Para muchos, las Navidades son fechas de reencuentros, comidas generosas y regalos inesperados. Pero cuando la Nochevieja se aproxima y el reloj está a punto de marcar la medianoche, muchos solemos mirar hacia atrás para reflexionar y hacer balance de los últimos doce meses. Intentamos descifrar aquello que nos dejó el calendario al que estamos a punto de arrancar la última página. Es un ritual casi universal. Algunos años nos regalan momentos felices y metas cumplidas, otros, por el contrario, nos dejan el sabor amargo de los fracasos o incluso de las pérdidas. Sin embargo, en todos encontramos algo común, el aprendizaje que, aunque a veces pase desapercibido, nos permite crecer y evolucionar como personas.
En estas fechas, como Ebenezer Scrooge en Cuento de Navidad, nos enfrentamos a los fantasmas del pasado. A diferencia de la obra de Dickens, no es un espectro quien nos muestra nuestras Navidades pasadas, sino nuestra memoria. Revivimos instantes que nos marcaron, como el reencuentro con un amigo, esa decisión que nos costó tomar o el abrazo necesario que llegó justo a tiempo. Pero, mientras miramos atrás, también nos proyectamos hacia adelante, con la esperanza de que el año que comienza sea una versión mejorada de lo vivido.
Sin embargo, no podemos ignorar el contexto global que nos rodea. Tiempos difíciles marcados por los conflictos armados, crisis económicas, el cambio climático y otras tantas pruebas que nos desafían como sociedad. Ante este complejo contexto es fácil caer en el desánimo, pero justo en estos momentos, mantener la ilusión por nuestros proyectos personales y colectivos cobra más sentido que nunca. Porque la esperanza no es solo un acto de valentía, sino también una forma de resistencia.
El cambio de año es siempre una puerta que nos invita a soñar. Con el brindis de medianoche llegan los propósitos, esos pequeños pactos que hacemos con nosotros mismos, aunque muchos se pierdan antes de llegar a febrero. Nos decimos que este será el año en que comeremos más sano, iremos al gimnasio o leeremos ese libro que lleva años acumulando polvo en la estantería. Pero también hay propósitos más profundos como mudarnos a esa ciudad que siempre nos gustó, dar el primer paso hacia un proyecto profesional o atrevernos con una afición que hemos postergado demasiado tiempo.
Este año, además, deberíamos incluir entre nuestros propósitos uno que va más allá de lo individual, como es contribuir, en la medida de lo posible, a hacer del mundo un lugar mejor y más amable. A veces, basta con pequeños gestos para provocar grandes cambios. Reciclar más, apoyar causas sociales, cuidar de nuestro entorno o simplemente ser más empáticos con quienes nos rodean son algunos ejemplos de ello. Y, aunque nuestras acciones parezcan diminutas frente a los grandes problemas globales, no debemos de olvidar que cada granito de arena cuenta para construir un futuro más esperanzador.
Estos propósitos, tanto grandes como pequeños, reflejan nuestras aspiraciones y lo que deseamos lograr. Pero lo importante no es tanto cumplirlos al pie de la letra, sino el intento de llevarlos a cabo, el camino recorrido mientras los perseguimos. Los cambios no ocurren de la noche a la mañana, sino que se construyen con pequeñas decisiones diarias que, durante 365 días, moldean nuestra identidad. Por ello, hacer balance en estas fechas no es solo elaborar una lista de éxitos y fracasos, sino recodar lo que realmente nos define. Quizás al inicio del año sintamos entusiasmo por las metas propuestas, pero lo que permanecerá en nuestra memoria al finalizar el próximo diciembre serán las lecciones aprendidas: la importancia de pasar tiempo con quienes queremos, la valentía de arriesgarnos por lo que nos apasiona o la paciencia de esperar cuando las cosas no salen como esperábamos.
En el fondo, lo que buscamos cada Nochevieja no es tanto un cambio radical, sino la oportunidad de seguir creciendo, de seguir escribiendo nuestra historia, página a página. Porque, como nos recuerda el espíritu de las Navidades futuras, lo importante no es solo lo que deseamos, sino lo que hacemos con el tiempo que tenemos.