El reciclaje y la sostenibilidad se han convertido en banderas de la generación joven en pleno siglo XXI. Se habla con orgullo de la importancia de reutilizar, reducir el consumo y reciclar para cuidar el planeta todos aquellos que se hacen llamar "alternativos".
Sin embargo, lo que muchos no saben (igual que hay tanta reivindicación hay mucha ignorancia), es que esta "nueva" conciencia ecológica tiene raíces mucho más profundas, ya que se trataba como forma de vida para los que crecimos en los años 60 y 70.
En aquellos tiempos, el uso de las bolsas de tela no eran una moda hípster ni un accesorio de la vida sostenible; eran simplemente una necesidad.
Las bolsas de tela antes de ser "Cool" fueron accesorios útiles, de las que había varias en cada familia y se utilizaban para comprar el pan, para ir al mercado o cualquier otro lugar donde se necesitara cargar algo. Eran prácticas y duraderas y, lo más importante, reutilizables. No se trataba de ser ecológico, sino de usar lo que estaba disponible y era útil.
A diferencia de las actuales bolsas con eslóganes y diseños llamativos, las talegas eran humildes y muchas veces hechas en casa con retales, usarlas formaba parte de la rutina diaria.
Pero la Economía Circular, ya existía antes que muchos la promulgaran, nosotros lo llamábamos "heredar la ropa", que es otro ejemplo claro de que la sostenibilidad no es una novedad. En aquella época, era común que la ropa pasara de un hermano a otro, o incluso entre primos y vecinos. No se trataba de "moda pronto" ni de consumir por consumir. Toda la ropa se usaba hasta que ya no daba más de sí, y luego se reciclaba en trapos.
Las prendas de vestir se reparaban y cuidaban con esmero. El fenómeno de la costurera en casa (mi recuerdo para esa Toñi) que hacia la ropa a medida además de "hacer el repaso" subir y bajar dobladillos, coser lo roto y remendar lo imposible. Comprar ropa nueva era un lujo, y no la norma.
También cada página tenia otra vida. Los libros del colegio tampoco se quedaban atrás en la dinámica del reciclaje. Las familias los cuidaban como si fueran tesoros, porque sabían que después del hermano mayor, el libro de matemáticas, ciencias o latín pasaría al siguiente en la fila. Era habitual encontrar libros llenos de anotaciones, subrayados y fórmulas escritas en los márgenes por otros niños, lo que, de alguna forma, añadía un plus sentimental a cada ejemplar.
La conciencia de "no desperdiciar" estaba presente en cada aspecto de la vida cotidiana. No había tanta abundancia ni facilidad para reemplazar lo que se dañaba, lo que obligaba a las personas a valorar más lo que tenían y a extender la vida útil de cada objeto lo máximo posible.
Otro punto importante es el uso de envases retornables. Las botellas de leche, de refrescos o cervezas se devolvían al comercio donde se compraban, y allí se limpiaban y reutilizaban. Hoy en día, hablar de envases retornables es casi un acto revolucionario, pero en el pasado era lo más normal del mundo.
Aunque hoy día el reciclaje se ha industrializado y se ha convertido en una cuestión de conciencia global, no podemos olvidar que las generaciones anteriores ya practicábamos el arte de reutilizar mucho antes de que la palabra "ecológico" se pusiera de moda. No se hacía por una causa ambiental, sino por una cuestión de necesidad y economía doméstica.
Pero como decía T.S. Eliot, "Cada momento es un nuevo comienzo".
Y también es un nuevo comienzo para esos niñitos que la Fundación Tierra de Hombres trae cada año para poderlos operar y con ese fin organizan una gala que este año se celebró en El Fuerte de Isla Mágica.
Maria Antonia Jiménez (Nena) responsable de la fundación, recibió a multitud de personas que quisieron apoyar el evento que presentaron y animaron Lucia Hoyos y Agustín Bravo, y duro hasta altas horas de la madrugada.
Muy peligroso es el nuevo comienzo de la experiencia Orange Garden en Aires de Sevilla, una vez que empiezas ya no lo puedes dejar…¡¡ maravillosa!!
El Consulado de Portugal en Sevilla se convirtió en el escenario de la inauguración de la XXII edición de la Semana Internacional de la Moda en Andalucía. La velada, que reunió a más de 250 invitados del sector de la moda, incluyó la entrega de la IV edición de los Premios SIMA 41, galardones que destacan la innovación, sostenibilidad y proyección internacional del diseño andaluz.
No quiero despedirme sin felicitar antes a la Doctora Pilar Gomez Juste por su descumpleaños y a Esther Álvarez-Ossorio por llevar 37 años con la firma Victorio&Lucchino.
En la siguiente nos vemos y os seguiré contando qué pasó por aquí.