Andrés Luque, catedrático de Historia del Arte por la Universidad de Sevilla.

Andrés Luque, catedrático de Historia del Arte por la Universidad de Sevilla.

Semana Santa

Andrés Luque: "La Semana Santa se ha convertido en una fiesta de consumo; las cofradías no deben salir para el lucimiento"

Catedrático de Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, vincula la masificación de la fiesta con los "excesos en las puestas de escena".

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Sevilla
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Andrés Luque Teruel se ha convertido en uno de los principales azotes de los "excesos" de la Semana Santa. Es una realidad objetiva, según dice, por el crecimiento de las hermandades y por las decisiones de sus Juntas de Gobierno, que tal como lo entiende, han sobrecargado las puestas en escena.

Catedrático de Historia del Arte, además de alcaide del Alcázar, cree que la imaginería del siglo XXI se encuentra en un "momento cumbre", aunque lamenta que la Semana Santa de Sevilla no pueda acoger toda su producción.

Como cofrade, considera que "en muchos aspectos", la Semana Santa de Sevilla se ha convertido en una fiesta de consumo. A su vez, defiende una celebración en la que caben todos, "creyentes y no creyentes, siempre que se respeten sus fundamentos básicos.

Es un hecho que la Semana Santa está cada vez masificada. ¿Significa que cada vez llega más su mensaje?

No creo que por haber más gente llegue más. Una buena parte de esa masificación no corresponde a una celebración profunda de la fiesta, sino a una celebración más festiva, más vinculada a la puesta en escena y al espectáculo en vez de al verdadero recogimiento en torno a las imágenes.

Usted suele criticar los excesos de la Semana. ¿En qué aspectos se nota más?

Debemos matizar el término en dos niveles. Uno es inevitable debido a la evolución de la propia ciudad y de la celebración de la fiesta. El marco urbano es el que es, la fiesta ha aumentado y puede calificarse como excesiva por el número de participantes. Hemos llegado a un punto que tenemos auténticos conflictos para que las cofradías puedan transcurrir con una mínima comodidad.

¿Qué ejemplos hay de esta dinámica?

Hay casos muy acentuados, como la problemática en torno a la calle Orfila el Miércoles Santo. El cruce del Gran Poder con la Esperanza de Triana en la Madrugada. También el parón que afecta a El Silencio por las cofradías que están todavía en el Duque. La Semana Santa ha crecido muchísimo. Es inevitable pero no deja de ser excesivo. En 1975 la Macarena y el Gran Poder tenían 1.000 nazarenos. Hoy día la Macarena lleva casi 5.000 y más de la mitad superan los 1.000.

¿En que otro nivel se manifiestan los excesos?

A nivel estético. Es el que hemos buscado voluntariamente. Es la elección de cada hermandad. Un ejemplo es el aumento de los olivos en los pasos, de tal manera que hay pasos que triplican en altura el paso y lo descompensan. Están las plumas de los romanos que forman pantallas y cortan las relaciones que han establecido los escultores. Son datos objetivos. Es subjetivo que gusten o no. Hay candelerías masivas para las virgenes y modos de vestir demasiado rebuscados. Hoy se viste mejor que nunca, pero hay algunos casos en los que se busca más el lucimiento del vestidor. Todo puede ser discutible desde el punto de vista del gusto estético, pero lo que no se puede negar es que todo eso ha crecido de un modo tremendo. 

¿Se ha convertido la Semana Santa en una fiesta de consumo?

En muchos aspectos sí, se ha convertido en una fiesta de consumo. El propio arzobispo lo dijo en la clausura del Congreso de Religiosidad Popular. Las cofradías no deben salir para el lucimiento, entendiéndolo como la puesta en escena excesiva. No podemos negar el sentido del espectáculo del Señor del Gran Poder parado en su paso en la calle. Tampoco el de la sensibilidad en torno a cierto modo de llevar los pasos. Eso no se critica. Lo que se critica es basarse exclusivamente en eso y que no haya un respeto sobre todo por la imagen. Me han llegado a decir que la imagen no importa. Si es así, hemos llegado a un punto de decadencia irreversible. Es muy grave.

¿Qué papel han tenido las hermandades en este proceso?

Estoy convencido de que son los culpables de esos excesos en las puestas en escena. A veces esas cuadrillas ganan elecciones. O las bandas. No digo que no pueda ser emotivo o bello. Lo que discuto es que solo haya eso. Eso ha llevado a que el año pasado el público le diera la espalda a un paso porque tenía que entrar sin música. Esas cosas son inadmisibles.

¿No pasa esto porque la Semana Santa se adapta a la evolución de la sociedad?

Es cierto, pero la responsabilidad la tienen las Juntas de Gobierno. Hemos escuchado a hermanos mayores decir, 'vamos a liarla'. Y la han liado. La gente puede pedir lo que quiera, pero cuando la Junta de Gobierno quiere, no se dan espectaculos vacíos en la calle.

¿Considera algún aspecto en que la Semana Santa haya mejorado en las últimas décadas?

Por supuesto. La Semana Santa está cambiando siempre. Igual que hay una serie de excesos, hay también una serie de virtudes potenciadas. Y hay hermandades que salen de un modo soberbio. Todos tenemos en mente a Pasión, al Silencio, al Gran Poder, al Calvario, a San Isidoro, a la Quinta Angustia, al Valle, a la Amargura, al Cachorro, a La O... Son muchas hermandades que van de otra manera. Y es la manera sevillana, porque es la manera en la que se ha ido durante cinco siglos.

