A las 20:13 del 24 de noviembre de 1971, en el sudoeste del estado de Washington, Dan Cooper, que había estado sentado en el asiento 18C antes de secuestrar el vuelo 305 de Northwest Orient, abrió la puerta trasera y saltó en paracaídas desde una altura de 3000 metros con los 200.000 dólares que había pedido como rescate. Nunca más ha sido visto.
DB Cooper es uno de los más importantes misterios de la criminología americana, el único caso de piratería aérea que no ha sido resuelto y uno de los pocos del mundo. No se sabe quién era y no se sabe qué ocurrió con él. Lo único que ha reaparecido de aquel episodio son 5880 dólares que un niño encontró al borde de un río años después y cuyos números de serie coinciden con los entregados al secuestrador.
“Será mejor que lea esa nota, señorita”
La tripulación del Boeing 727-100 que debía cubrir la ruta entre Portland y Seattle –un vuelo de apenas media hora-describe a DB Cooper como una persona afable y educada. Unos 45 años y alrededor de 1,80 de altura. Poco después del despegue, a las 14:50, este pasajero se levantó y se acercó a Florence Schaffner, una azafata que se encontraba sentada en un asiento plegable cerca de la cola del avión para entregarle una nota. Ella pensó que le estaba dando su número de teléfono. Al verlo, él se inclinó sobre ella y le dijo “señorita, será mejor que lea lo que pone en esa nota. Tengo una bomba”.
En la nota, cuyo contenido exacto se desconoce porque Cooper la recuperó más tarde, explicaba que tenía una bomba y reclamaba un rescate de 200.000 dólares y dos sets de paracaídas –un paracaídas principal y el respectivo de emergencias-, que se le debían entregar en el aeropuerto de Seattle-Tacoma. Cuando el piloto informó de la situación, el FBI y la aerolínea decidieron colaborar con el secuestrador. Schaffner volvió a sentarse con Cooper con la misión de averiguar si realmente tenía una bomba. Logró que le mostrase fugazmente el contenido del maletín, suficiente como para poder ver una serie de cables y dos cilindros rojos junto a una gran batería.
Liberación de los rehenes
El avión pasó varias horas sobrevolando el área de Seattle mientras Cooper se tomó dos bourbon que pagó, además de ofrecer a Schaffner que se quedase el cambio. A las 5:39, después de que se informase a Cooper que sus paracaídas y 10.000 billetes de 20 dólares -en números no consecutivos- le estaban esperando, el avión tomó tierra en el aeropuerto de Seattle-Tacoma.
Cooper ordenó que se bajasen todas las ventanillas para evitar la acción de francotiradores mientras el avión estaba en tierra repostando. Cuando el jefe de operaciones de Nortwest Orient, Al Lee, le entregó el dinero y los paracaídas, Cooper permitió que los 42 pasajeros y dos azafatas, incluyendo Schaffner, abandonasen la nave. También pidió comida para los miembros de la tripulación que retuvo.
Nuevo despegue y desaparición
Cooper quiso poner rumbo a México DF, pero ordenó que el avión permaneciese a 3000 metros de altitud, muy por debajo de la velocidad de crucero, y a una velocidad baja de 320 km/h. Además, ordenó que la cabina permaneciese sin presurizar para evitar una explosión cuando abriese la puerta. Sin embargo, el avión solo podría recorrer 1600 kilómetros en esas condiciones, por lo que secuestrador y tripulación decidieron poner rumbo a Reno, en Nevada.
A las 19:40 el avión despegó de nuevo, esta vez con un caza Lockheed T-33 siguiéndole. Cooper ordenó a la azafata que permanecía a bordo, Tina Mucklow, que fuese a la cabina con el resto de la tripulación y se quedasen allí, con la puerta cerrada. Una luz roja se encendió en la cabina a las 20.00, indicando que la escalera trasera del avión estaba abierta. Nunca antes alguien había tratado de saltar en paracaídas desde un avión comercial, y la noche y una tormenta reducían la visibilidad.
