Con toda nuestra vida en un las redes y los escándalos de vigilancia masiva como PRISM, han convertido la palabra orwelliano en una de las palabras más usadas en muchos debates en redes sociales y foros. La palabra hace referencia al escritor británico George Orwell y a su obra más reconocida, 1984.
En ella, el autor -siempre crítico con regímenes autoritarios- describía una distopia autoritaria, donde todo el mundo está dominado por un puñado de superpotencias en guerra permanente en el que la población está sometida a una permanente vigilancia.
"El Gran Hermano te observa" -otro uso de su obra que probablemente desesperaría a Orwell- es una de las frases más recordadas de la novela, y quizá te haya venido a la cabeza cuando Facebook te sugiere como amistad a alguien que justo acabas de conocer o cuando Google Maps te pide una reseña del local en el que acabas de estar.
La manipulación del lenguaje para manipular mentes
Para siempre, el nombre de Orwell ha quedado vinculado a una cámara de vigilancia. Sin embargo, este no era ni mucho menos el tema que aborda Orwell. La extrema falta de privacidad es únicamente una parte del escenario desde el que nos quiere lanzar su verdadero mensaje, y al caer en esta confusión podemos ser víctimas de, precisamente, el peligro contra el que nos quiere advertir 1984: la manipulación del lenguaje para manipular pensamientos.
En la segunda parte de la historia, Orwell nos explica cómo el gobierno ha desarrollado una nueva versión del inglés, la neolengua, que creaba palabras nuevas que facilitaban aceptar la "verdad" propuesta por el partido y eliminaba antiguas que pudieran tener connotaciones peligrosas, de forma que se manipulaba la estructura del pensamiento. Esto limitaba la capacidad de la población para pensar en conceptos como "libertad".
Un mundo realmente orwelliano
Orwell escribió su novela entre 1947 y 1948 tomando como base para su neolengua la propaganda nazi y soviética. Vivimos en un mundo orwelliano, pero no porque Facebook y Google controlen todos nuestros movimientos. Vivimos en un mundo orwelliano porque los partidos políticos tratan de identificar a sus adversarios con regímenes totalitarios o con el "Satán" de turno dependiendo de cómo sean sus votantes.
Vivimos en un mundo orwelliano porque debates complejos tratan de simplificarse hasta los 140 caracteres, un titular o un corte de 30 segundos que pueda colarse en televisión o radio. Y cuando alguien nos trata de advertir, nos fijamos en las cámaras de vigilancia.