Acostumbrado a que el corrector automático del editor de textos o dispositivos tecnológicos te lo dé todo hecho, hace mucho tiempo que no te planteas si tal o cual palabra es con o sin hache. Que piense la máquina ya si eso. O peor, lo de las palabras subrayadas en rojo te ponía tan de los nervios que optaste por desactivarlo, y en cada frase que escribes das tantas patadas al Diccionario de la lengua española que estás haciendo llorar a un importante sector de la población, especialmente a los correctores profesionales.
Qué mejor día para acordarnos de todas esas personas que tienen que enfrentarse a decenas, centenas o millares de faltas de ortografía a lo largo de su vida laboral con el único objetivo de que los textos se encuentren escritos correctamente que en la celebración del Día del Corrector de Textos. Toma nota porque tal día como hoy (27 de octubre) tiene lugar semejante festejo coincidiendo con la fecha de nacimiento, allá por 1466, de uno de los correctores más importantes de la historia: Erasmo de Rotterdam.
En ámbitos como los medios de comunicación, que llegan a tantas personas, son muchos los que no cuentan con esta importante figura
‘“Anda que no ha llovido, ¡si ahora ya casi no hay ni libros en papel!”, pensarán muchos (y probablemente más de uno sin añadir la ‘letra muda’ al tiempo verbal). Que cada vez haya menos obras escritas en formatos físicos no quiere decir que estas no escondan un minucioso trabajo de corrección y puesta a punto de gran parte de los millones de textos que se publican a diario en el mundo. “Trabajo hay, pero no se le da la importancia que realmente tiene”, asegura Zaida Gómez, de 32 años, actualmente correctora y redactora en una empresa de contenidos web y correctora freelance para distintas editoriales de libros y revistas.
Aficionada a la lectura desde bien pequeña, lo suyo es verdaderamente vocacional: “Siempre me ha gustado mucho leer y encontrar erratas en cualquier lugar. Recuerdo que en el cole ponía las tildes en los trabajos de un amigo, siempre con su permiso, claro”.
Tras licenciarse en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y darse cuenta de que las salidas laborales eran más bien reducidas, empezó a formarse en corrección y edición de textos. Diferentes cursos, lecturas propias y escuchar a otros correctores y amantes de la lengua española permitieron a Gómez meter la cabeza en el mundo de la corrección ortotipográfica: “Creo que la figura del corrector es imprescindible. Son profesionales muy perfeccionistas que complementan y mejoran los textos y de ellos depende que el escrito final sea verdaderamente de calidad”.
A la caza de la errata
Con la “sabiduría de dos de los grandes”, José Martínez de Sousa y Lázaro Carreter, siempre a mano, Gómez ha trabajado como correctora ortotipográfica y de estilo de manera independiente para Ediciones Condé Nast, Tucán Comunicaciones o editoriales como Libros del KO o Síntesis.
Admite que entre las cosas más frustrantes de su profesión –“imagino que como en el resto de sectores”, supone bien– están la poca profesionalidad de las personas con las que a veces te encuentras y el tener que defender constantemente la valía de su trabajo delante de quienes restan importancia a la labor correctora. “¡Ah! Y que tus amigos teman escribirte emails o ‘whastapps’ por miedo a que les corrijas!”, añade entre risas.
Una profesión de la que se puede vivir “siempre y cuando tengas varios clientes”. La UNICO facilitó en su momento unas tarifas para guiar a los profesionales. Hablamos de entre 0,60-0,90 euros por millar de matrices en corrección ortotipográfica y entre 1,10 y 1,30 euros por millar de matrices en lo que concierne a tareas de corrección de estilo.
Creo que la figura del corrector es imprescindible. De ellos depende que el escrito final sea verdaderamente de calidad
Por norma general, los correctores corrigen haciendo descansos de unos minutos cada hora ya que si se hace el trabajo sin parar durante ocho horas es demasiado factible que se les pasen errores. “Siempre querríamos más tiempo y más revisiones para asegurar que nuestro trabajo está perfecto. ¡Encontrar una errata en algo que hemos corregido es muy angustioso!”.
Gómez nos confiesa que entre las erratas más comunes con las que se encuentra está ‘dió’ (“antes también se veía mucho ‘tí’”, puntualiza); escribir mayúsculas sin necesidad; ausencia de tildes; la escritura de las siglas; comas mal puestas; y, cómo no, el leísmo y el laísmo que, advierte, “es un tema difícil también para los profesionales de la corrección”. Claro que estas son peccata minuta en comparación con aquel ‘huntar’ y la ‘holla a presión’ con los que se topó en un texto y aún le cuesta olvidar.
Un futuro laboral por corregir
“Me encanta sentirme parte de un proyecto en la creación de un producto tan fantástico como es un libro o un artículo. El trabajo en sí es muy enriquecedor, siempre se aprenden cosas nuevas y el resultado final (cuando tienes el ejemplar entre tus manos) es una sensación muy placentera”. Pero no es igual de satisfactorio en todos los sectores.
Hoy en día, no solo es aquel lector que examina con lupa lo que ve cada mañana en su periódico. Cada vez hay más usuarios de redes sociales y plataformas digitales que se preocupan por denunciar las numerosas erratas y gazapos que encuentran en los medios de comunicación. Y es que, rara vez cuentan con el respaldo de un profesional que pueda ayudar a sus redactores a evitar las barbaridades léxicas a las que empiezan a tener acostumbrados a los lectores: “Las editoriales de libros sí suelen tener correctores de estilo y ortotipográficos, pero en ámbitos como los medios de comunicación, que llegan a tantas personas, son muchos los que no cuentan con esta importante figura”.
Siempre querríamos más tiempo y más revisiones para asegurar que nuestro trabajo está perfecto. ¡Encontrar una errata en algo que hemos corregido es muy angustioso!
La realidad es que este ha sido uno de los primeros puestos de trabajo castigados con los ‘recortes’ que comenzaron con 'la crisis' hace ya unos cuantos años… “Esperemos que aquellos medios que aún no cuentan con un profesional destinado a cuidar y revisar la calidad de sus contenidos vean la necesidad de su trabajo, que cada vez haya más correctores en plantilla y, en consecuencia, se publiquen textos mejor escritos”, nos desea la experta.
Le preguntamos qué personaje público cree que debería ir siempre acompañado de un corrector profesional. Para nuestra sorpresa, no salen a la palestra nombres de políticos, futbolistas o incluso redactores. Gómez tiene claro al lado de quién iría para ayudarle a expresarse en condiciones: “Mario Vaquerizo. Seguramente sería muy divertido ¡y siempre tendríamos una refrescante Mahou en la mano!”.