La pasada semana se celebró en Sevilla un evento organizado por el Comité de Expertos del Real e Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Sevilla, sobre "Aspectos éticos de la atención medica al final de la vida" y en el que participaron varios especialistas médicos expertos en el final de la vida. Aunque se abordaron múltiples aspectos de este tema, dos fueron las principales conclusiones. La primera, la gran confusión que existe entre los ciudadanos e incluso entre los profesionales, sobre la terminología vinculada al proceso de morir. El segundo, las connotaciones éticas que conllevan las distintas actuaciones vinculadas a la muerte.

Eutanasia, muerte digna, suicidio asistido, sedación paliativa, prestación de ayuda para morir, eutanasia activa, sedación terminal, etcétera, son algunos de los términos empleados para denominar algunas actuaciones vinculadas a la fase final de la vida. Además de ello, es extraordinaria la polisemia de los mismos, lo que conlleva una gran discrepancia en la comprensión de sus significados. Por otra parte, en muchas ocasiones estos términos son “dulcificados”, otorgándole un carácter eufemístico intencionado (“eutanasia pasiva”, etc.), no sólo para eludir la relevancia moral de la acción, sino también, frecuentemente, para sortear la transgresión ética a la que van vinculadas.

La propia etimología de la palabra eutanasia ("eu" que significa "bien" y "tanatos" que significa "muerte") puede llevar también a entender que eutanasia es sinónimo de "buena muerte", cuando en realidad no lo es. Según la Ley Orgánica que la regula en España, la eutanasia "se puede definir como el acto deliberado de dar fin a la vida de una persona, producido por voluntad expresa de la propia persona y con el objeto de evitar un sufrimiento". La eutanasia implica la muerte de un paciente a consecuencia de una acción causa-efecto inmediata tras la administración de una sustancia por parte de un profesional sanitario. Para que un paciente pueda recibir la eutanasia en España, debe padecer una "enfermedad grave e incurable" (aunque no necesariamente en estadio terminal) o un "padecimiento grave, crónico e imposibilitante", que originen sufrimientos físicos o psíquicos constantes e insoportables. Previamente a la realización del acto eutanásico, cada uno de los casos es evaluado por un equipo médico y por una comisión ad hoc que es la que finalmente lo autoriza.

A diferencia de la eutanasia, aquellas acciones de los médicos que, en enfermos terminales, van dirigidas a evitar el encarnizamiento terapéutico mediante la restricción terapéutica (limitación del tratamiento) o el alivio de síntomas refractarios (sedación paliativa) no buscan la muerte del paciente, sino que intentan reducir el sufrimiento de la persona y controlar sus síntomas, aunque, en muchos casos, exista la conciencia de que la muerte puede ser el final del proceso.

No debe olvidarse que, aunque la eutanasia está actualmente legalizada en España para determinados supuestos, en el artículo 38.4 del Código de Deontología Médica español consta: "El médico no deberá provocar ni colaborar intencionadamente en la muerte del paciente". Por el contrario, en dicho código se consideran éticamente adecuadas la sedación paliativa y la restricción terapéutica cuando están indicadas.

La gran diferencia entre la eutanasia y otros tipos de muerte asociadas a limitación del tratamiento o sedación paliativa es que en la eutanasia la muerte se produce por una acción directa mediante el empleo de fármacos dirigidos a producir la muerte en un contexto legal definido. Por el contrario, en la restricción de terapéuticas para evitar tratamientos inútiles, o en la sedación paliativa en enfermos terminales, la muerte se produce a consecuencia de la propia enfermedad.

Entender la cultura de la muerte es esencial para abordar las diferentes perspectivas sobre el final de la vida y hacer elecciones conscientes en circunstancias complicadas. Ello es fundamental para prevenir malentendidos y honrar los derechos y anhelos de los pacientes en momentos finales, fomentando una atención ética y compasiva.

Actos como el anteriormente mencionado celebrado en el Colegio de Médicos de Sevilla son de extraordinario valor para aportar conocimientos esenciales a médicos y sociedad y para abordar con profesionalismo situaciones tan relevantes como son las vinculadas al final de la vida.