Las mascotas ocupan un lugar especial en nuestras vidas, convirtiéndose en compañeros fieles y en una fuente inagotable de amor y ternura. Desde el perro que corre a saludarte al llegar a casa, hasta el gato que ronronea sobre tus piernas, el loro que te da la bienvenida, o incluso un pez que aporta serenidad al hogar. Los momentos compartidos con ellos son una parte fundamental de la felicidad cotidiana. Su presencia no solo llena de alegría los días, sino que también ofrece consuelo en momentos difíciles, creando una conexión única e irreemplazable.
Las mascotas son mucho más que simples animales domésticos; son compañeros leales que enriquecen nuestra vida de maneras profundas y significativas, su presencia tiene un impacto directo en nuestra salud física y emocional.
La compañía de estos animalitos fieles, son un antídoto contra la soledad, indiscutiblemente invaluable para quienes viven solos o atraviesan momentos de aislamiento. Estos pequeños amigos nos brindan un sentido de propósito y pertenencia, ofreciéndonos cariño incondicional y eliminando esa sensación de vacío. Estudios han demostrado que interactuar con una mascota estimula la liberación de oxitocina, conocida como la "hormona del amor", reduciendo el estrés y promoviendo la felicidad.
Tener una mascota, especialmente un perro, fomenta la actividad física. Los paseos diarios no solo son beneficiosos para la mascota, sino que también ayudan al dueño a mantenerse activo, reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y mejorar el estado de ánimo. Además, acariciar a un animal puede disminuir la presión arterial y el ritmo cardíaco, proporcionando un efecto relajante que beneficia al sistema nervioso.
Las mascotas también son aliadas en la salud mental. Su compañía ayuda a combatir la ansiedad y la depresión, y su rutina diaria puede proporcionar estructura y estabilidad, especialmente en momentos difíciles. Además, interactuar con ellas mejora la autoestima y fomenta la empatía, ya que nos enseña a cuidar y a conectarnos con otros seres vivos. Los dueños de mascotas tienden a ser más sociables. Los paseos por el parque o las visitas al veterinario pueden convertirse en oportunidades para conocer personas con intereses similares. Las mascotas actúan como catalizadores de relaciones humanas, rompiendo barreras y facilitando las interacciones sociales.
El cariño que se les tiene a las mascotas no distingue edad ni circunstancias. Representan para muchos una familia elegida, y su amor incondicional nos enseña a ser mejores personas: más pacientes, más generosos y, sobre todo, más agradecidos. Sin embargo, esta relación tan profunda tiene un lado doloroso: la pérdida de una mascota puede ser devastadora.
Cuando una mascota muere, el vacío que deja es inmenso. No se trata solo de la ausencia de un animal; es la pérdida de un compañero que estuvo presente en momentos cruciales de nuestra vida. Es natural sentir tristeza y, en muchos casos, experimentar un duelo similar al que se vive con la partida de un ser querido. La casa se siente más vacía, y las rutinas que antes compartíamos con ellos pierden sentido.
El dolor de perder una mascota es proporcional al amor que les tuvimos. Pero también es una oportunidad para reflexionar sobre todo lo que nos enseñaron: desde la alegría de las pequeñas cosas hasta el valor de la lealtad. Aunque su partida sea dolorosa, el tiempo que compartimos con ellos deja una huella imborrable que nos acompaña para siempre. Las mascotas nos enseñan a amar y, al hacerlo, enriquecen nuestras vidas más de lo que jamás podríamos imaginar.
Las mascotas son mucho más que adorables compañeros. Su amor incondicional y su capacidad para mejorar nuestra salud y calidad de vida son un recordatorio de que, a veces, las mejores cosas de la vida vienen con patas, colas, y corazones llenos de amor. Cuidar de una mascota no solo es un regalo para ellos, sino también para nosotros mismos.
Este articulo va dedicado a mi prima Pilar Gómez Juste, que acaba de perder a su querida gata Roma.
Con unos buenísimos vinos todos andaluces, que nos ofreció la fantástica sumiller Angela, desde una manzanilla Kika de Sanlúcar de Barrameda hasta unos espumosos de Ronda Cloe elaborados al método tradicional, pasando por El Cercado del pozo Bueno V.T. y el Cercado del Ángel V.T. de Sevilla y para el postre PX San Román de Moriles y Montilla.
Todos estos caldos maridaron perfectamente con un exquisito menú compuesto por una sopa de tomate y hierbabuena con bacalao confitado, Salmón Gravlax yogurt griego, esparrago blanco y remolacha, a continuación, unos deliciosos puerros asados con salsa holandesa de Ras el Hanout con tomates secos además de unas verduras de cultivo desterrado, cremoso de chirivía y arbequina.
Los últimos platos ya para morir, una excelente lubina de Barbate, beurre blanc con huevas de trucha y tirabeque, una maravillosa terrina de cordero acompañada de un finísimo pure de apio nabo con salsa de ginebra y tomillo limonero. Y para coronar esta esplendida degustación, un soufflé chocolate con pimienta rosa, frambuesas, crumble especiado y vainilla bourbon. Todas estas excelencias fueron elaboradas de las magistrales manos del Chef David Fernández, del Restaurante La Maestría del fantástico hotel Querencia de Sevilla.
Quiero enviar mi mas sentido pésame a la familia y amigos de mi querido compañero Jesús Melgar, que nos ha dejado después de una larga enfermedad.
En la siguiente nos vemos y os seguiré contando qué pasó por aquí