En cada barrio, edificio, e incluso en cada familia, hay una persona que se distingue por su capacidad de acumulación. No estamos hablando del síndrome de Diógenes, ese desorden obsesivo-compulsivo que lleva a la acumulación de objetos inservibles. No, no me refiero a esos individuos que, por alguna razón, sienten la imperiosa necesidad de admitir chismes de los conocidos y amigos, de comprar o de coger incluso de la basura y acumular cosas que, probablemente, nunca utilizarán.

Para empezar, está el increíble mundo de las mini-comprasLas gafas de cerca. Todos conocemos a alguien que, a pesar de tener una excelente visión, posee un par de gafas de cerca en cada habitación de la casa. ¿Por qué? Porque nunca se sabe cuándo se necesitarán. Y si alguna vez, por algún misterioso motivo, se extravían hay un arsenal de repuesto esperando en la mesilla de noche, el cajón del escritorio, el bolso, e incluso en los chismes del jardín.

Las pinzas de depilar son otro de esos enigmas fascinantes. Hay quienes tienen una colección de pinzas tan diversa que podría rivalizar con la oferta de una tienda de belleza. ¿Para qué tantas? Ese es el misterio. Quizás es una cuestión de moda, de encontrar la pinza perfecta o, simplemente, de la seguridad que brinda saber que nunca se estará sin una pinza en el momento preciso.

El caso de la comida es aún más intrigante. Conocemos a personas que, aunque viven solas y la mayoría del tiempo están a régimen, tienen la despensa repleta de alimentos suficientes para alimentar una familia numerosa durante semanas. Enlatados, paquetes de pasta, arroz, galletas, y conservas de todo tipo. Y en el congelador una variedad de carnes, pescados y verduras que podrían sustentar un banquete. ¿Por qué tanto? Quizás temen una escasez repentina, o simplemente disfrutan de la seguridad de saber que nunca pasarán hambre, pase lo que pase. 

Las compras impulsivas son un deporte extremo, son una manifestación clave de estos acumuladores modernos. Las ofertas y descuentos son su kriptonita. No importa si ya tienen tres cafeteras en perfecto estado; si ven una en oferta, la compran. ¿Y el menaje de cocina? Tener un procesador de alimentos, una batidora, y una licuadora es básico, pero ¿Quién podría vivir sin dos juegos completos de cuchillos, un rallador de queso y un sacapuntas de verduras?

Para estos coleccionistas repetitivos de los mismos objetos esto les proporciona un placer único. No se trata de una compulsión desordenada, sino de una especie de hobby. La sensación de estar preparados para cualquier eventualidad, aunque sea improbable, les da una tranquilidad peculiar.

A pesar de que estos individuos no están en la categoría clínica de Diógenes, comparten una afinidad por la acumulación que puede parecer similar a primera vista. La diferencia esta en la utilidad potencial y en el orden que mantienen. Sus hogares no están abarrotados de basura, sino llenos de cosas, que, en teoría, podrían ser útiles.

En definitiva, los acumuladores modernos son una especie fascinante, aunque no siempre comprendamos la lógica detrás de su necesidad de tener tantas cosas repetidas, no podemos evitar admirar su dedicación al arte de la preparación excesiva.

Quizás, todos llevamos un pequeño acumulador dentro de nosotros.

Aunque si lleva un acumulador dentro, pero de poesía, es Jesús Rodríguez de Moya en sus obras “Introverso” ya publicada por Jirones de Azul y en estos momentos prepara la edición de “Mi Voz en tu verano” que ya ha recibido varios premios. Pero en esta ocasión fue el responsable de la lectura poética en el Hospitalito celebrando la inauguración de la Fiesta de los Patios de la Luz de las Mariposas en El Puerto de Santa María.

Foto del acto.

Foto del acto.

Quiero felicitar por sus cumpleaños a Eloy Cañadas y Teresa Montes. También quiero felicitar, porque lo tiene muy merecido, el nombramiento de Chunga (Lola) Ruiz Calderón como directora general de Golf Divino, en el Puerto de Santa María.

Foto

Foto EE Sevilla

Y no cerraré mi columna, sin dar el pésame a la familia de Juan Salas Tornero, que nos acaba de dejar.

En la siguiente nos vemos y os seguiré contando qué pasó por aquí.