El sonido agudo provocado por mi tarjeta de crédito perturbó durante unos instantes el discurso de Graciano Palomo ante el auditorio en la Casa de las Tejerinas. El autor disertaba de pie, micrófono en mano, captando la atención del público sobre su obra Éxodo y Poder mientras yo ojeaba algunas páginas del libro que acababa de adquirir y recordaba a Manuel Fraga y aquellos años 70 a los que se estaba refiriendo Graciano.

Al llegar, pasados unos minutos del inicio del acto, me situé de pie al final junto a la mesa que exhibía los ejemplares sobre esta historia crítica de la derecha española. A mi lado había algunas señoras elegantes y varios señores que atentamente escuchaban al periodista.

El escritor burgalés comparecía ante el público sin una mesa que le cobijara ni una silla donde reposar sus piernas, pero se mostraba seguro y cómodo tras tantos años de exposición pública.

Llamaba la atención el atuendo elegante que hacía contrastar su camisa rosa intenso con su chaqueta azul marino sobre un pantalón entre beige y verde claro, destacando su corbata azul y blanca de fina seda.

Había llegado unos momentos antes allí cercanas ya las 20:00 horas tras entrar en Estepona por un paseo marítimo inmenso y un mar resplandeciente que me hizo recordar otras épocas. Me adentré en el centro de una ciudad animada que su alcalde, José María García, ha sabido convertir en uno de los lugares más bonitos de la costa andaluza, hasta llegar a la Plaza de las Flores por un pequeño callejón.

Mientras Graciano describía los aciertos y errores de Fraga y la brevedad del mandato de Casado, yo me veía al otro lado cuando estaba presentando mi último libro.

Lo dichosos que son esos momentos frente a las personas que han venido a verte y oírte hablar sobre tu obra, tan importante para ti. El autor desea hablar sobre el fruto de sus pensamientos, sobre esas cientos de páginas que un día decidió escribir y a las que tanto tiempo dedicó.

Graciano pronunció una frase que probablemente tomaré prestada cuando de nuevo presente mi obra: "Quiero que mi obra perdure y sirva en el futuro para conocer lo que realmente pasó". Todo escritor escribe para que le lean, pero anhela aún más que sus ideas permanezcan en los ejemplares de las bibliotecas para ser leídas mucho tiempo después.

La escritura es algo grandioso y solo los que se dedican frecuentemente a ello saben que es una de las mayores satisfacciones de las que puede gozar una persona. La creación literaria consigue que volquemos en el papel el fruto de nuestras disquisiciones haciéndonos más libres cada vez que escribimos.

El autor no quiso extenderse mucho y cedió pronto la palabra a los asistentes para retomar su exposición ya más dirigida a los planteamientos que le hacían. Eso hizo que concluyera que mis intervenciones deberían ser más breves para después explayarme al dar la oportunidad de preguntar a los que han hecho el esfuerzo de venir al acto.

Saludé al concejal de Cultura con el que coincidí este verano en Cope Marbella y en ese momento se unió a nosotros el concejal de Deportes que también es abogado y me conocía. Pero destacaba allí, entre los presentes, Pepe Aviones, Juan José Hidalgo, sobre el que también ha escrito Graciano un libro muy interesante sobre su vida.

Y no sería lo mismo la presentación de un libro sin un cóctel final. Tras firmarme y dedicarme el escritor su obra, bajé junto a mi esposa y Shana Al Sahoud al patio del edificio para tomar una copa de vino junto a ellas y otras personas que ya conocía -como el empresario Miguel Ortega- y algunas que saludé por primera vez como el alcalde de Estepona, persona entrañable gracias al que hoy disfrutamos de esta ciudad tan maravillosa.

Al salir a la Plaza de las Flores, una temperatura ideal, luces resplandecientes y la frondosa vegetación, hicieron que alargáramos nuestra despedida en una extensa conversación. Todo ello en un día más en el que pudimos disfrutar de la buena escritura gracias a autores incansables como Graciano Palomo, que nos obsequian con relatos e historias merecedoras de acortar nuestro sueño en noches infinitas.