burbujas y los chorros de agua hiciesen su beneficioso efecto. Seguí escuchando italiano y más tarde inglés y francés. Veía a la gente pasar con helados y bebidas frías para tumbarse sobre una toalla extendida en sus hamacas.

Recordé que hoy cumplía sesenta años y no sé por qué me vinieron a la memoria escenas vividas en estas fechas de mediados de julio a los once años en una colonia de verano en Cádiz, veranos de la adolescencia en la piscina de mi casa en el pueblo, las vacaciones con mis hijos en sus primeros años jugando en la playa con ellos. Han sido muchos veranos pero una cifra redonda como los sesenta debe obligarme a disfrutar este año de un asueto de verdad.

En definitiva ¿qué había en esa azotea enorme esta tarde para creer que estaba descansando? La luz, no pensar en el trabajo, la música, una compañía agradable, el agua, el cielo.

Subimos a la habitación y reposamos sin acordarnos de poner el despertador, lo cual vino muy bien para dormir un poco más e ir a la fiesta más relajados aunque ello significase perdernos una parte del coctel y la conversación con alguna gente.

Saludamos a muchos amigos y a otras personas que no conocíamos que nos presentaron. El microclima de Marbella y los bellos jardines de la Finca de la Concepción nos acogieron durante más de cuatro horas teniendo la oportunidad de hablar y disfrutar oyendo las historias de personas que acabábamos de conocer y de amigos que ya conocíamos.

Hoy he intentado hablar menos y escuchar más, he pretendido aprovecharme de todo lo que me puede enseñar alguien que te cuenta sus cosas y su vida estando atento no en pensar lo que yo iba a decirle a continuación sino oyendo a ese interlocutor de verdad. Y cuando he llegado a mi mesa para escribir este artículo he pensado como siempre que asisto a estas cenas en todas las personas con las que he hablado, lo que he dicho y me han dicho, las invitaciones que he recibido, las confidencias y hasta alguna consulta o propuesta de encargo profesional.

Pero realmente lo más importante esta noche ha sido constatar que en este nuevo cumpleaños mi propósito es pasar mis mejores vacaciones de verano estando con mi familia y mis amigos, leer mucho y escribir a diario, tomar el sol, chapotear en la piscina y en la playa, desconectar realmente del trabajo.

Aunque un abogado no descansa nunca, sí hay que bajar el ritmo y disfrutar de los momentos maravillosos que nos permitan incorporarnos de nuevo en septiembre afrontando un año más.

No puedo dejar de pensar que no importa la edad que tengamos sino cómo nos sintamos, que tengamos ganas de hacer cosas, tener nuevas iniciativas, trabajar en algo que nos divierta y a la vez ayude a otras personas, que nos permita tener un nivel de vida que ofrezca momentos como los de hoy, inolvidables por muchos motivos.