Si yo viviese en Estados Unidos y tuviese derecho a votar, elegiría a Kamala Harris. Y no solamente porque crea que la demócrata sería una buena presidenta sino porque hace mucho tiempo que llegué a la conclusión de que Trump es un maleducado, no tiene escrúpulos y solo trabaja para sus propios intereses.

No es solo por las barbaridades que dijo en el debate como que los inmigrantes que entraban ilegalmente en Estados Unidos se comían a los perros y los gatos de la gente sino porque el republicano maltrató en su campaña contra Hillary Clinton a ésta y a muchas mujeres por distintas razones pero ninguna permisible.

Al igual que hoy Trump desprecia a Harris no solamente por ser su oponente sino porque él tiene la costumbre de ridiculizar a todo el que no comparte sus criterios y muy especialmente a las mujeres. Da igual que sea una periodista, una estudiante, una política o una cantante. Muy pocas veces se basa en un criterio objetivo y mucho menos usa unas maneras corteses, sino que confronta a los que no están de acuerdo con él con injurias e improperios de mal gusto.

Los numerosos juicios de Donald Trump que aún tiene abiertos y sus condenas civiles, penales, mercantiles y administrativas, sólo le permiten aguantar por sus recursos, los fondos de donaciones y por ser el candidato a presidente nuevamente. Ha emprendido una huida hacia delante porque salir elegido le salvaría de momento, ya que no cabe duda que él mismo se auto indultaría.

Miremos el comienzo del debate: tenemos a una vicepresidenta, ex fiscal general del estado de California, buena oradora, sonriente y educada. A ella no le hace falta insultar para mantener sus criterios y defender su programa, sino que usa argumentos que podemos compartir o no.

Por el contrario, enfrente tenemos a un ex presidente polémico, empresario famoso, condenado y procesado en múltiples procesos, que sigue negando que él perdiese las últimas elecciones frente a Biden y que se las robaron los demócratas. Trump comienza a hablar y es un torbellino, no hay quien lo pare, por eso en esta pugna y en la anterior se han silenciado los micrófonos mientras el contrincante estaba en su turno.

Yo no tenía duda de que Kamala Harris iba a ganar, por eso lo anuncié en mi canal de Tik Tok. Harris tiene una larga trayectoria como fiscal brillante y se prepara sus casos muy bien para ganarlos. Pero además tiene una táctica y una estrategia. Ella supo mantenerse arriba desde el primer momento y expuso los puntos débiles de Trump consiguiendo que éste se enojara y sacase su peor cara. No era desde luego un debate tan relajado como el que disfrutó con Biden, quien no estaba en las condiciones idóneas para esa contienda.

Harris estuvo sonriente, ocurrente y creíble. Solamente los muy partidarios de Trump, los extremistas, los que no desean que una mujer de raza negra sea presidenta, o incluso los que no quieren que haya una presidenta mujer, podrían decir que Harris no estuvo bien.

Algunos para ridiculizarla, Trump por supuesto, dicen que se ríe mucho. Prefiero a un político sonriente que al candidato que vimos a la izquierda de las pantallas, enfadado, irascible, serio y con formas desagradables, no digamos sus mentiras, exageraciones e insultos.

Yo viviría en Estados Unidos más seguro si tuviese de presidente a Harris. Porque Trump pondría en primer lugar sus intereses económicos, judiciales y personales. Se rodearía de colaboradores a los que despediría en buen número a corto plazo como hizo en su anterior gobierno anárquico y daría golpes de efecto como la visita al dictador norcoreano y su amistad con Putin.

No olvidemos que el ex presidente republicano fue el instigador del asalto al Capitolio en el que fallecieron varias personas, hubo muchos heridos, se puso en peligro la vida de diversos representantes, incluido el vicepresidente Mike Pence, al que Trump señaló - y lo más peligroso- se puso en jaque a la democracia norteamericana.

Trump tiene madera de dictador y no me cabe duda que si saliese elegido presidente otra vez, atacaría los derechos y libertades de los estadounidenses. Puso como ejemplo de los políticos extranjeros que lo respaldan a Orban, el amigo de Putin continuamente enfrentado a sus socios europeos.

Yo no soy comunista, como dice Trump que es “la camarada” Harris, ni socialista ni social demócrata. Soy demócrata y sé que Kamala Harris lo es y no únicamente por ser la candidata del partido demócrata.