A las personas nos encanta fijarnos en aquellas cosas que nos diferencian: sexo, color de la piel, el idioma que hablamos o el hecho aleatorio de haber nacido a un lado u a otro de una línea dibujada en un mapa, creer en un dios o en otro, o en ninguno, ser del Madrid o del Barça, de Star Wars o Star Trek, de Fanta Limón o Fanta de naranja. En cambio, olvidamos muchas cosas que nos unen. Y es que una cosa está clara, da igual que seas más de Tintín que de Asterix: todos hacemos caca.
Todos sentimos ese momento de liberación total cuando nos deshacemos de ese problema de vida interior que lleva torturándonos durante horas. Desde el primer homo sapiens que se colocó de cuclillas bajo la sombra de un árbol hasta el primer astronauta que experimentó como era eso en gravedad cero. La naturaleza humana nos iguala a todos por el retrete.
Es curioso que algo tan rutinario como esto se haya convertido en un tabú, aunque sea un tabú muy de pacotilla, porque a todos nos encanta hablar de ello. No hay más que ver la cantidad de eufemismos que hay para referirnos a esta actividad de reyes y vagabundos: liberar a Willy, tirar los troncos al río o hundir el zeppelin son algunos ejemplos. Por cierto, descomer está aceptado por la RAE.
Y con la rutina -lo normal es hacerlo entre tres veces a la semana y tres veces al día- aparecen situaciones que rompen la normalidad pero que lo hacen con la suficiente recurrencia como para que alguien les ponga nombre.
Estos son algunos ejemplos:
Hacer un 'perfect'
Dícese de cuando, después de vaciar el silo, se procede a la limpieza pero el papel higiénico sigue tan limpio e inmaculado como cuando estaba feliz en el rollo. La expresión viene del videojuego Street Fighter, en el que hacer un perfect es vencer a tu rival sin que te de un solo golpe. Suele darse esta circunstancia cuando el misil está tan duro que causa un parto complicado. Y en ese momento te sientes como un ser de luz.
Tener la tortuga asomando
En pocos momentos se sufre tanto como cuando llegas al retrete en el último momento, ya con la frente sudada y luchando con el Leviatán que lucha por salir mientras tú todavía te estás desabrochando los pantalones y él ya va ganando la batalla, abriéndose paso entre tu última línea de defensa. Cuando finalmente te sientas a tiempo te sientes como el artificiero de las películas después de cortar el cable correcto.
Tormenta de chocolate
No entraremos en mayor detalle en este caso, ya que la denominación es muy descriptiva -tal vez demasiado-. Solo diremos que normalmente va acompañado de recuerdos de ese kebab que cenaste.
Un derrape
Habitualmente relacionado con el anterior, aunque no siempre. Y es que hay ocasiones en las que al tirar de la cadena, el amigo que se va quiere hacerlo quemando rueda y dejando su marca en el blanco inmaculado del señor roca. La escobilla que suele haber al lado de los retretes es para estos casos, aunque una parte importante de la humanidad parece ignorar tal dato.
El bautizo
Una situación bastante desagradable. Ocurre habitualmente durante las extracciones complicadas, donde el cargamento es tan grande que casi te dan ganas de pedir una cesárea. Cuando finalmente, tras un rato luchando como Hércules contra el león de Nemea, el objeto cae sobre el agua, lo hace con tanta fuerza que salpica tus hasta entonces virginales nalgas. Y nunca te habías sentido tan sucio.
Ser un camello
Hay seres peculiares que son incapaces de sentarse en un retrete que no sea el de su casa. Capaces de auténticas travesías por el desierto sin pararse a repostar. Da igual que en la oficina haya un baño fantástico, ellos solo lo usarán para el caso número uno, no para el número dos. Auténticas heroicidades autoimpuestas.