'Pornosexuales', los hombres que no aman a las mujeres (si no las ven en la pantalla)
En la Jungla. "El porno me ha dado los mejores orgasmos de mi vida, y no espera nada a cambio. ¿Para qué voy a querer otra cosa?"
18 junio, 2017 10:23Noticias relacionadas
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¿Quiénes son los pornosexuales de los que últimamente se oye tanto hablar? Las personas que se declaran como tal prefieren la satisfacción inmediata y la variedad que proporciona la pornografía a la relación sexual íntima con otra persona. Su satisfacción queda a merced exclusiva de una pantalla y no de una pareja, porque una excluye a la otra.
Marcus Jackson firmó ya en 2013 el manifiesto de esta corriente. Asegura que el porno le ha proporcionado "los orgasmos más intensos que ha tenido nunca" y ve inútil, prescindible y hasta molesto el romanticismo de las relaciones de pareja. "El porno no espera que hagas algo especial el día de San Valentín o en otras fechas señaladas. No tienes que dar largos paseos en la playa viendo el atardecer con él o sujetando su mano", defiende. "Si puedo tener porno, ¿Por qué quiero tener nada más? Amor, romanticismo, intimidad, compañía, conexión. ¿Por qué cojones querría eso?", argumenta.
El porno no pide, solo da. No tiene días malos, preocupaciones o achaques, tampoco necesita comprensión o mimos, ni requiere de establecer una constante relación de comunicación sana y confianza. No tiene fluidos viscosos ni intención de intercambiarlo con los demás. Es capaz de transformarse en lo que tú quieras y cómo tú quieras.
"Si te aburres con ella, puedes cambiarla en la forma que quieras, cambiar su altura, color de pelo, su raza, edad, lo que a ella le gusta en la cama e incluso hasta nivel de experiencia si quieres", subraya Jackson. Según la 'regla 34' cualquier tema en la red acabará teniendo su particular versión pornográfica si aún no lo tiene. Además, el porno nunca está cansado y siempre te dará más y más sexo en cualquier momento y en cualquier lugar. ¿Cómo se puede competir con eso?
Que una persona anteponga la pornografía por delante de las relaciones sexuales reales puede responder a varios motivos, como "la fácil accesibilidad, la rapidez y alta intensidad en la obtención de placer, el anonimato, el control y modulación de la situación a nuestro gusto, el no verse inmerso en una relación de pareja que suponga lidiar con situaciones que puedan resultar incómodas", menciona la psicóloga y sexóloga Alejandra Mencías. Las nuevas tecnologías nos están transformando en seres impacientes e inmediatos y ahora nos permiten satisfacer nuestros deseos e instintos más primarios con solo deslizar un dedo a izquierda o derecha.
Algunos de los que se definen como pornosexuales aseguran que se trata de una tendencia más que podría ser equiparable a ser heterosexual, homosexual o pansexual. Sin embargo, los expertos no lo tienen tan claro y consideran que puede tratarse de un trastorno. "Es decir, si la única forma de excitarse es a través del porno y si sólo se consigue placer a través de la autoestimulación viendo porno. Si este comportamiento sustituye una vida sexual real, sí podríamos encontrarnos ante un problema", asevera Mencías.
Según la psicóloga, lo preocupante es que "el individuo no pueda elegir entre el porno y una relación sexual interactuando con otra persona" y se vea limitado a "la estimulación individual con el único apoyo de la pornografía". Es en estos casos, en los que algo artificial hace las veces de otra cosa natural, cuando realmente se está ante algo que puede ser patológico.
Un perfil eminentemente masculino
Los pornosexuales se hacen, no nacen. Cualquier persona puede engancharse a la pornografía y a nivel extremo, dejar la necesidad de tener pareja en un segundo plano. ¿Cómo ocurre? "El placer sexual actúa como un reforzador muy potente, liberando una gran cantidad de dopamina (un neurotransmisor que forma parte de los centros de recompensa del cerebro). El porno queda asociado a ese placer, con lo cual, cada vez que se ve porno, se libera dopamina, anticipando ese placer que vamos a sentir", cuenta la sexóloga.
Así, se entra en una espiral que incluso genera cambios en el cerebro, llegando a funcionar como ocurre con otro tipo de adicciones. A diferencia de otras, como el alcohol o las drogas, el porno tiene una fácil accesibilidad y ofrece un refuerzo inmediato, "los cuales fortalecen el mecanismo anterior".
La mayoría de consumidores de porno son varones y lo mismo ocurre también en el caso de los pornosexuales, algo que puede tener que ver con el modelo sociocultural en el que estamos inmersos. "El sexo en general es un tema en el que los hombres han tenido el mayor protagonismo a lo largo del tiempo, y el porno está influido también por este modelo y se ha hecho conforme a los gustos y roles del hombre", comenta la experta.
Mencías afirma que en su consulta ha atendido casos de este tipo. Sin embargo, "no es algo muy común", puesto que a los pacientes les suele dar mucha vergüenza y reconocerlo. El tratamiento para desvincular ese enganche suele consistir en "redirigirlo". Por ejemplo, con el uso de la "imaginación a través de la fantasía, la lectura de relatos eróticos, etc. También trabajar habilidades sociales, de seducción…". Si los afectados tienen pareja, además, hay que "volver a crear una erotización de la misma e intentar reconectar con ella a nivel sexual".
¿Podría darse el caso de dos personas pornosexuales que mantuvieran una relación en la que compartieran su filia? ¿Podría funcionar este tipo de pareja en la práctica? La psicóloga cree que podría darse. "Otra cosa es que compartan entre ellos una relación sentimental y que además compartan o no interacciones sexuales y cómo lo gestionen. Pero por poder, puede pasar".
Pantallas, ¿para qué os quiero?
La pornografía no es el único entretenimiento digital que puede afectar a la forma en la que nos relacionamos con el sexo. Un reciente estudio científico realizado entre 400 varones de edades entre los 18 y 50 años ha concluido que podría haber una relación directa entre un consumo excesivo de videojuegos y la disminución del apetito sexual.
La explicación está vinculada con lo que ocurre en la adicción al porno. Al ser una actividad placentera, los centros de recompensa del cerebro se activan, lo cual supone que al jugar a videojuegos se libera dopamina. Si se pasa demasiado tiempo jugando, se libera mucha dopamina y se genera tolerancia en el cerebro a dicha sustancia. Al invertirse mucha dopamina y placer en los videojuegos, eso se la restaría a nuestro interés sexual.
"Como en todo, la virtud está en el equilibrio. No hay una medida única para todo el mundo en cuanto a horas de juego, pero si el tiempo que se invierte en ello impide que pasemos tiempo con la familia, amigos, pareja, interfiere en nuestro trabajo y en otras áreas de nuestra vida y nos vemos limitados por la necesidad de jugar, entonces es cuando podemos estar ante un problema. La clave es controlar nosotros el juego, no que el juego nos controle a nosotros", sentencia Mencías.