Cada vez hay más pasos que andan con cambios, pero también tienen su arraigo, ¿no?

No hay cada vez más, porque en Semana Santa solo hay 13. Sí hay más en las vísperas. A ver, tiene su arraigo moderno, desde final del XIX. Es una tradición que se ha basado en determinadas Juntas de Gobierno y en los barrios. Nunca acaparando una Carrera Oficial. Esto ha venido de los años 70 para acá. No digo que no evolucionemos, pero no puede ser estar dos horas esperando de retraso en la Gavidia con El Dulce Nombre parado y que en Campana se escuche una marcha tras otra. No es cuestión estética. Es tener claro que las cofradías que van de ida tienen preferencia, porque tienen que cumplir un horario.

Como catedrático de Historia del Arte, ¿hay alguna imagen que condense por sí sola la esencia de la Semana Santa?

Hay varias. De Cristo, el Gran Poder. El que no lo perciba es porque no sale a la calle.

¿Por qué?

En él, la imagen no es lo más importante, sino el efecto expresivo. Está tan conseguido que impacta en los fieles. La gente lo ve a metros de distancia y se calla. También pasa con el Cachorro. Son iconos de Sevilla, como el Señor de Pasión, en este caso por la perfección de Juan Martínez Montañés. Lo es también el misterio de la Quinta Angustia. Sevilla tiene muchas imágenes icónicas.

¿Y de vírgenes?

Está la Macarena, la Estrella, el Valle, la Virgen de la Victoria de las Cigarreras. Las de Astorga, como Presentación, la Angustia de los Estudiantes o la Esperanza Trinidad. Está el impacto de la Esperanza de Triana. Hay muchas imágenes que pueden representar a Sevilla. No obstante, si tuviese que elegir, me quedaría con las más antiguas. Me quedo con el crucificado de la Vera-Cruz, la Virgen del Rosario de Montesión y la Soledad de San Lorenzo. Pueden ser perfectamente las que representen a toda la Semana Santa de Sevilla.

¿En qué momento está la imaginería del siglo XXI?

Estamos en un momento excepcional con varios escultores de primerísimo nivel. Desgraciadamente, la producción es mucho mayor que lo que admiten nuestras cofradías.

¿Qué imaginero actual es un ejemplo?

Al primero que citaría es a Juan Manuel Miñarro por desarrollo de su carrera. Rompió con el neobarroco más codificado. Ha marcado un nuevo movimiento en la escultura sevillana y ha influido en una generación de escultores que hoy día son una espléndida realidad. Es el caso de Darío Fernández Parra, Fernando Aguado, Jaime Babío, Fernando Murciano, Manuel Martín Nieto, José María Leal o Lourdes Hernández. Estamos en un momento cumbre.

¿Qué factores debe reunir una escultura procesional?

Que esté pensada para ello. Entiendo que tiene que ser comprensiva desde un punto de vista figurativo para el cofrade y tener un punto piadoso. Hay muchos modos de llegar a ello. Todo no tiene por qué ser una imagen sufriente, evidente y aparente. 

¿Cree que se cuida el patrimonio como se debe?

Nunca se ha cuidado como se debe. Últimamente si hay hermandades que se están adaptando. No entenderé jamás esos candelabros de cola enormes que han crecido de manera exponencial en el siglo XX y que llenan de grasa los mantos. Hay mucho margen de mejora, pero también es verdad que hemos mejorado mucho.

¿Hay sobreproducción de carteles?

Es muy evidente que sí. Cualquier hermandad anuncia la Semana Santa cuando ya lo hacen con el oficial del Consejo. Todas tienen su derecho a expresarse y algunas hacen grandes carteles. Los que hace la Esperanza de Triana son una preciosidad. Del Consejo los ha habido extraordinarios, como los de Daniel Franca, Daniel Bilbao o el de Salustiano. Todo el mundo tiene derecho a hacerlo, pero satura un poquito.

¿Qué le ha parecido el de la Macarena?

Me ha sorprendido porque Luis Gordillo nunca había planteado una obra con esa técnica. Es un acrílico sobre lienzo y lo ha hecho a mano alzada. Al principio, me parecía un cartel duro donde la forma de la virgen no se ha buscado, pero sí está la expresión. Es un cartel que a la primera impresión quizás no lo identifiquemos, pero cuando lo vemos más veces sí identificamos lo que es la Macarena.

¿Se puede vivir la Semana Santa desde un punto de vista ateo?

Evidentemente. No es lo ideal desde el punto de vista de la iglesia, pero las cofradías salen a la calle para hacer penitencia. Segundo, para hacer un culto público. En ese momento, tienen cabida todos. Los creyentes y los no creyentes. Sí se le exige, tanto a unos como a otros, que respeten los fundamentos de la fiesta. A veces hay menos respeto dentro que fuera. Los que abuchearon el año pasado al misterio de San Benito se consideran de dentro. No son ateos. Conozco muchas personas ateas que van a ver las cofradías porque les gusta y lo hacen con un respeto máximo por la celebración y las creencias de la gente. La fiesta es mucho más que el devoto piadoso. Somos todos.