Juan Antonio Hans era una buena persona y no había cometido ninguna infracción penal ni ese día ni nunca, pero está muerto.

El pasado viernes 24 de enero a primera hora se puso en contacto conmigo un hermano suyo informándome de su muerte cuando fue reducido y engrilletado por ocho agentes de la policía en el hotel donde se alojaba en Estepona. Su hermano, su viuda y unos amigos de la familia me solicitaron que fuese su abogado y les ayudara para que todo se aclarase pues entendían que habían perdido a su querido Juan Antonio en unas condiciones muy extrañas y la policía no les informaba de lo realmente sucedido ni tampoco les dejaban verlo e identificarlo en el Instituto Médico Legal de Málaga.

El sábado fuimos todos al juzgado de instrucción nº 3 de Estepona, en funciones de guardia, que se había hecho cargo de la investigación de los hechos. La jueza me atendió muy bien, me tuvo por personado en las actuaciones y me entregó copia del atestado. Le dije que queríamos tener toda la información lo antes posible pues desconocíamos la causa de la muerte y la familia se estaba planteando solicitar una segunda autopsia en función del resultado de los primeros informes forenses.

Tanto su esposa como su hermano hablaron con él por teléfono poco antes de su absurda muerte y sabían que estaba teniendo alucinaciones por un posible brote psicótico, lo cual le había ocurrido anteriormente, por eso trataban de ayudarle. Su mujer, enfermera, llamó al 112 para que fuera hasta allí una ambulancia, y su hermano oyó su respiración hasta momentos antes de morir pues tenía el móvil abierto y se enteró de sus últimas palabras, según asegura: "No me matéis que tengo dos niños muy chiquititos". Instantes después ya no se oía sonido alguno.

Según consta en el atestado, la policía tuvo que reducirlo porque le ordenaron salir del despacho junto a la recepción del hotel en el que estaba sentado hablando con su móvil y no obedeció. Además, afirman que estaba violento, pero según han manifestado los trabajadores del hotel a los familiares sólo estaba alterado y nervioso sin que ejerciera violencia alguna. El hermano avisó a la recepción del hotel que debían atender a su hermano los servicios médicos, porque situaciones así ya las había tenido antes.

Hoy, nueve días después, a pesar de haberlo solicitado por escrito el domingo y el lunes por la mañana, la familia sigue sin poder ver a Juan Antonio pues se lo deniegan los médicos forenses encargados de su custodia. Tampoco ha accedido Su Señoría a encargar todas las pesquisas a la guardia civil para que haga las averiguaciones un cuerpo policial independiente no implicado en los hechos, desconocemos el informe forense de levantamiento del cadáver y el informe preliminar de autopsia, y tampoco se nos han trasladado las imágenes de las cámaras de seguridad del hotel y del bar donde estuvo anteriormente.

Lo que sí tenemos es el atestado de la policía nacional en el que en el relato de los hechos expone que todos los agentes actuaron empleando la fuerza mínima imprescindible y recogen declaraciones de testigos que los exculpan. Pero lo que ocurrió realmente en el lugar donde falleció Juan Antonio Hans, sólo podemos saberlo hasta ahora por la versión policial pues no había cámaras, según ellos.

No obstante, surgen muchas dudas sobre lo que ocurrió verdaderamente ¿Por qué tenían que intervenir tan rápidamente los agentes, tirándolo al suelo, engrilletándole manos y pies? ¿Por qué los primeros cuatro policías llamaron a otros cuatro? ¿Por qué no esperaron a que llegasen médicos, enfermeros y psicólogos, si estaba en un despacho y no molestaba a nadie? Que se hubieran quedado en la puerta de la oficina hasta que llegasen los facultativos.

¿Por qué dejó de respirar Juan Antonio? ¿Qué fuerza ejercieron contra él los policías? El empresario Hans ha dejado a su esposa, a sus dos niños de tres y cuatro años y a todos sus allegados con sólo 41 años. Hay una falta de claridad muy llamativa por parte de las instituciones, comenzando porque no le dejen verlo en el instituto forense a no ser que llegue una funeraria para recoger el cadáver y enterrarlo, pero ellos tienen derecho a ello.

¿En cuántos casos más ha ocurrido algo parecido? ¿Qué protocolos tiene la policía cuando deben intervenir ante una persona con problemas psicológicos o psiquiátricos? ¿Incluso si había consumido alguna sustancia como dicen ellos? ¿Hay que lanzarse encima de esas personas para inmovilizarlos o dispararle con una pistola taser? ¿O lo más adecuado sería dejarlos en manos de facultativos especializados que los calmasen?

Descanse en Paz.