La vida, con su ir y venir constante, se parece a una noria que gira sin cesar, llevándonos unas veces a lo más alto, y en otras ocasiones dejándonos al ras del suelo. Este vaivén es una lección constante de humildad y equilibrio, una muestra de que todo, por maravilloso o desafiante que sea, es pasajero.
Nada es eterno, ni el éxito ni el fracaso, y reconocer esta realidad nos ayuda a mantener los pies en la tierra, evitando caer en la trampa de creernos intocables.
En los momentos de éxito, es fácil dejarnos llevar por una sensación de poder; sin embargo, una de las lecciones más importantes que podemos aprender es que ningún logro personal nos vuelve esenciales o irremplazables en el gran esquema de la vida. Esa humildad, esa percepción de lo transitorio, nos impulsa a disfrutar el momento presente y a prepararnos para los cambios, porque el mañana siempre trae nuevas oportunidades y desafíos.
Triunfar puede ser una de las experiencias más satisfactorias, un momento donde el esfuerzo, la constancia y el talento se alinean para dar fruto. Las bondades de triunfar son innegables: reconocimiento, estabilidad y la satisfacción de saber que los sacrificios hechos en el camino han valido la pena. Más allá de los beneficios tangibles, el triunfo suele fortalecer nuestra autoestima y renovar nuestra confianza en lo que somos capaces de lograr. También nos da la oportunidad de inspirar a otros, compartir lo aprendido y devolver de alguna manera al mundo lo que nos ha dado.
No obstante, el éxito puede nublar el juicio y hacer que el ego tome el timón, llevándonos a perder de vista a quienes nos ayudaron y olvidando las lecciones de los errores pasados. En esos casos, el éxito, en lugar de ser una etapa de plenitud, se convierte en un motivo de aislamiento y de presión para mantenerse arriba a toda costa
La vida nos recuerda que, nuestras circunstancias cambian constantemente. Los momentos de gloria nos permiten disfrutar de la vista desde arriba, mientras que los descensos nos invitan a ver las cosas desde otra perspectiva, recordándonos que no somos más ni menos que los demás. Los momentos bajos no son para siempre, al igual que los altos, y cada posición en este ciclo tiene algo que enseñarnos.
Por otro lado, el fracaso, aunque a menudo temido y rechazado, guarda una de las fuentes de aprendizaje más profundas. Es en esos momentos de dificultad, en los que sentimos que todo ha colapsado, cuando nos encontramos a nosotros mismos y descubrimos nuestra fortaleza. La debacle del fracaso nos recuerda que los errores no son el fin, sino una oportunidad para recalibrar, reflexionar y volver a intentarlo. Al experimentar el fracaso, aprendemos a soltar el control, a ser resilientes y a enfrentarnos a lo que somos cuando todo aquello que construimos se ha perdido.
El fracaso también humaniza y despierta la empatía: al vivir nuestras propias caídas, aprendemos a entender y a respetar las caídas de los demás. Esta experiencia permite apreciar las victorias sin vanidad y los fracasos sin tragedia, ya que cada uno tiene su lugar y propósito en el viaje.
Aceptar este movimiento nos hace crecer, aprender y entender el verdadero valor de la estabilidad interna, aquella que no depende de estar arriba o abajo, sino de la serenidad y el equilibrio con los que vivimos cada momento. Vivir con los pies en la tierra nos ayuda a recordar que todos formamos parte de este gran ciclo y que, aunque nuestras posiciones cambien, el respeto y la humildad que mostramos nos permiten sobrellevar los altibajos con gracia y sabiduría.
Y con sabiduría ha llevado el director territorial sur de Telefónica Joaquín Segovia al que felicito, igual que a su equipo, por el centenario de la firma, deseando que disfrute los actos programados para dicha conmemoración.
Esta semana quiero comentar la maravillosa interpretación de la cantante Julia Halcón, dentro del ciclo de conciertos “En voz de una mujer” a beneficio de la Fundación Altavista que tuvo lugar en la Fundación Valentín de Madariaga.
Y en la misma Fundación de Madariaga no hay que perderse el IX Mercado de navidad a beneficio de Nuevo Futuro, con numerosos puestos donde se podrán ir adquiriendo los regalos para estas fiestas.
Felicitar al periodista Javier Ronda por su última obra, “Periodismo, derecho y tribunales” de la que es coautor junto con Marián Campra García de Viguera.
El libro, publicado por la editorial Dykinson, está prologado nada menos que por Manuel Marchena Gómez, presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y uno de los magistrados que más han apostado por la comunicación y la transparencia.
Y tendremos que inscribirnos para ver la exposición colectiva de pintura, “Luces de Portugal en Sevilla II. Visión Femenina”, correspondiente a la edición de 2024 del Proyecto “Luces de Portugal en Sevilla" del grupo Luz de Mujer. La exposición, comisariada por la pintora y gestora cultural Ana Feu y la Dra. Amparo Graciani García, Catedrática de la Universidad de Sevilla, se podrá visitar en el consulado de Portugal los días 7, 13 y 20 de noviembre, de 11.00 a 12.00 h
No termino sin dar el pésame a Javier Azcárate por la perdida de su madre.
En la siguiente nos vemos y os seguiré contando qué pasó por aquí.