A veces, encontrar a tu cliente no es fácil, especialmente si es de noche y no sabes qué cara tiene. Eso es lo que le ocurrió a Daniel Moore, un conductor de Sydney que había aceptado un viaje de una joven llamada Chelsea. Al acercarse al punto de recogida, se encontró a una chica, paró y esta se subió, con total normalidad. Sin embargo, a partir de ahí todo dio un giro hacia el surrealismo mágico.
Como los peluqueros, los conductores de Uber o Cabify se dividen entre aquellos que se callan y dejan al pasajero en paz y los que dan cháchara. Nuestro protagonista es claramente de los segundos. Y la falsa Cheslea también.
Pero ella no estaba por la labor de charla ligera de ascensor. Cuando él le pregunta a qué se dedica, ella no se anda con rodeos: "soy una trabajadora sexual", a lo que él le contesta con un naturalísimo "¡Ah, guay!".
"¿Quieres tener sexo?", le pregunta ella a quemarropa. Él se ríe incómodo, antes de decirle que no, que tiene novia. Ella insiste, si quiere "hacer un trabajo", incluso le pregunta si tiene 10 dólares. Él se mantiene fiel a su novia y finalmente ella decide bajarse del coche tras apenas un minuto de viaje.
Y es justo en ese momento en el que se baja su inesperada pasajera, llama la verdadera Chelsea. Suponemos que desde entonces Daniel se asegura siempre de haber cogido al cliente correcto.