La pasada semana se celebró en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla un acto científico que versaba sobre "Incongruencia de género en pediatría" que incluyó relevantes conferencias sobre aspectos médicos y éticos de este síndrome, caracterizado por la insatisfacción del niño por su expresión sexual en relación a su género sentido.
Es importante aclarar las diferencias entre sexo y género, frecuentemente interpretadas de modo erróneo. El sexo se refiere a las características biológicas y fisiológicas que se presentan al nacer, como los órganos sexuales y la dotación cromosómica.
El género es un constructo social y cultural que abarca las expectativas, roles, y comportamientos que una sociedad establece a las personas según su sexo. Tradicionalmente ha existido una clasificación binaria (masculino o femenino) del género. Sin embargo, recientemente se ha incorporado a la misma, aunque con variable aceptación social, una diversidad de géneros, tales como el género no binario, género fluido, queer, transexual, tercer género, bigénero, etc.
Un tercer aspecto de la sexualidad, a veces confundido con el sexo o el género, es la orientación sexual, la cual se refiere al género por el que una persona se siente atraída en el plano emotivo, afectivo, o sexual, y en el que se incluyen la heterosexualidad como forma más frecuente de orientación sexual, la homosexualidad, la transexualidad, la bisexualidad, etc.
La incongruencia de género es un problema frecuentemente abordado por los médicos dado el profundo impacto que puede tener sobre la salud física y mental de quienes la experimentan. Las personas con incongruencia de género suelen enfrentar altos niveles de ansiedad, depresión y estrés debido a la falta de alineación a la identidad de género que le fue otorgada. Los médicos pueden aportar un enfoque integral, incluyendo apoyo psicológico, tratamientos hormonales y, en algunos casos, intervenciones quirúrgicas de reasignación en el caso que estén indicadas.
No obstante, si la incongruencia o discordancia de género es un problema relevante para la persona que lo sufre, aún lo es más cuando este hecho acontece en la infancia o adolescencia. Al sufrimiento propio de la crisis de identidad sexual se añade el hecho de la incomprensión social, el acoso escolar, y la intolerancia en el entorno, familiar y social próximo.
La existencia de cuadros como la Disforia de Género de Inicio rápido (adolescentes que pueden gestionar el malestar que conlleva la adolescencia desplazándolo hacia una disforia de género) o el insuficiente desarrollo madurativo del niño o adolescente hacen que no sea siempre fácil el establecimiento de los mecanismos implicados en la incongruencia de género.
Tampoco lo es el hecho de establecer si el deseo de transición (reasignación de género y modificación de los caracteres sexuales) va a persistir a lo largo de toda la vida, y muy especialmente si el joven expresa el deseo de transición mediante tratamientos médicos hormonales, quirúrgicos y psicológicos con la consiguiente irreversibilidad que estos pueden conllevar. No se debe obviar el hecho de que la persistencia de identidad de género con deseo de transición puede ser tan baja como del 27 por ciento, con tasas de desistimiento que pueden superar, de acuerdo a la literatura médica, el 65 por ciento.
El Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial de España, en relación a la participación de los médicos en casos de menores con incongruencia de género, formula que "en los tratamientos de menores y adolescentes, con el fin de generar un cambio de sexo, siempre intervendrán médicos expertos que tengan las competencias oportunas, junto a comités multidisciplinares. Tendrán en cuenta el interés superior del menor, y la irreversibilidad del procedimiento a realizar".
La complejidad del abordaje médico de la incongruencia de género en menores exige una extraordinaria prudencia. En algunos de estos casos puede existir una importante influencia externa, que una vez que desaparecida se asocia a una alta tasa de desistimiento de transición.
No obstante, tampoco se puede olvidar que las ideas e intentos suicidas son significativamente más prevalentes en estos jóvenes. Por todo ello, en un tema tan complejo como la incongruencia de género en menores, el médico debe estar al lado del ser humano que sufre, como son estos niños y adolescentes, intentando evitar prejuicios y posicionamientos ideológicos, y siempre extremando el juicio en las decisiones clínicas irreversibles, para proteger al menor sufriente.