Una de las anécdotas que no se cuentan normalmente cuando se relata el descubrimiento de América es que los aztecas recibieron a los españoles fumigándolos con incienso. Nosotros lo percibimos como un honor, el incienso se usaba en las misas y fue uno de los 3 regalos de los reyes magos, pero en realidad se pretendía ocultar el fuerte olor de los conquistadores.
Imaginemos por un momento cómo viajaban cinco siglos atrás los conquistadores: durante dos meses, un puñado de hombres, estaban encerrados en una carabela sin ningún tipo de higiene. Aquello era digno de la peor pocilga imaginable.
En contraposición, los aztecas eran todo lo contrario. Todos se bañaban al menos una vez al día, y el emperador, incluso dos. Disponían de casas de baños casi en cada edificio y también de una especie de saunas que les ayudaban a transpirar y así eliminar toxinas. Además, ya usaban algunas plantas para exfoliarse y lavarse.
¿Por qué éramos tan sucios?
No hay un motivo solo para que fuéramos unos guarros hace tanto tiempo. En realidad fue un cúmulo de motivos. Coincidiendo con el auge de la peste negra, el rey Felipe VI de Francia encargó un estudio a sus eruditos para determinar las causas de tal pandemia. Después de un tiempo, se determinó que los baños calientes abrían los poros de la piel y que por ahí entraba la enfermedad. La consecuencia fue que se cerraron las casas de baños a través de toda Europa.
Además, en la península, nosotros ya arrastrábamos una doble aversión por el agua limpia. Primero porque en el s. V cuando los visigodos conquistaron el territorio, derribaron todos los baños romanos por considerarlos afeminados. Un verdadero guerrero no necesitaba bañarse, debían pensar.
Pero por si esto no fuera poco, cuando los moros invadieron la península y empezaron a conquistar territorio, con ellos trajeron ciencia e higiene. Sus fuentes, piscinas y baños y sus costumbres sanitarias chocaron frontalmente con la fe cristiana. Es por eso que se extendió la creencia de que no había que bañarse si se era cristiano y que la suciedad era virtud. Es más, se llegó al punto de que si se podía pasar un año entero con la misma ropa sin habérsela quitado nunca se llegaría obtendría el "olor de santidad".
Era tal la aversión al agua que el propio Cardenal Cisneros, aconsejó a los Reyes Católicos que cerrasen y prohibiesen los baños moros en Granada después de su reconquista. "El único agua que tocarán los moros será el agua bendita" se cree que llegó a decir. En la Inquisición, la purificación se alcanzaba a través del fuego.
Pues bien, ya tenemos los motivos por los cuales hace tanto tiempo éramos unos sucios de mucho cuidado. Ahora entendemos porqué nos recibieron con incienso al llegar a América, si os digo la verdad, hasta me parece poco.