Traducir no es fácil. Los idiomas son muy complejos y no siempre hay palabras que signifiquen exactamente lo mismo en dos idiomas, siempre hay pequeños matices que introducen diferencias. También se puede dar la circunstancia de que dos palabras muy similares en apariencia tengan significados completamente diferentes.
Y no, no nos referimos a los títulos de las películas, que en muchas ocasiones son terriblemente modificados al llegar al mercado español. Normalmente no son errores de traducción, sino que se siguen criterios de marketing para llegar a la audiencia local. Pueden ser criterios erróneos, pero criterios al fin y al cabo.
Pero eso no quiere decir que el cine sea inmune a los fallos en la traducción, como bien demuestra este vídeo elaborado por La Sexta 3:
La vida real, influida por errores de traducción
Sin embargo, por muy interesantes que sean estos errores cinematográficos, mucho más impactante es cómo han influido los errores de traducción en la historia. Si durante más de un siglo la humanidad ha mirado a Marte con la esperanza de encontrar vida más allá de nuestro planeta, es precisamente por un fallo de este tipo.
En 1877, el astrónomo italiano Giovanni Virginio Schiaparelli comenzó a observar y escrutar la superficie marciana. Entre las notas que tomó, calificó de “mares” las zonas más oscuras y “continentes” las más claras. Además, describió una serie de canali, una palabra italiana que se refiere a formaciones naturales con forma de cañón.
Sin embargo, cuando su colega americano Percival Lowell revisó su trabajo, interpretó la palabra como “canales”. Es decir, que habían sido construidos por formas de vida inteligentes. Y así se inició el mito de los marcianos.
El error de traducción con peores consecuencias de la historia
Pero el error de traducción con consecuencias más catastróficas de la historia tuvo lugar en julio de 1945, tras la conferencia de Potsdam en la que los aliados exigieron la rendición del Imperio Japonés, que en caso de no aceptarla debería enfrentarse a su “destrucción total”.
Sin que el gobierno nipón hubiera tomado una decisión final, el primer ministro Kantaro Suzuki contestó a los periodistas con un simple mokusatsu, que no es otra cosa que un simple “sin comentarios”. Sin embargo, el japonés hizo una pobre elección de palabra, ya que también puede significar “lo despreciamos”, como lo tradujeron buena parte de las agencias americanas. Solo diez días después, la primera bomba atómica, Little Boy, estallaba sobre Hiroshima.
Los cuernos de Moisés
Para ser el patrón de los traductores, San Jerónimo tuvo una metedura de pata que dio lugar a un estereotipo racial que dominó Europa durante varios siglos: el del judío con cuernos. Durante cuatro siglos, la biblia se estudiaba a partir de una traducción de al antiguo griego. Pero San Jerónimo quiso cambiar eso, y realizó en el Siglo V una traducción directa del hebreo al latín, una versión que sería considerada a partir del Concilio de Trento de 1546 como la versión única. El problema es que tenía algunos errores de traducción.
El que tuvo mayores consecuencias es el que cometió al traducir el descenso de Moisés del monte Sinaí. Según la versión original, la cabeza de Moisés estaba “radiante”, pero en hebreo no se escriben las vocales, por lo que San Jerónimo leyó keren en vez de karen. Y así, de la nada, aparecieron dos cuernos en la cabeza del elegido para liberar al pueblo judío que se verían en buena parte de la iconografía posterior.
Expresiones que tienen su origen en un error de traducción
Pero no solo la historia ha sido afectada por errores de traducción, también nuestro lenguaje ha sido influido de forma muy importante por ellos. Desde MatadorNetwork nos proponen algunos ejemplos:
Paraíso fiscal: Del inglés, tax haven. Debería ser “refugio fiscal”. La confusión viene del parecido entre heaven (paraíso) y haven (refugio).
Brujas: El nombre de la ciudad belga parece misterioso y atractivo. Sin embargo, Brugge significa “puentes”, no brujas.
Canal de la Mancha: En francés, La Manche significa manga, un nombre mucho más apropiado para la separación entre Francia y la Gran Bretaña.
Echar de menos: En portugués se dice achar de menos, es decir ‘encontrar, hallar de menos. De nuevo, los falsos amigos han jugado una mala pasada.
Cabo de hornos: El nombre con el que se bautizó el punto más austral de Sudamérica no es sarcástico. En realidad hace referencia a Hoorn, la localidad holandesa en la que nació el explorador que lo descubrió oficialmente, Willem Cornelis Schouten.
Alzacuellos: En español, viene del francés, hausse-col, y está bien traducida. Pero el error está al traducir del holandés, hals-kot. Debería haberse traducido como alzarropa.
Por suerte, la tecnología nos liberará de estos problemas. ¿Qué haríamos sin el traductor de Google?