La jornada de ayer fue histórica en muchas lecturas para catalanes y españoles. Para los primeros representaba la oportunidad de hacer su voz oír en la capital de Europa y para los segundos fue la constatación de que los medios de comunicación necesitan replantearse muchas cosas, pero sobre todo si les compensa estar al servicio del poder.
En este contexto, ayer Twitter fue el lugar donde mirar y buscar el mejor contenido para comprobar el estado de ambos bandos. Cuando se hace esto, normalmente se mira a los líderes y, entre ellos, no podemos obviar a Carme Forcadell. La expresidenta del Parlament lanzó un sentido mensaje.
Inmediatamente mucha gente corrió a responderla con todo tipo de mensajes que plantean la siguiente pregunta: si tanto odio sienten hacia ella, ¿por qué la siguen? El ser humano está lleno de contradicciones pero estar pendiente de lo que dice una persona a la que odias es algo que sobrepasa el entendimiento.
Lo más triste es que son respuestas que no representan un debate ni un punto de vista que marque una diferencia con respecto a lo que dice Forcadell. Es decir, tan sólo son comentarios que buscan un aplauso rápido y el tan aclamado zasca tuitero sin ningún tipo de profundidad.
En la época de la postverdad y los efímera fama de un trending topic estamos animando comportamientos que para nada se basan en la tolerancia ni el respeto. Reírse de los demás, de sus ideas y de sus convicciones para ser reconocidos entre quienes piensan igual no nos hace mejores.