Cuando estaba apunto de finalizar el acto de clausura del Congreso de Abogados de Málaga, hube de salir del auditorio marbellí precipitadamente pues leí un mensaje de mi secretaria en el que me decía que le llamase urgentemente.
En un lugar apartado llamé a Berta y ésta un tanto nerviosa me dijo:
-Luis, hace media hora que ha llamado el secretario de Don Juan Carlos de Borbón. Te he llamado varias veces y te he enviado un whatsap.
-¿El secretario de Don Juan Carlos?
-Sí, me ha dejado su móvil y me ha dicho que lo llames lo más pronto posible. Le he preguntado sí podría indicarme el motivo de su llamada y me ha contestado que se trata de un tema delicado. Se llama Humberto.
-De acuerdo, ahora mismo le llamo.
En las últimas semanas han requerido mis servicios un embajador y un futbolista famoso pero no me esperaba que me llamaran de parte del rey emérito. De todas formas, no debía precipitarme sobre el objeto de la llamada. Había dicho Humberto que el asunto era delicado, pero quizás quien necesitase un abogado fuese él o algún allegado ¿Por qué tendría que ser el emérito?
No obstante, no podía dejar de pensar en esa posibilidad. Al fin y al cabo, estas últimas semanas las noticias más codiciadas son las relativas a las imágenes y audios de Bárbara Rey y el Rey Juan Carlos. La mejor forma de salir de dudas sería llamándole.
-Dígame ¿Con quién hablo?
-Buenas tardes, Humberto, soy Luis Romero. Le llamo por la nota que me ha dejado mi secretaria.
-Don Luis, muchas gracias por la rapidez y disculpe la premura.
-A su disposición.
-Mire usted, tenemos las mejores referencias suyas. Por eso, Don Juan Carlos desearía hablar con usted.
-Es un honor para mi.
-Le paso con él, Don Luis.
-¡Luis, muchísimas gracias por atenderme! ¡Sé que te hemos cogido en un congreso!
-Señor, es un gran honor.
-Voy al grano, Luis ¿Podrías viajar hoy mismo a Estoril? Un jet va camino del aeropuerto de Málaga para recogerte.
-Yo voy a donde usted me diga, Don Juan Carlos. Todavía recuerdo cuando le vi por primera vez en persona en el 74 en la Plaza de España de Sevilla. Parece que le estoy viendo ahora.
-Calculo que podremos vernos aquí antes de las cinco. Sé que te gusta el Burdeos variedad Haut Médoc, ja, ja. Tenemos preparadas un par de botellitas a una buena temperatura y unas viandas elegidas por mi personalmente para acompañar al caldo. Vamos a estar aquí varias horas tratando el asunto que te quiero consultar.
-Sí, por supuesto, majestad.
-Dile a tu mujer que no te espere hasta el lunes, Luis. Me tomo la libertad, je, je.
-Pues voy a pedir un Uber ahora mismo para ir al aeropuerto.
-No hace falta, Luis. Tienes un escolta a dos metros a tu izquierda. Él te acompañará hasta el coche que tienes en la misma puerta de salida.
Antes de que terminara la última frase, vi que un señor alto con aspecto de militar y vestido con un traje negro se ofrecía a llevarme el trolley saludándome por mi nombre.
El BMW 7 azul marino llamó la atención de un decano amigo mío que se quedó mirándome con extrañeza junto a otros compañeros al ver que me abrían la puerta cubriéndome con un paraguas y me introducía en su interior.
Lo que viene a continuación no podría habérmelo imaginado nunca a pesar de haber vivido toda clase de situaciones en tantos años de abogado.
En una moderna mansión desde donde había unas magníficas vistas al Atlántico, estaba sentado en un sofá con la azafata que me había atendido en el avión. En ese momento, se abrió una puerta corredera al fondo y apareció el rey apoyándose en un bastón y riéndose a carcajadas.
-¡Luis! ¿Qué tal, hombre? ¡Ya tenía ganas de conocerte! Disculpa que te haya secuestrado, ja, ja, ja.
-¡Señor, es un inmenso honor!
-¡Pasa por aquí, hombre!
Entré en un inmenso salón con un gran ventanal de suelo a techo sin que pudiese darme cuenta de quién estaba sentada en una mesa de reuniones a mi derecha ¡Era Bárbara Rey!
Mi sensación fue de sorpresa pero intenté disimular haciendo cómo si fuese una visita de lo más normal en esa casa.
-¡Luis, te presento a Bárbara Rey! ¿No os conocíais?
-¡Yo conozco a Luis por la tele! Lo he visto en muchas entrevistas ¿Qué tal, Luis?
-Bueno, hombre, te habrá sorprendido un poco, pero es que Bárbara y yo nos seguimos llevando muy bien a pesar de lo que pueda parecer ¡Estela, sírvele a Luis un burdeos!
-¡Muchas gracias, majestad!
La escena siguiente no puedo contarla pues debo guardar el secreto profesional, aunque soy consciente que quizás lo haya transgredido un poco al narrar lo anterior.
Nota del autor: El texto anterior es un relato y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.