Mujer tomando una tapa.

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Gastronomía

Ni montadito ni solomillo al whisky, la tapa más exquisita de Sevilla: buenísima, fácil de hacer y rica en hierro

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Las tapas sevillanas son una parte esencial de la cultura gastronómica de Sevilla y se disfrutan durante todo el año, ya sea en invierno o verano. Su variedad, sabor y facilidad para compartir hacen que estas pequeñas raciones sean perfectas para cualquier ocasión.

El solomillo al whisky es uno de los clásicos sevillanos. Es una tapa de solomillo de cerdo cocinado con una salsa a base de ajo, whisky, aceite de oliva y limón. Es una tapa perfecta para calquier época. Su sabor intenso y la jugosidad de la carne la hacen irresistible en invierno, y en verano se acompaña perfectamente con una cerveza fría.

Sin embargo, otra tapa exquisita, sin duda, son las espinacas con garbanzos. Una receta tradicional con raíces en la cocina árabe. Se trata de un guiso especiado con pimentón, comino, ajo y aceite de oliva. Es perfecta para invierno, por su carácter reconfortante, aunque también se sirve fría o templada en verano, siendo un plato muy versátil.

Las espinacas con garbanzos son una de las tapas más icónicas de Sevilla, apreciadas tanto por su sabor como por su vinculación con la historia y las tradiciones de la región. Este plato combina ingredientes sencillos y saludables con una mezcla de especias que refleja la influencia de la cocina árabe en Andalucía. Es un ejemplo perfecto de cómo los sabores humildes pueden convertirse en un manjar exquisito.

Los ingredientes principales de la tapa de espinacas con garbanzos son las siguientes:

  • Espinacas frescas o congeladas: Son la base del plato, aportando un sabor suave y textura tierna.
  • Garbanzos cocidos: Dan cuerpo al plato y lo hacen nutritivo.
  • Pan frito: Utilizado para espesar la salsa y darle un toque crujiente.
  • Ajo y especias: El ajo, el comino y el pimentón (dulce o picante) son imprescindibles para el sabor característico.
  • Vinagre: Aporta un toque ácido que equilibra los sabores.
  • Aceite de oliva virgen extra: Fundamental en la cocina andaluza, realza todos los ingredientes.

La preparación tradicional de este plato tiene que ver con los siguientes pasos:

  1. Sofrito: En una sartén, se fríen el ajo y el pan hasta dorarlos. Luego se machacan junto con el comino y un poco de vinagre para hacer una pasta.
  2. Guiso: Se añaden las espinacas a la sartén y se cocinan hasta que estén tiernas.
  3. Incorporación de los garbanzos: Los garbanzos cocidos se mezclan con las espinacas y la pasta de ajo y pan, creando una salsa espesa y aromática.
  4. Cocción final: Se deja cocinar todo junto a fuego lento para que los sabores se integren.

¿Por qué los garbanzos con espinacas son la mejor tapa sevillana? En primer lugar, por su autenticidad, en tanto que es una receta profundamente ligada a la tradición sevillana, que encapsula la riqueza de la cocina andaluza.

En segundo lugar, por la combinación de comino, ajo y pimentón le da un toque cálido y reconfortante que agrada a todos los paladares. Aunque es especialmente popular en invierno y durante la Cuaresma, se sirve todo el año como tapa, entrante o incluso plato principal.

Igualmente, es rica en proteínas vegetales, hierro y fibra, es una opción equilibrada y deliciosa. Y aunque la receta tradicional no lleva carne, algunos bares añaden taquitos de jamón o chorizo para darles un toque extra.

Las espinacas con garbanzos no solo son una delicia culinaria, sino también un símbolo de Sevilla y su riqueza cultural. Un plato que, servido con un trozo de pan y acompañado de una buena copa de vino o una cerveza fría, se convierte en una experiencia imprescindible para cualquier amante de la gastronomía.

Origen e historia de las espinacas con garbanzo

Las espinacas con garbanzos tienen sus raíces en la cocina andalusí, que dejó una profunda huella en la gastronomía sevillana. Durante la época árabe, se introdujeron en la Península ingredientes como las espinacas, las legumbres (como los garbanzos) y especias como el comino, que son fundamentales en esta receta.

Con el tiempo, este plato se ha consolidado como una tapa esencial, especialmente durante la Cuaresma, cuando las restricciones religiosas fomentaban el consumo de platos sin carne.