Frente a una estantería repleta de libros numerados me encuentro ahora sentado en una mesa alargada con buena luz y un silencio solo interrumpido por el agua que cae con fuerza sobre el tejado de la biblioteca de la Facultad de Derecho.

Respirar esta paz solo es posible en lugares como este y pocas veces como hoy disfruto de este privilegio ya que el ejercicio de la profesión me deja pocos días libres para venir aquí, como cuando estudiaba la carrera o preparaba mi tesis. Pero tengo la suerte de impartir clases en la Universidad de Sevilla en la clínica legal penal desde hoy hasta finales de mayo, así que en el descanso de mediodía y al finalizar las clases vengo aquí a escribir.

Nunca deberían abandonar los universitarios su facultad una vez obtienen el título sino al contrario, volver a caminar por los pasillos de esta casa que siempre seguirá siendo la suya. El sosiego de la biblioteca y el contacto con los alumnos de cuarto que finalizan el grado me mantiene al día pues por un lado al preparar las clases actualizo mis conocimientos y por otra parte, al oír sus preguntas, conocer sus inquietudes y recibir sus opiniones, me rejuvenezco y vuelvo a las aulas a las que tanto tiempo dedicamos los estudiantes de derecho.

Hoy comencé con mis veintidós estudiantes a las diez y solo un descanso de veinte minutos interrumpió las cuatro horas de clase con un juez en excedencia invitado para contarnos sus experiencias y ofrecernos sus consejos. A mediodía llegué a la biblioteca después de un almuerzo frugal. Y otra vez a las cinco, la segunda parte de la primera clase.

Cuando al final se han quedado dos alumnas y un alumno preguntándome algunas dudas, he recordado casos que he llevado en Badajoz y provincia, pues Jimena es de allí. Bernardo me ha hablado de su jet lag recién llegado de mi estancia en Manhattan de diez días comentándole yo algunos recuerdos de mi viaje a la gran manzana el año pasado. Y Virginia me solicitaba recomendación para unos libros sobre ciber delitos y hablaba apasionadamente de la profesión de abogado que ella quiere ejercer.

Precisamente hoy, tratamos de la profesión de abogado y su especialidad en derecho penal, la vocación y nuestro código deontológico. Por eso es muy satisfactorio volver a las aulas e intercambiar con los estudiantes impresiones y vivencias. No solo la teoría a la que se le dedica tanto tiempo en la universidad sino la realidad de la justicia y los tribunales a diario, las vivencias de los clientes que acuden a un despacho de abogados, las horas que pasamos los abogados atendiéndolos y estudiando: lo bonito que es ser abogado.

Tenemos la obligación los abogados que llevamos tanto tiempo con la toga puesta de dar lo mejor de nosotros a aquellos que también quieren dedicarse a esta noble profesión porque han sido muchos días entregados al derecho y a los que han confiado en nosotros. Y podemos ofrecer nuestra sincera opinión de lo que pensamos, de lo que hemos vivido, tanto de los buenos momentos como de los malos, de las experiencias satisfactorias y de las desagradables.

Y les hablo de la pasión de ser abogado, del respeto que siempre se ha de tener y de la calma que hay que lograr cuando no te tratan con consideración en los tribunales, pues de todo hay y hemos de estar preparados para afrontarlo.

Al fin y al cabo, los juristas donde mejor estamos es rodeados de libros, estudiando, pensando, meditando y bajo la mirada eterna de la diosa Justicia.