Mira a tu alrededor. Mira a la gente que hay delante de ti, a tus lados. La gente que hay sentada en los bares o en el metro. Parecen normales, ¿verdad? Tal vez no lo sean. Tal vez pertenezcan a una nueva tribu urbana: los literales.
Los literales son personas normales, como tú y como yo, al menos en apariencia física. No se distinguen por ningún rasgo en particular ni por llevar capuchas blancas o raparse el pelo. De hecho se podría decir que están camuflados entre nosotros. Tan sólo hay una manera de descubrirlos: haciendo que copien un texto.
Son gente que se toman el significado de la frase que les dictas al pie de la letra y que no saben identificar las comas. En algunos lugares se les conoce como los "sincoma", sobre todo en Latinoamérica. Aunque llevan entre nosotros desde el principio de los tiempos, es ahora cuando empezamos a darnos cuenta de su existencia.
El problema no es que no se den cuenta de su condición, sino que no lo admitan. Porque, seamos sinceros, es bien fácil darse cuenta de que tienes un problema cuando, al hacer una tapa de alcantarilla de hierro forjado lees "escudo" en lugar de ver el escudo del ayuntamiento.
Pero no se limitan sólo a la administración o la impresión de camisetas, también han llegado a otras industrias.
La repostería nunca volvió a ser la misma desde que Porfi recibió su tarta personalizada. De hecho, la Asociación de Afectados por Chistes Literales, la AACHILI, ha agradecido que se de visibilidad a este fenómeno publicando el siguiente listado de bromas a evitar:
Cuando digo tierra a la vista no quiero que me tiréis arena a los ojos - dijo el timonel.
¡Tírate al agua!- y ese fue el día que por fin Alagua hizo el amor.
Sentaos todos en silencio. Y silencio murió aplastado.
No cabe duda. Y Duda no subió al autobús.
Cómete el bocadillo de tortilla. Y tortilla se quedó sin bocadillo.
Son chistes fáciles y rápidos, pero hay un drama detrás de cada uno de ellos. Por favor, respeten.