La tripulación preguntó a través del sistema interno de comunicación si necesitaba ayuda. “No”, contestó Cooper. Esa sería lo último que se sabría de él. A las 20.13 la cola del avión dio un brusco movimiento hacia arriba, lo suficiente para que el piloto tuviera que realizar correcciones. La tormenta impidió al piloto del caza ver el salto.
El avión aterrizó en Reno a las 22.15, todavía con la escalera trasera desplegada y sin rastro de Cooper a bordo.
El FBI cree que no sobrevivió al salto
46 años después, la identidad de DB Cooper es un misterio –las siglas DB vienen, en realidad, de un error de comunicación entre las autoridades y la prensa después de que estos interrogasen a una persona con ese nombre que, en realidad, nunca fue considerado sospechoso-. Durante años, la zona se registró, pero se encontraron pocos rastros del secuestrador.
En 1978 un cazador encontró al norte del Lago Merwin unas instrucciones para abrir las compuertas de un 727, que los investigadores concluyeron pertenecía al avión secuestrado. En 1981, Brian Ingram de ocho años, encontró al borde del río Columbia dos paquetes de 100 billetes semidestruidos de 20 dólares y otro de 90. Se trata de la única parte del rescate que se ha recuperado. En 2008, 15 de estos billetes se vendieron en una subasta por un total de 37.000 dólares.
El FBI siempre ha creído que Cooper no sobrevivió al salto. La investigación concluyó que no había revisado adecuadamente los paracaídas –uno de los que le entregaron era de prácticas y no pareció darse cuenta- y creen que ningún experto hubiera saltado en aquellas condiciones. La aparición del dinero encontrado por Ingram pareció reforzar esa teoría, arrastrados por la corriente, pero ninguna explicación se ha encontrado a por qué faltaban 10 dólares de uno de los paquetes.
Los números de serie de los billetes entregados a Cooper fueron publicados y se ofrecieron altas recompensas, tanto de las autoridades como de la aerolínea. Sin embargo, ninguno se ha recuperado.
Posibles sospechosos
Pese a que el FBI pensó que no había sobrevivido al salto, tuvo varios sospechosos. Theodore Mayfield, un veterano de las fuerzas especiales, John List, un veterano de la Guerra de Corea que asesinó a su madre, a su mujer y a sus tres hijas o Richard Lepsy, un hombre de 33 años desaparecido en 1969.
Duane L. Weber murió el 28 de marzo de 1995. Poco antes de morir le confesó a su mujer que él era DB Cooper. La mujer recordó que una vez, durante una pesadilla, su marido había hablado de saltar desde un avión. Además, tenía una lesión de rodilla que se había realizado en un salto desde un una aeronave, ella pensaba que durante su experiencia en la II Guerra Mundial y su caligrafía era muy parecida a la de DB Cooper. Además, durante un viaje a Seattle visitaron el río Columbia y su marido prestó especial atención a la zona en la que había aparecido el dinero unos meses antes. Sin embargo, sus huellas no coincidieron con las encontradas en el avión.
En 2003, Lyle Christiansen vio un documental sobre Cooper y sospechó que su hermano fallecido podía ser el secuestrador misterioso. Había servido en el ejército durante la II Guerra Mundial como paracaidista y había trabajado para Northwest Orient. Tenía 45 años cuando ocurrió el secuestro, aunque era algo más bajo y delgado que el retrato robot. Fumaba, le gustaba el bourbon y era zurdo, como Cooper. Pocos meses después del secuestro, Christiansen compró una casa con dinero en metálico y poco antes de morir de cáncer en 1994 le dijo a su hermana “hay algo que tendrías que saber pero que no te puedo contar”. Cuando murió, encontraron 200.000 dólares en distintas cuentas bancarias. Además, Schaffner aseguró que de todos los sospechosos, era el que más se parecía a Cooper. El FBI nunca lo consideró un sospechoso principal por la altura y porque su competencia con el paracaídas era mayor de la que ellos consideraban tenía el secuestrador, además de la falta de pruebas incriminatorias.
El 12 de julio de 2016 el FBI anunció que cerraba el caso por falta de pruebas.