Tras cambiar de línea en la siguiente parada, poco después el concurrido vagón paró en Camden Town Station. Salimos a la famosa calle en una tarde soleada e introduciéndonos entre los grupos de visitantes que en un sentido y otro paseaban por el popular mercado, capté de inmediato unas sensaciones que me hicieron experimentar algo similar a lo que viví en mis visitas de aquellos días pretéritos.

La gente apenas te permitía avanzar para acercarte al popular puente pintado de celeste con la inscripción "Camden Lock" en amarillo. Cuando divisé el rótulo comencé a oír al guitarrista que había junto a un pub del que emanaba un generoso aroma a cerveza inglesa. Así, nos fuimos aproximando al músico y sus notas agudas de su guitarra eléctrica junto al sol de media tarde mientras bajábamos unas escaleras para dirigirnos al puentecillo metálico arqueado sobre el canal inundado de limo y algunas barcas flotando.

El resplandor al cruzar el pasadizo impedía ver claramente el rostro de la gente joven que venía de frente hablando en inglés y otras lenguas. Más que en lo que decían, me fijaba en su alegría y entusiasmo compartiendo ese mágico lugar.

Cada rincón en Londres tiene su propio espíritu y el tiempo no parece haber pasado por allí. Tampoco me parece que esos estudiantes y turistas sean muy diferentes a los que hace treinta y cinco años transitaban por allí compartiendo sus sueños al parar un momento en ese pequeño puente y observar cómo un barco gira lentamente para alejarse dejando una pequeñas ondas en el agua verde.

Bajamos unos peldaños y el mercadillo con puestos de comida rápida, pulseritas y cadenas, discos y otros objetos pequeños para llevar, no impedía que observase a los muchachos y muchachas en los que yo me veía reflejado como si fuésemos mis amigos y yo de nuevo una tarde más en Camden Town. La música reggae y pop, los olores a especias y típicos condimentos londinenses, el suelo empedrado, la ropa ligera de ellas, los vaqueros de ellos, las animadas conversaciones interrumpidas con risas, los puestecillos de madera, me hacían recordar mi primera vez en ese lugar.

Entré en una tienda de discos de vinilo y cómo no, revisé en primer lugar los LP´S de los Beatles. Los de Liverpool me hicieron amar Inglaterra: sus ritmos y letras sobre una vida sencilla de amor, amistad y felicidad, dejaron encapsulada en sus composiciones una forma de vivir que poco ha cambiado en ciertos aspectos. Las preocupaciones desaparecen y volvemos a creer en nosotros al son de la música de los cuatro genios.

Regresamos hacia el inicio de nuestro recorrido, otra vez la placita con los puestos de comida y dos amigas con un chico tomándose unos perritos calientes bien cargados de salsa de tomate y mostaza sentados en un bordillo de piedra sin que necesiten nada más que un poco de conversación y quizás esos pendientes y pulseras que ellas han adquirido por unas cuantas libras y él una camiseta con su grupo favorito.

Atravesamos de nuevo el puente con el gentío enfrente, el agua con verdín y una luz vespertina que ya brillaba menos, acercándonos al pub que hace esquina para entrar y tomar una pinta fría de "Old Speckled Hen" con más de un dedo de espuma sobre la cerveza rojiza bien tirada que me recuerda algunos de aquellos días londinenses cuando sólo tenía que estudiar inglés, correr por los inmensos parques de la ciudad e imaginar mi vida cuando terminasen esos idílicos días.

En el interior huele aún más a cerveza, los camareros son simpáticos aunque ya no esperan que les ofrezcas unas monedas para abonar tu pinta sino que esgrimen el terminal para que acerques tu tarjeta y así quede registrado que te gastas cuatro libras en tu cerveza favorita tantos años después. Y sentados en nuestra mesa de madera, una columna no impide oír en italiano la invitación de él hacia ella para ir al teatro, mientras espera la respuesta afirmativa saboreando su Guinness que ahora le sabe mejor.

Desde ahí diviso a través de los ventanales a la gente pasando y las letras amarillas "Camden Lock" sobre el puente celeste incólume igual que mis recuerdos y los compases del guitarrista que te ofrece llevarte grabada su música, una música de otro tiempo aún actual.